S.O.S: ¡Acné, explosión sin edad!

El acné es una afección que surge cuando el folículo piloso se tapa, luego se inflama y hace que aparezcan puntos negros o comedones localizados especialmente en áreas seborreicas como cara, pecho y espalda. En casos más graves, se ven hasta en glúteos y en la zona inguinal.

Hay dos tipos de acné. Uno de ellos es el persistente, que es más frecuente; surge como continuación del iniciado en la adolescencia y permanece hasta la adultez. La otra variante es el acné de comienzo tardío, que aparece por primera vez luego de los 25 años y a diferencia de los adolescentes, se localiza en la parte inferior del rostro: en el mentón, alrededor de la boca y en los ángulos de las mandíbulas.

Un factor de riesgo que aumenta la posibilidad de padecer acné de adultos es tener padres que hayan tenido acné posadolescente. Otras causas son los cambios hormonales influenciados por la presencia de andrógenos en el cuerpo (hormonas masculinas) que estimulan las glándulas sebáceas y la secreción grasa. Hay otros elementos que desencadenan desequilibrios hormonales como el estrés, el embarazo, el período de lactancia, la menopausia, la obesidad, irregularidades menstruales, resistencia a la insulina, poliquistosis ovárica o cuando se dejan las píldoras anticonceptivas. Además, como la piel se descama, las bacterias quedan atrapadas en los folículos y en el vello, tapando los poros y dando lugar a la hinchazón y formación de granitos, pápulas o pústulas (granos con punta blanca). En todos estos casos el diagnóstico se completa con estudios de laboratorio.

Los cosméticos inadecuados o ciertos fármacos que se utilizan para el rostro favorecen la aparición de acné, ya que poseen conservantes e ingredientes activos que irritan la piel y producen brotes. En estos dos últimos casos es importante consultar con un especialista que recomiende los productos que mejor se adaptan a las necesidades del paciente. La higiene no adecuada y la depilación mal realizada tienden a obstruir e inflamar los poros.
Por eso se recomienda realizar una limpieza regular con productos que equilibren la piel y eliminen el exceso de sebo, sin deshidratarla. Se recomienda limpiar las zonas pilosas antes y después de retirar el vello y usar productos no comedogénicos.

La dieta de los pacientes con acné es objeto de investigación y controversia. Si bien no hay alimentos contraindicados, algunos pacientes mejoran cuando limitan los productos con elevado índice glucémico (azúcares refinados, cereales) y lácteos, pues elevan los niveles de insulina y otras hormonas que promueven la secreción de andrógenos que desencadenan el acné.

Según los especialistas hay tres grados de acné que se manifiestan así:

• Leve o moderado: Se reconoce por puntos blancos, puntos negros, pápulas (la inflamación de esos puntos) y pústulas (esos pequeños granitos de color rojo con el centro blanco o amarillento).

• Severo: Aparecen nódulos o quistes (afecciones más profundas), acné rosácea o acné iatrogénico (debido a la ingesta de medicamentos).

• Muy severo: Se trata del acné conglobata (que afecta a hombros, brazos y espalda) o acné noduloquístico (lesiones nodulares grandes).

Los tratamientos son múltiples y dependen del tipo de acné. Cuando es leve, es posible utilizar tópicos como retinoides, peróxido de benzoilo y antibióticos tópicos.

El acné moderado a severo se puede tratar con antibióticos orales o con isotretinoína, un derivado de la vitamina A que logra reducir el tamaño de las glándulas sebáceas.
Para lesiones nodulares o quísticas se emplean corticoides intralesionales, que reducen el riesgo de cicatrices y disminuyen rápidamente el dolor y la inflamación.

Una vez que el acné ha desaparecido, pueden quedar cicatrices que dan a la piel una apariencia ondulada. Existen diferentes terapias en gabinete que las eliminan gracias a la estimulación y remodelación del colágeno. De esta manera se mejora la elasticidad, textura y tono de la piel dañada, se minimizan las molestias y el tiempo de recuperación.

La exposición al sol no incrementa la secreción de sebo pero estimula el engrosamiento de la piel y por eso puede ocultar el acné y sus lesiones. Es necesario usar protectores solares con un mínimo de FPS 30 que no aumenten la grasitud propia de la piel. Se aconsejan los de efecto matificante, ideales para pieles mixtas y grasas. No dejan brillo ni oleosidad en la cara y pueden utilizarse como base.