Los miedos que nos hacen comer de más

Descubra cuál es la relación entre la alimentación y las emociones.

Existe lo que podemos llamar el hambre del organismo y el hambre emocional. El primero se refiere al hecho orgánico, necesitamos comer para reponer energías; el segundo responde a otros motivos. Es muy importante poder identificar una o otra, pues en el caso de la segunda, comemos buscando satisfacer una necesidad que no es física, sino emocional. El problema es que, si estamos mal y comemos un chocolate, vamos a sentir un alivio, un placer (pues este tipo de alimento libera sustancias químicas que nos ayudan a relajar y sentirnos mejor), pero éste será totalmente pasajero, y momentáneo.

Un doble problema

Entonces, estaremos frente a dos situaciones. La insatisfacción primaria emocional, irresuelta; y por el otro lado, un problema con la alimentación, en este caso, la sobrealimentación. Por ejemplo, un chico, antes de un examen, puede ponerse ansioso y empezar a comer, por los nervios. En ese caso, lo mejor es evitar comer, o cambiar esas golosinas por ricas manzanas, e intentar auto observarse, para descubrir cuál es la problemática puntual que genera esta ansiedad y por qué. Lo principal es reconocer ese problema, para luego enfrentar el problema de la respuesta. Es importante entender que se trata de desactivar, de aprender a desactivar un hábito: estoy nervioso y como.

Pasos para desactivarlo

Una vez que se determina, qué es lo que nos genera la ansiedad, el segundo punto importante es verificar qué es lo que pensamos respecto a eso que nos la genera, por ejemplo ideas negativas respecto a la situación, pensamientos relacionados con la capacidad de enfrentar y manejar aquello que nos preocupa.

Es importante también, revisar cómo esta nuestra autoestima, es decir cómo nos sentimos con nosotros mismos, también nuestra autopercepción, cómo yo me veo, qué habilidades o destrezas tengo para poder hacerle frente a esta situación.
Esto es fundamental, pues muchas veces la ansiedad está asociada a algún nivel de miedo, miedo que me hace dudar de mí, y quizá sentir que la situación es más grande de lo que se cree.
Comemos demás pues es una respuesta que trata de desviar la atención de la preocupación que sostiene la ansiedad.
Comemos demás, por que la persona esta dispersa, al no tener claro qué es lo que siente, y por eso, para sentirse mejor busca una conducta de cuidado, cómo es el comer, pero esta gratificación dura muy poco y además no ayuda a la persona a que se sienta mejor, pues termina sintiéndose culpable por lo que hace, pues no sabe que le pasa.
Los cambios necesarios

Revisar desde cuándo y por qué siente lo que siente. Para ello puede anotar, todo lo que siente y piensa para hacer un mejor registro de los pensamientos y emociones que disparan la ansiedad.
Cambiar hábitos, aléjese de la comida, sí aunque suene raro, antes de buscar comida, piense: “realmente tengo hambre”, “necesito comer de verdad”, si la respuesta es no, huya de la comida, y caiga en la cuenta que a veces el ser humano se crea necesidades que no tiene.
En esto de cambiar hábitos, en lugar de comer haga cosas sencillas cómo, leer, salir a caminar, darse una ducha, llamar a alguien por teléfono para hablar de cualquier cosa, salga a jugar con el perro, tome agua, escuche música, en fin, cualquier cosa, que aleje la atención de la necesidad de comer, pues como hemos planteado, quizá sea una necesidad creada, que se distingue de la sensación real de hambre.
Organice un horario de comidas de al menos 5 tiempos, desayuno, merienda, almuerzo, merienda, cena, esto para evitar tener el estomago muy vacio.
Un estudio revela por qué comemos cuando estamos tristes

Un nuevo estudio concluyó que las hormonas en nuestro estómago se comunican directamente con el cerebro, provocando una sensación placentera, informa Heatlh.com.

Gran parte de la investigación existente sobre la comida y las emociones está relacionada con la experiencia: el sabor, el olor, la textura, las sensaciones e incluso los nutrientes, explica el portal. Por ello, se creía que los recuerdos asociados a ciertas comidas eran la razón de la “alimentación emocional”.

Sin embargo, para el nuevo estudio se eliminó lo subjetivo; los participantes fueron alimentados mediante una sonda gástrica, precisó el artículo de la edición de agosto de Journal of Clinical Investigation.

De acuerdo a los resultados, aunque las causas biológicas no están claras, los hallazgos del estudio sugieren que el estómago podría influir en el cerebro al liberar hormonas, dijo uno de los autores del estudio. El estudio refleja que el efecto emocional de la alimentación ayudó a los seres humanos a sobrevivir cuando la comida era escasa y batallaban para encontrarla.