Los «Salados» Toluquitas

Los gobernantes siempre dieron una especial importancia al asunto de la suerte. Saber cuáles eran los augures de los adivinos antes de tomar decisiones trascendentales era básico. Sobre todo, indagar «el apetito de los pollos» el día crucial.
La suerte es un evento que ocurre más allá del control de uno, sin importar la voluntad propia, la intención o el resultado deseado, coinciden casi todos los que han estudiado por años seriamente el tema.
Estadísticamente, el fenómeno de la suerte o la fortuna, puede ser definido como «el resultado positivo de un suceso poco probable, tras un número reducido de intentos relativos a anteriores experiencias o predicciones».
Richard Wiseman, científico inglés de la Universidad de Hartfordshire lleva diez años estudiando la suerte. Quiere saber por qué algunas personas están en el lugar correcto, en el momento preciso, mientras otros sólo viven una larga cadena de fracasos.
La mayoría no está consciente de las causas que originan su fortuna. Sólo los pensamientos y el comportamiento de cada quien son los responsables de su buena o mala suerte, explica.
Dice Wiseman, además, que las personas sin suerte tienden a ser cada vez más ansiosas, condición que no les permite percibir cosas y situaciones inesperadas, que suelen ser mejores a lo pensado originalmente para buscar la fortuna.
La gente afortunada es mucho más relajada y abierta, por lo que ve? «lo que está ahí, lo que hay», en lugar de «lo que buscan», por lo que hay que estar abiertos a nuevas experiencias y «antes que nada, visualizarse exitoso», dice el autor de Losers.
Nuestra suerte: más bajas que altas
“Cuando no te toca, ni aunque te pongas; cuando te toca, ni aunque te quites”, dice el conocido refrán mexicano. El racionalista siente que la creencia en la suerte es el resultado de un pensamiento ilusorio. La explicación científica tiene que ver más con interpretaciones probabilísticas.
Jean Paul Sartre y Sigmund Freud siempre pensaron que la creencia en la suerte sintetiza la fuga de cualquier responsabilidad personal. Los que creen en la mala suerte es sólo porque llevan un estilo de vida arriesgado.
Un tema muy apropiado para el momento mexicano, pues el pesimismo sobre la suerte de nuestro país es un asunto compartido por todo el mundo. Tal parece que se nos cumple la maldición china de «tener una vida interesante», en cuanto ésta atrae más bajas que altas.
Los políticos de estas latitudes? latinoamericanas siempre han creído en el mal fario gitano (del árabe «far»: augurio). Para ahuyentarlo, Leónidas Trujillo mandó a levantar un enorme faro en honor de su madre, cuando ésta murió, para alejar de la Dominicana las malas vibras de los espíritus.
?La madre del patriarca boliviano José Torres atribuía su mala suerte a que, por no haber sabido ella que él iba a ser presidente, no le enseñó a tiempo a leer y a escribir.
En 1836, siendo presidente de la República, Antonio López de Santa Anna, tenorio, gallero y jugador, ganó la Guerra de los Pasteles contra Francia, pero por su mala suerte, decía él, perdió la pierna en el combate de Veracruz. Para erradicar su mala estrella, la mandó enterrar, con toda pompa, en la Catedral Metropolitana. Pero la pierna se perdía, coincidentemente, cada vez que caía del poder y era tradicionalmente arrastrada por la turba a lo largo de las calles.
Cada vez que regresó a tomar el poder –once veces,entre 1833 y 1855– volvió a enterrarla bajo palio y con Te Deum en la Catedral de la ciudad de México. ¡Luchó contra la fatalidad once veces!? A veces se dio golpes de Estado a sí mismo para comprobar que había ahuyentado a su mala suerte.
Sin embargo, todos sabían que su buena suerte fue siempre producto de romances con las hermanas y tías solteronas de los caudillos insurgentes. Aunque perdió los territorios de Texas, Nuevo México, Arizona, Nevada, partes de Utah y Oregon y toda la California, le fue bien en todos los negocios.
Exiliado en Nueva York, formó una peculiar sociedad con el industrial Thomas Adams, de la que se derivó la fabricación de los famosos “chiclets”, con goma de mascar de árbol de hule, producida en las tierras veracruzanas colindantes con El Lencero, hacienda xalapeña que había adquirido el dictador por 50 mil pesos en 1842.
Terminó su vida como un miserable cojitranco, pensionado por el gobierno de Lerdo de Tejada en la ciudad de México, pero le pusieron un palenque para saciar su gran ludopatía en San Agustín de las Cuevas, hoy delegación de Tlalpan en el DF.
Habiendo celebrado nuevas nupcias con la simpática jarocha Dolores Tosta, de un natural muy político, ella empleaba los dineros de la pensión para contratar ejércitos de mendigos en los mercados que le hicieran antesala al desquiciado dictador y lo llamaran “señor Presidente”. Al oír las peticiones de los mendicantes y confundirlos en sus alucinaciones con peticionarios de todo tipo de favores, el viejo truchimán dictaba a un secretario puesto a modo, ordenando a todo mundo empleara a fondo sus oficios para resolverlas. Así murió, feliz, pleno en su senilidad.
El mal fario en América Latina
Juan Vicente Gómez, astuto político andino que fue presidente de Venezuela, entre 1908 y 1935, y que a la mitad de su largo mandato, sospechoso del mal fario en esa república, quiso averiguar primero quiénes eran sus amigos.
Para ello, mandó anunciar públicamente su muerte y al estallar el júbilo popular con la noticia, el dictador, escondido detrás de una cortina de palacio, mirando a la plaza pública, ordenó sumariamente: fusilen a ése, cuelguen a aquél, a ese otro échenlo a los cocodrilos.
Cuando, en efecto, murió Gómez, rodeado, según la leyenda, por centenares de hijos naturales, el público no dio crédito esta vez a la noticia. ?Fue necesario sentar en su silla presidencial al tirano, uniformado y con la banda sobre el pecho, mientras el pueblo pasaba en fila, lo miraba y admitía: esta vez sí se murió.
Leónidas Trujillo nombró General a su pequeño hijo Radamés e hizo todos los trámites ante el Vaticano y ante su brazo político, el Partido Demócrata Cristiano para llevar a cabo la canonización de su madre, en cuyo homenaje había erigido un faro para ahuyentar el mal fario.
El dictador centroamericano Maximiliano Hernández, teósofo y cultivador de orquídeas, llegó a jactarse de su buen fario, al prevenir un azote de escarlatina mandando a forrar de papel de china rojo el alumbrado público de San Salvador. Para acompañar el ritual ejecutó de un golpe a treinta mil campesinos.
En febrero de 1960, Dwight Eishenhower visitó Brasil, siendo recibido por el general Eurico Gaspar Dutra. Al preguntarle el brasileño de qué eran las tres medallas que colgaban de su casaca, Ike contestó que una era por el día D, otra por ser el jefe de los ejércitos aliados en la sSegunda Guerra y otra cuando fue condecorado por el Congreso de EU.
Mala suerte, producto de malas decisiones
Aquí, en tiempos del boom alemanista, eran proverbiales las caravanas de enormes carros Packard que salían por carretera rumbo a Catemaco, Veracruz, trasladando políticos avilacamachistas caídos en desgracia, para ver si los efluvios de esa Laguna podían traerles un poco de la suerte con la que esas tierras habían bendecido al dientón de Sayula.
Asimismo, fueron recurrentes las anécdotas de quienes iban a Tlacotalpan a entrevistarse con el gurú de la Cuenca, Pichoseco, quien al no tener todas las respuestas, sólo alcanzaba a balbucear: «No te avientes que está hondo».

