PRI 21 años después: de sana distancia a sana cercanía

El saldo de la visita del presidente Peña Nieto a la sede nacional del PRI, con efectos políticos múltiples, se pudo establecer en un solo asunto: el regreso al modelo presidencialista, con todos los riesgos y posibilidades, después de la “sana distancia que decretó Zedillo en 1994.
Para los priístas no hay dudas: si el presidencialismo funcionó de 1929 a 1994, 65 años o dos generaciones de mexicanos; el PRI perdió su dominio político cuando en 1995 el presidente Ernesto Zedillo se separó del PRI con el argumento de la “sana distancia” que condujo a la alternancia panista en el 2000.
El PRI no es un partido democrático, y dicen los priístas que tampoco tiene que serlo. El PRI nació en 1929 del seno del poder —lo fundó Plutarco Elías Calles desde la presidencia der la república— y no fue creado para la competencia democrática fuera del poder. El PRI sobrevivió después 1994 y el 2012 tuvo la suerte de una fractura en el PAN, el error del PAN de no vincular el partido con el gobierno, el techo electoral de López Obrador y la candidatura mediática de Enrique Peña Nieto.
A lo largo de ochenta y nueve años de historia en el poder hasta 2018, el PRI cumple la maldición de Fidel Velázquez de que no es un partido inmortal sino un partido inmorible. De la mano de una oposición que fue incapaz de construirse en las fases baja del PRI, ahora el PRI avanza hacia la restauración del viejo régimen porque es el único que puede manejar, sólo que ahora con tres condicionantes que podrían hacer imposible la restauración como regreso al pasado:
1.- La competitividad de la oposición; en el 2000, el país pasó la prueba de la alternancia sin colapso. Por tanto, la oposición sí puede ganar la presidencia.
2.- La base electoral del PRI de apenas un tercio del electorado, 35%, aunque sumando alianzas con el Verde, el Panal y algún otro para obtener primera minoría.
3.- El espacio político del debate pasó de la plaza pública —mítines y prensa— a la sociedad-red donde el PRI ha fracasado hasta ahora. El mecanismo corporativo que el PRI ha sabido administrar ya no garantiza los votos. La sociedad-red ya no milita en partidos pero vota.
En este contexto, el PRI apunta a la restauración del viejo régimen, aunque ese viejo régimen carezca de aquella sociedad del pasado dominada por el pensamiento histórico como hegemonía cultural de que el PRI representaba la historia, se vive en el país una inestabilidad social por sectores que carecen de conducciones política por el caos en las redes sociales de internet y los priístas siguen teniendo en la oposición su carta de negociación de candidaturas que les niegue el aparato de poder presidente de la república-PRI.
Los priístas, en este nuevo escenario, se siguen moviendo en la vieja lógica del poder autoritario. Pero el presidencialismo ha perdido sus hilos autoritarios de poder aunque se sustenta en función de una hegemonía o coalición de grupos de interés que lo necesitan para su beneficio. En el mismo PRI hay grupos, corporaciones y liderazgos que ya no se someterán sumisamente al poder presidencial, lo que obligaría al presidente de la república a encabezar un modelo de coalición dominante con el ejecutivo federal al frente.
La centralización política presidencialista tendrá que pasar varias pruebas antes del 2018: las gubernaturas del 2016 y la mexiquense del 2017, además del hecho de que la dinámica política ha posicionado fuera de las reglas priístas a precandidaturas presidenciales como —hasta ahora— la de Manlio Fabio Beltrones, además de que podrían aparecer aspirantes a gubernaturas fuera del radar presidencial.
En este sentido, la restauración priísta y el regreso del presidencialismo aparece como imagen política pero en una sociedad más dinámica, menos priísta y menos temerosa al autoritarismo del poder. De ahí que el viaje de la “sana distancia” de Zedillo a la “sana cercanía” tenga que pasar por aduanas del conflicto.
Si la oposición adivina esos juegos de poder en el PRI, podrá tener algunas ventajas en los tres años políticos que vienen. Lo malo para la oposición es que sus líderes —Gustavo Madero y Ricardo Anaya en el PAN, López Obrador y Los Chuchos en el PRD, algunas figuras ex que se acomodan en los partidos, e inclusive el sector crítico intelectual— siguen pensando como priístas.
Famosas últimas palabras: “Considerar la posibilidad real de la toma de palacios municipales y manifestaciones (en) instancias federales de seguridad e impartición de justicia, o la toma de casetas de cobro para dar paso libre a los transeúntes, es decir, tomar acciones que no nos confronten con la sociedad”: Sección 22.
Es pregunta: ¿tendrá considerado el gobierno el paso priísta a dar para evitar fracturas en el PRI de Oaxaca o la disputa de élites de nuevo beneficiará a la Sección 22?
La crisis que viene: Las decisiones gubernamentales de negociar sólo con el SNTE alebrestará a las secciones que se manejaban con independencia porque ahora el SNTE tendrá que propiciar relevos en las secciones de la CNTE.