Ecos colombianos; colectiva en la Galería OMR

Un inventario de relatos sobre el pasado y presente local de Colombia, con ecos en todos los países latinoamericanos, es La vorágine, exposición colectiva que presenta la Galería OMR con la curaduría de Óscar Roldán-Alzate, quien ofrece una suerte de remolino de historias sobre la tradición, el territorio, la muerte, la violencia, la política, el tejido social y la memoria.
Con obra de una docena de artistas colombianos de diferentes generaciones y trayectorias profesionales, la curaduría parte del concepto vorágine, entendido como una tempestad en la realidad, para entonces plantear un abanico de relatos con interpretaciones sobre el presente caótico que agobia a Latinoamérica.
Roldán-Alzate explica que tomó el concepto de la novela del escritor colombiano José Eustasio Rivera, en la cual la historia se enmarca en la agobiante selva amazónica; y de ahí propone un escenario sobre la crisis de Colombia en todos los sentidos, sin llegar a ser una monografía del país, sino un espejo en el que se refleja bien México, Chile o Venezuela.
Por ejemplo, el video Darwin (2013), de Juan Manuel Echavarría (Medellín, 1947).
Da cuenta del abandono y el deterioro de las escuelas enclavadas en poblados desalojados por la violencia. En la imagen aparecen las fachadas de los edificios cubiertos por hierba y animales que merodean, y bien podría ser la escena de las casas baleadas de Ciudad Juárez o Tijuana.
“Esta exposición se fundamenta en el poder de la narración del arte colombiano, que hace eco a todo lo que tiene que ver con contarnos historias y contarnos la realidad. El arte en Latinoamérica es un arte que cuenta historias, parece que fuera una vocación intrínseca del arte de estos pueblos”, señala el también profesor de la Universidad de Antioquia.
A diferencia de países europeos, continúa, donde el arte con la modernidad alcanzó cierta emancipación del lenguaje, en países latinos sin pactos sociales definidos los artistas siguen deteniéndose en la historia para señalar problemas y entonces encontrar el sentido de su entorno.
El arte latinoamericano, insiste, es un conjunto de relatorías para recordar y entender el presente.
“En la exposición una de las características que hay es que las piezas parten de verbos como correr, alimentar; acciones específicas que responden a la necesidad impetuosa de aclarar la impotencia que tenemos frente a la realidad, pues el asunto es sobre la realidad compleja”, explica quien señala que la muestra fue producida ex profeso para la galería, sin tener hasta el momento propuestas para llevarla a Colombia.
En el discurso, con un recorrido libre para el espectador, participan los artistas Fredy Alzate, Carlos Castro, Juan Manuel Echavarría, Juan Fernando Herrán, José Horacio Martínez, Delcy Morelos, John Mario Ortiz, Fernando Pareja y Leidy Chávez, José Alejandro Restrepo, Abel Rodríguez y Adriana Salazar. Con obra desde el óleo tradicional y la pintura expandida, hasta el video, la fotografía y el arte-objeto.
Cada uno ofrece una historia particular desde la perspectiva de su entorno, pues para el curador el arte es una forma de hacer “historia en caliente” sobre datos del pasado. “El arte es capaz de cambiar la noción de realidad, y lo que aquí vemos es una particular visión de quienes están inconformes con el contexto que les tocó vivir y lo reformula, lo repiensa”.

Relatos como el de Adriana Salazar, en la instalación La vida de las cosas muertas, que trata sobre fragmentos de lápidas del Panteón de Dolores de Ciudad de México, sobre los cuales flotan hojas disecadas y con ello hace referencia al olvido de la muerte. “Son lápidas de personas anónimas que al ser cremadas nadie reclamó, y es interesante ver la muerte de la muerte”, comenta la artista, quien realizó la pieza en 2012 durante una residencia en México.

También destaca la historia de las pinturas de Abel Rodríguez, un indígena galardonado con el Premio Principal Príncipe Claus 2014, quien documenta con óleo el crecimiento de la vegetación en su entorno natural; en la exposición presenta tres obras que registra el desarrollo de la chagra durante un año.

“Colombia puede ser un reflejo, pero lo interesante de Latinoamérica es que nos podemos ver en las historias de los demás, porque tenemos historias cruzadas”, concluye.