Pablo Montoya, poeta sobre todo

Un mucho músico y escritor, un poco historiador y fotógrafo. El colombiano Pablo Montoya (1963), ese creador de “textos anfibios o fronterizos” que cruzan los géneros literarios, se define como un narrador “solitario, oculto, silencioso”.
Soledad y silencio que fueron rotos el pasado 4 de junio al ser nombrado ganador de la 19 edición del Premio Internacional de Novela Rómu-lo Gallegos, por Tríptico de la infamia (2014), dotado con cien mil dólares.
Al novelista, cuentista, ensayista, especialista en literatura hispánica y traductor le sorprendió la noticia de ser merecedor de este prestigiado galardón, que otorga el gobierno venezolano desde 1964, porque su obra circula poco en Latinoamérica.
Soy un profesor universitario que escribe. No estoy en la palestra mediática, ni tengo columnas en los diarios. Tampoco pertenezco a algún círculo literario. En Colombia se sorprendieron con el premio, y yo también, pues no me gusta hacer ruido”, comenta a Excélsior en entrevista desde Medellín.
Crítico ante la figura pública del artista y ante los discursos oficiales sobre la historia, este poeta, sobre todas las cosas, llegó a la literatura hace 20 años, después de estudiar cuatro semestres de Medicina y de “tomar un atajo” por la música, donde estuvo “sumergido” 12 años como intérprete de flauta.
Dejé la música porque sentía que no tenía las capacidades suficientes para componer. Me sentía un poco frustrado en cuanto a la labor creativa, porque no tengo oído absoluto, no escuchaba la música dentro de mí. Ante este vacío, esta frustración, decidí ir a la literatura, porque sentí que ahí había posibilidades más propicias”, afirma vía telefónica.
Quien realizó estudios en la Escuela Superior de Música de Tunja y egresó de Filosofía y Letras de la Universidad Santo Tomás de Aquino en Bogotá comenta que la música está muy presente en su obra literaria y que incluso ha marcado su rumbo.
Me ha interesado mucho recoger la tradición literaria que se une con la música. Viene desde la época de las grandes tragedias griegas, cuando el músico era a la vez poeta. Esta tradición músico-literaria comienza con fuerza a partir del siglo XIX, con el romanticismo. Somos herederos de ella”, agrega.
El autor de siete volúmenes de cuentos, cinco de poesía, cuatro novelas y cuatro ensayos decidió escribir libros que ponen a dialogar permanentemente a los géneros literarios.
Mis prosas poéticas a veces son minificciones, mis ensayos están marcados por lo poético y, por ejemplo, la novela Tríptico de la infamia juega mucho a esa fusión, a ese abrazo de los géneros”, explica.
Respecto a en qué género se siente más libre, quien realizó su maestría y doctorado en Estudios Hispánicos y Latinoamericanos en la Universidad de la Nueva Sorbo-na-París 3 confiesa que “por un momento pensé que el cuento era el género en el que mejor me movía, en el que mejor me sentía; pero es con la novela que me ha llegado el reconocimiento literario internacional”.
Inquietar al lector
La novela histórica es otra de las pasiones del actual catedrático de literatura en la Universidad de Antioquía, casa de estudios que en 2009 le encargó el ensayo Novela histórica en Colombia 1988-2008: entre la pompa y el fracaso.
Me encontré ante una gran fascinación de los escritores colombianos por el pasado y una necesidad de contar esas historias. Pero la mayoría de su visión es elogiosa. Me dio la idea de desmontar esa visión del pasado colombiano. Escribí un libro de relatos donde trato de demoler irónica y sistemáticamente todo ese patriotismo que caracteriza al colombiano, todo ese nacionalismo un poco adolescente.
Lo que me interesa de la novela histórica es ir en contra o a contracorriente de los discursos oficiales de la historia, ponerlos en tela de juicio, cuestionarlos, inquietar al lector, mostrar otras realidades, otras facetas del pasado”, añade.
Y eso es lo que hace en Tríptico de la infamia, novela que significa, dice, una prueba de madurez. “Logro recrear el pasado, reinventarlo, mostrar esas figuras tan desvalidas, tan desconocidas, del siglo XVI que son los escritores protestantes europeos”.
El autor de las novelas La sed del ojo (2004), Lejos de Roma (2008) y Los derrotados (2012) admite que sus cuatro obras de este género “tratan de la relación del artista en medio de sociedades turbulentas, altamente agresivas y represivas. En ese sentido, hay una gran desesperanza.
Pero, por otra parte, existe un intento de mostrar que el artista es la única sensibilidad sensata que hay y es a partir de ella que el lector encontrará cierta luz, cierta esperanza o cierta debilidad humana”, apunta.
Un país desmemoriado
El autor de otros títulos como Viajeros, Habitantes y Réquiem por un fantasma revalora el papel de la memoria. “Es importante no olvidar el pasado, sobre todo en un país tan desmemoriado como Colombia. Las novelas las he escrito en tanto que soy colombiano. Voy hacia el pasado, me separo un poco del centro, soy excéntrico, voy hacia fuera, hacia lo que no es colombiano, pero para mostrar por reflejo lo que está pasando en nuestro país.
Colombia es uno de los países más alegres de la Tierra, pero su ambiente está lleno de una infamia espantosa. Ha sido dominado desde su historia y hasta ahora por poderosos crueles que no nos han dejado en paz. Para poder exorcizar un poco esa sensación de desamparo que he tenido, por el poder del Estado, de la guerrilla, de los ejércitos, las bandas criminales, la violencia, por eso escribo”, cuenta.
Montoya aclara que no le interesan las novelas mediáticas, la literatura que tiene como protagonista al narcotráfico, al sicario, al militar o al guerrillero, “obras permeadas por lo comercial, pensadas para el cine, novelas negras de moda. Soy escéptico ante todo esto.
No me dedico a rastrear la violencia, sino a darle voz a las víctimas, mostrar su dolor desde otra perspectiva. No he olvidado ni me he alejado, ni he dejado de mostrar la realidad que me rodea, pero, al lado de ella, me han interesado otras situaciones que tienen que ver con la condición humana, el exilio, la fotografía erótica, literatura y música, literatura y fotografía. Mi obra pone a dialogar las diferentes relaciones del hombre contemporáneo”, concluye.
El escritor, quien recibirá el Rómulo Gallegos el próximo 2 de agosto en Venezuela, espera una reedición internacional de Tríptico de la infamia, que lleve a su novela ganadora a México, Argentina y España.