Crisis asocia a museos mexicanos

Inmersos en un circuito global y, a la vez, en un trance económico local, los museos mexicanos, públicos o privados, apuestan por redes de colaboración que permitan mantener su calendario de exposiciones con un menor costo. Dividir, pues, con sus homólogos gastos de producción al compartir curadurías producidas principalmente en el extranjero.
Es el caso de la retrospectiva de Annette Messager, que entre 2010 y 2011 transitó por el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO), el Museo Amparo de Puebla y el Antiguo Colegio de San Ildefonso. Lo mismo la de Ron Mueck, que hace cuatro años se presentó en el MARCO y en San Ildefonso y la reciente revisión sobre Henri Cartier-Bresson, que cierra su itinerancia en el Palacio de Bellas Artes tras estar en el Centro Pompidou de París y en la Fundación Mapfre, en Madrid.
“Los recortes presupuestales afectan la educación y la cultura, y son resentidos por todos los museos; por eso buscamos este tipo de estrategias, para ver cómo satisfacer la demanda pública y mantener un nivel estándar de exposiciones. Es momento oportuno para que directores de museos vean las posibilidades de colaboración para abatir los presupuestos, y, a la vez, hacer que las exposiciones se queden más tiempo en México”, señala Ery Camara, coordinador de exposiciones y registro de obra del Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Si bien los museos se asisten desde antaño, en la última década la colaboración va más allá del préstamo de obra para un proyecto en particular; tratan de ser socios, en el sentido literal, para la adquisición de un producto expositivo y negociar juntos los costos de producción desde el embalaje, el traslado y el seguro hasta el montaje de la obra.
Es aprovechar el “viaje” de una colección, dice Jaime Rosales, director administrativo de MARCO, para presentarla en varias sedes y así extender lo más posible la presencia de la obra en el país. El ahorro se ve directo en la disminución del presupuesto necesario para una exposición y, en suma, el museo consigue insertarse en el circuito internacional cultural, como lo hizo el Museo Rufino Tamayo Arte Contemporáneo al ser una de las sedes en Latinoamérica de la retrospectiva de Yayoi Kusama.
“He vivido varias crisis económicas y siempre el modelo de circulación de obra de arte se sostenía a través del subsidio del Estado, porque somos un país donde el Estado es el que lleva el patrimonio cultural de la nación; pero, en este caso, creo que ya están (los museos) soltando esta función, porque el Estado nacional ha cedido al capital trasnacional ante todos los rubros, no solamente en lo económico y político, también lo cultural”, añade José Manuel Springer, crítico de arte.
A ello agrega Rosales: “Cuando hay una etapa de crisis a nivel nacional, claro que se afectan proyectos, desde el caso de ya no crearse o verse afectados en su propuesta final; tal vez no se traen las piezas completas, por ejemplo, si eran 100 y tal vez sólo traemos 80, pero la idea es no afectar la exposición, por eso se buscan modos de revertir esta situación”.
El Antiguo Colegio de San Ildefonso, al carecer de una colección de bienes muebles –mismo caso del Museo del Palacio de Bellas Artes–, recibir curadurías internacionales ha sido un modo de producir contenido y desde el 2006 colabora con recintos estadunidenses y europeos mientras que es, a la vez, el puente con espacios de otros estados del país.