La privación del sueño y sus consecuencias

Son tantos los trastornos del sueño que existe un área de la Medicina especializada en analizar las variaciones fisiológicas que ocurren mientras dormimos, diagnosticar problemas durante nuestro descanso y decidir el tratamiento más conveniente.
Medicina del sueño, respuesta a insomnio, somnolencia, sonambulismo
Dormir es absolutamente necesario, tanto, que los seres humanos dedicamos una tercera parte de nuestra vida a esta actividad que cumple con funciones fundamentales para el buen funcionamiento del organismo, toda vez que nos permite recuperar la energía, almacenar la información recibida durante el día e incluso consolidar el aprendizaje de las experiencias cotidianas.
La privación del sueño provoca cambios en la conducta, fatiga, bajo rendimiento, irritabilidad, desorientación, ansiedad y, en casos más graves, hipertensión arterial, infarto cardíaco y problemas psiquiátricos. Algunos estudios han aventurado una hipótesis que parece tener argumentos de peso para afirmar que existe una conexión entre los trastornos del sueño y el estrés del sistema inmune, lo que significa que mientras haya un desequilibrio en nuestro ciclo de sueño estaremos en desventaja ante el ataque de microorganismos indeseables.
De acuerdo con estadísticas recientes se sabe que casi un tercio de la población mundial padece trastornos del sueño, lo que, por otra parte, se traduce en problemas de salud con alto costo social y económico.
Ciencia e historia
El interés científico y clínico por las alteraciones del sueño surge a principios del siglo XX, con la aparición de los libros La interpretación de los sueños, del austriaco Sigmund Freud (1900), y Fisiología del sueño, del francés Henri Piéron (1913). Sin embargo, se considera que el despegue definitivo de las investigaciones se produjo durante el decenio 1950-60, con la demostración de la existencia del sueño de movimientos oculares rápidos (sueño MOR o REM, por sus siglas en inglés) a través de registro electroencefalográfico (EEG), y del ciclo del sueño/vigilia.
Con el encefalograma se obtuvieron lecturas eléctricas durante el sueño y se detectaron dos etapas: sueño rápido y sueño lento, MOR y no MOR, respectivamente, conducta ésta última que se refiere al tiempo que pasa un individuo dormido (entre 75 y 80 % del total) y que se caracteriza por respiración lenta, relajación de los músculos y descenso de la presión sanguínea.
Estos fueron los primeros pasos y el antecedente directo de laboratorios del sueño, los cuales, a su vez, sirvieron como base para el desarrollo de las modernas unidades del sueño con las que cuentan numerosos hospitales en la actualidad.
Con el mismo propósito y con mejores medios técnicos, la Medicina del Sueño opera hoy desde una perspectiva multidisciplinaria que implica disciplinas como Psicología Clínica, Neurofisiología, Neumología y Medicina Interna, y se vale de la más avanzada tecnología para estudiar las alteraciones asociadas al sueño.
“Rey de los
trastornos”
El padecimiento del sueño más común es el insomnio, mismo que “se define como la incapacidad para iniciar y continuar el sueño en cualquiera de sus modalidades, ya sea porque un individuo tarda en dormirse o, ya dormido, se despierta y no pueda volver a ese estado, o incluso se despierta más temprano de lo habitual. Esta conducta puede catalogarse como insomnio temprano o inicial, intermedio o final”.
Así lo establece el médico psiquiatra Alfonso Martín del Campo Laurents, fundador de la Clínica de Trastornos del Sueño del Hospital General de México, dependiente de la Secretaría de Salud y localizado en la Ciudad de México, quien asevera que el insomnio se puede dividir en dos grandes grupos: “El insomnio primario o psicofisiológico, que aparece a consecuencia de estrés, tristeza o nerviosismo, es decir, situaciones específicas que alteran el ciclo del sueño durante una o varias noches, y que no debe considerarse propiamente una patología (enfermedad)”.
En cambio, el insomnio secundario “es el que le sigue a una lista interminable de problemas, entre los que destacan como causas principales el dolor y alteraciones gastrointestinales o respiratorias. Hablamos de personas que tienen una enfermedad crónica degenerativa (de larga duración y que se acentúa), como artritis, problemas de columna y dificultad para respirar, lo que frecuentemente promueve que se pierda la continuidad del sueño”, dice el experto.
Dentro de los trastornos más comunes también hay que citar a la hipersomnia, que consiste en cantidad excesiva de sueño, o bien, en somnolencia exagerada durante el día que no cede, aunque se aumenten las horas de sueño nocturno.
Otro caso muy frecuente es la parasomnia, trastorno en el que un individuo presenta un despertar parcial desde los niveles más profundos del sueño no MOR; ocurre una vez cada noche, normalmente durante las 2 ó 3 primeras horas desde el inicio del sueño. Aquí se incluyen terrores nocturnos, pesadillas, sonambulismo (moverse o caminar dormido), calambres nocturnos en las piernas, síndrome de muerte súbita nocturna en niños y adultos (suspensión inesperada de la respiración), así como crisis epilépticas (desorden eléctrico en el cerebro) asociadas al sueño.
Una alteración bastante conocida es la narcolepsia o tendencia incontrolable a dormirse durante el día.