César Duarte: ¿Un calderonista al PRI?

Para cualquier ciudadano común, como usted, como yo, el nombre de Jaime Ramón Herrera Corral no significa gran cosa. Pero para la organización The Guinness World Records, el nombre obedece al del mayor financiero del planeta. Así, como suena.
Es el único deliciense que ha logrado, a través de la creación de un simple fideicomiso, el 744743, formalizado ante el Notario 6 del Estado? de Chihuahua, superar a Sai Baba, aquél iniciado hindú que convertía la basura en oro (el bismuto).
Sucede que el chihuahuense, en sólo dos años, logró que un pequeño banco regional, una simple Sociedad Anónima de Capital Variable, capitalizara la cantidad nada despreciable de 80 mil millones de pesos en inversiones de plazo fijo.
Pero ¿dónde estaba Jaime Ramón Herrera en 2012? ¿Por qué no fue llamado de inmediato a integrarse al naciente «gobierno» de Enrique Peña Nieto para dar siquiera una soplada en la oreja al Virrey Videgaray y lograr que no naufragara –como ya lo hizo– el barco toluquita?
Pues sucede que se les había adelantado el inefable César Duarte Jaquez, gobernador de Chihuahua, y lo había nombrado secretario de Finanzas estatales como merecido premio a sus artes de prestidigitador contable.
César y su esposa Bertha Olga Gómez Fong compraron el 15% de las acciones que Banorte tenía en el Banco Progreso (una institución de piojito), con los «ahorros» que el gobernador de Chihuahua hizo como vendedor de autos usados.
Nadie se explica en Chihuahua de dónde salieron dichos ahorros del «nuevo rico de Parral», como los contertulios llaman a César Duarte, pues sólo había sido diputado local y federal y de pronto rebasaba el milagro de las bodas de Canaan.
Todos saben, incluidos sus mejores amigos, que el sueldo de gobernador –cargo que asumió dos años antes de hacer la operación por 65 millones de pesos–, jamás le hubiera alcanzado, pues los estipendios oficiales son de 120 mil pesos mensuales.
Y la estupefacción es todavía mayor, cuando se enteran que todas las cuentas del gobierno, las inversiones derivadas de los presupuestos etiquetados que pagamos con nuestros impuestos desde todo el país, los fideicomisos federales de desarrollo, los programas sociales y todo, hubiera ido a dar a las arcas del banquito Progreso. El chiste es que la fabulosa cantidad de 80 mil millones de pesos, más los intereses que de éstos se deducen, los impuestos catastrales, vehiculares, los aprovechamientos y derechos fiscales del Estado, no se encuentran en la secretaría de Finanzas…
… sino en el Banco Progreso, propiedad del bribón César Duarte y cónyuge, que es hoy la mayor financiera del norte del país. ¡En sólo dos años y medio!
El depósito más reciente, por la cantidad de 802 millones de pesos, fue realizado por la recaudación de la capital del Estado en inversiones de plazo fijo, para aumentar la capacidad financiera, fiduciaria y el capital social del banco familiar.
Felipe Calderón lo hizo candidato del PRI
Cesar Duarte Jaquez es un cultísimo abogado de 52 años, egresado de la prestigiada y mundialmente muuuuuy reconocida Universidad del Valle de México. Ahora, empero, está demandado penalmente por peculado, enriquecimiento ilícito, abuso de funciones, uso indebido de facultades y lo que resulte.
Aunque quiso fundamentar su carrera política en beberle los alientos y cargarle el portafolios al entonces líder de los diputados priístas del período 2009-2010, Emilio Gamboa, éste sólo lo «hamaqueó», como hace con todos, sino que lo platique el más reciente: El Borrego Gándara, a quien decía que sí, pero a quien jamás lo ayudó para alcanzar la candidatura al gobierno de Sonora.