Es generalmente aceptado que la mala suerte es producto de pésimas decisiones. Las que toman aquí los poderosos siempre son, sin chistar, cargadas a la cuenta de nuestros impuestos. Por eso, el que manda, manda, y si se equivoca, vuelve a mandar. Pero la paciencia tiene un límite. Tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe.

Ya no queremos cargar con tantas equivocaciones. Menos, cuando ellas ponen en peligro la viabilidad de la Nación. El asunto del satélite reventado en una aventura mexicano- rusa está provocando tanto revuelo en el gabacho como el que provocó adjudicarle el tren bala a los Orientales.?

Por buscar la ?$uerte, Ruiz Esparza ha metido a nuestro país en dos conflictos geoestratégicos con los mandones del Norte. Es hora de que alguien pague los platos rotos. Nosotros ya no.

Tenemos mala suerte en el precio del barril, en las predicciones del PIB, en el futuro de la reforma fiscal, en el empantane de las «estructurales», ¿no será que el otro «salado» es el virrey Videgaray?

Quiere tener suerte, pero no investiga otras posibilidades. ¿Qué tal si se fuera de embajador a alguno de los estados de gran influencia islámica?

¡Como si estuviéramos los mexicanos para soportar «salados»!

Índice Flamígero: Hace poco menos de un mes el Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson, pronosticó que conforme avanzaran las campañas en México se polarizarían en dos partidos en ciertas entidades. San Luis Potosí es una de ellas. Sin embargo ahí ocurrió algo más interesante, la candidata panista Sonia Mendoza Díaz, no solo alcanzó a su adversario, Juan Manuel Carreras, representante del PRI, si no que remontó y ahora lo supera por al menos 3 puntos. Según un análisis realizado por el Instituto México sobre las principales encuestas del país, Sonia Mendoza, tiene el 41% de los votos; por su parte el priísta, Juan Manuel Carreras, tiene el 37%. El PRD, con Fernando Pérez Espinosa, se despega cada vez más de los punteros. No obstante, aún queda un importante porcentaje de indecisos y abstencionistas (9-14 %), que seguramente decidirán el resultado de las elecciones. Esta proporción de electores representan oportunidad y amenaza para ambos partidos, ya que pueden por un lado sumarse al voto útil que apoyaría al PAN, o anular su voto y beneficiar al PRI que con su voto duro obtendría mejores resultados. En las próximas semanas ambos punteros lucharan encarnizadamente en separarse de su rival en al menos 5 puntos. El empate técnico no es suficiente para ninguno de los dos partidos. Quien resulte ganador desea y necesita hacerlo con una ventaja significativa, ya que le otorgaría la legitimidad que necesita para iniciar un gobierno fuerte.

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