DF 7-J: nuevo reparto de poder

La candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas en 1997 le dio al PRD el control político y social total del DF, pero a partir de la concepción de que la capital de la república era progresista o antipriísta. A dieciocho años de distancia, el PRD perdió sus ideas, el progresismo se transformó en asistencialismo y la coalición dominante en el perredismo se fragmentó.
Las elecciones legislativas federales y capitalinas y el relevo de jefes delegacionales va a repartir el poder político como preludio de la catástrofe perredista que se avecina en las presidenciales de 2018: el PRD va a mantener la mayoría porque controla las masas vía programas asistencialistas, pero ya perdió la legitimidad política de la izquierda. Las tendencias de voto apuntan a mostrar al PRD como la primera minoría política en el DF.
El PRD confundió legitimidad con maquinaria de poder. No hay absolutamente ninguna diferencia entre el DF del PRD con el DF del PRI en cualquier de sus fases políticas, desde Corona del Rosal a Manuel Camacho: los capitalinos han sido usados como masa y no como sector político. El miedo al regreso del PRI —que paulatinamente va disminuyendo— ayudó al PRD en elecciones pasadas. Ahora las cosas han comenzado a cambiar: la corrupción, la ineficacia de gobierno y el control social de masas ha menguado el dominio del PRD.
El PRD ha visto en el DF un espacio de poder político: Cárdenas, López Obrador, Ebrard y ahora Miguel Ángel Mancera han usado el gobierno capitalino como trampolín para la candidatura presidencial, pero la base de votos local ha sido insuficiente para disputar la presidencia: 2 millones de votos con Cárdenas, López Obrador y Ebrard y 3 millones con Mancera, cuando la presidencia se gana con cuando menos 20 millones de votos. El ejercicio electorero del poder ha confundido el voto cautivo de las masas que dependen del dinero regalado por el GDF vía programas asistencialistas con el perfil progresista de otra parte del voto. En el 2000 el sector progresista usó su voto para la alternancia y la presidencia la ganó el PAN con Fox y no con Cárdenas y el PRD.
A lo largo del tiempo histórico de dieciocho años, el DF no ha mejorado en calidad de vida. Si acaso, la única novedad han sido los segundos pisos pero terminaron mal hechos y como una obra cobrada al usuario en una doble tributación: al pagar los impuestos y al cobrar cada vez que se usa porque son vías concesionadas y benefician a los empresarios constructores. El transporte público para el pueblo ha sido, como se ve en la superficie del fraude de la Línea 12, una fuente de corrupción.
Las posibilidades de cambio político en el DF van a depender del cruce de las coordenadas del asistencialismo social con el de la toma de conciencia de los capitalinos. El PRD gobierna en el DF sólo para mantener el control de su base de votos, no para elevar la calidad de vida para todos. El porcentaje de abstención tiene que ver con ciudadanos de clase media para arriba que prefiere no votar a hacerlo por el PRI o por el PAN, exactamente el mismo modelo político-electoral que inventó el PRI a nivel nacional de 1929 al 2000.
Los datos relevantes en las próximas elecciones locales no estarán en las cifras de la victoria sino en la disminución del volumen de votos perredistas, el alto grado de abstención social, la fractura de la hegemonía perredista por la aparición del movimiento Morena de López Obrador y el avance electoral del PRI y del PAN.