La suerte, empero, estuvo del lado de Duarte. Como toda joven promesa, fue el encargado del ridículo anual en el que se ha convertido el discurso oficial a los Niños Héroes –cuya existencia y méritos todavía están en duda–, y aprovechó la tribuna del «Altar de la Patria», al ladito de Los Leones de Chapultepec, para rendirse ante el borrachín Felipe Calderón, quien encabezaba el acto.
Sin que alguien se lo hubiera pedido, el tribuno diputado Duarte arremetió contra las honras y prestigios de los diputados panistas, compañeros suyos de Legislatura, que se resistían a apoyar las iniciativas del Presidente espurio, miembro del blanquiazul.
Fue un favor de ofrecido, de lamesuelas. Un priísta sirviendo de tapete para proferir insultos públicos y políticos a quienes el beodo Calderón no se atrevía a llamar la atención, menos en un acto cívico, que hubiera encuerado toda urbanidad política.
El favor del «nuevo rico de Parral» fue pagado en oro molido… y con camionetas blindadas, para su uso y disfrute personal. Pero, además, Calderón quedó públicamente comprometido con el granuja traidor a los tricolores y de inmediato empezó a tejer fino o corriente para que sus paniaguados le ayudaran en lo que se pudiera.
En ese camino, reverdecieron los compromisos que anteriormente había hecho Duarte con José Antonio Meade, desde que éste estaba en la Financiera Rural y Duarte era dirigente de los humildes campesinos de Chihuahua.
Meade, ya instalado como titular de la Secretaría de Hacienda del fraudulento calderonato se prodigó en favores de todo tipo. Y hay quienes juran «por ésta» que fue el que le dio los consejos necesarios para fundar ya como gobernador, un banco de su propiedad.
Los priístas siempre creyeron que Duarte había ganado la postulación con la simpatía de los tricolores, desde Emilio Gamboa hasta Humberto Moreira. Pero no fue así. Duarte es de los que llegaron a la gubernatura traicionando sus colores. Ayudado en todo lo alto y por todos conceptos por el achispado Felipe Calderón, por su secretario de Hacienda Meade y por el predecesor Ernesto Cordero.
Nadie sabe de dónde llegaron, pero
ellos $í a lo que van
Ahora que Meade tiene derecho de picaporte con los toluquitas –desde Relaciones Exteriores y pronto, otra vez, desde la Secretaría de Hacienda, pues Videgaray va a ser ascendido a Sedesol para catapultarlo a «La Grande»– con mayor razón.
Se sabe que Meade es un hombre –de los muy pocos– de la confianza de los Atracomulcas. Pero no tanto para continuarle ayudando al amigo Duarte, a pesar de los inopinados movimientos del chihuahuense.
Utilizando los fondos estatales –dejando a salvo los del Banco Progreso, pues un priísta nunca sacará dinero de su bolsa para hacer política–, Duarte ha emprendido una loca, loca, loca carrera de autopromoción para huir –como forajido– de Chihuahua.
Pero el hombrecito tira muy alto. Ha dicho que si no le dan Gobernación o, de perdida, el PRI, no les va a aceptar nada. Aunque su método de arribo al poder haya sido en función de sus amigos panistas, no de los priístas. Pero como se ven tantas cosas?, uno ya no sabe ni a quién creerle. Hasta hace poco, altos fruncionarios de todo tipo de institutos juraban que Duarte entraría por la puerta grande, a sustituir al pobre Oso..rio Chong, que ha caído en la desgracia de dar pena y mucha lástima.
Otros dicen que a falta de candidatos todavía vivos, Aurelio Nuño anda promoviendo a El Charro Manuelito Velasco, de Chiapas, para que cambie de casaca, de Verde Tucán a tricolor, y pueda meterlo en la baraja del 2018. Otros, a lo mejor los más atinados, aseguran que otro prestidigitador financiero, el taxista Enrique Ochoa Reza, actual director de la CFE a quien presumiblemente OHL le pagó una estancia en Mayakobá, se hará responsable de las 8 derrotas del PRI en las gubernaturas del año que entra, para convertirse en el «Pío Marcha» del patrón Videgaray.