Con total honestidad nunca he sentido nada por la literatura del afamado Arturo Pérez-Reverte, desde sus primeras obras no era complicado advertir buenas dosis de charlatanería y escasa sinceridad literaria. Como vi que a los mexicanos les resultaba “buen escritor”, para evitar polémicas gratuitas, decidí ponerlo en un rincón perdido de mi biblioteca y listo. Como diría el ilustre militante del teatro Luis G. Basurto: cada quien sus gustos.
La historia del plagio, como diría Jorge Luis Borges, es universal e infinita. No son muchos los que se salvan del plagio o al menos de la sospecha.
Entre nosotros son varios los famosos que incurrieron en tal manía, consciente o inconscientemente. Alfonso Reyes, Octavio Paz, Carlos Fuentes y el más notable: Sealtiel Alatriste, quien tuvo que renunciar a dos joyas: el Premio Villaurrutia y a la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM. Por razones semejantes, fueron acusados José Saramago, ni más ni menos, José Camilo Cela y el peruano Alfredo Brice Echenique. El primero lo negó enfáticamente. El segundo, pese a las muchas pruebas aportadas y a su cínica reacción, recibió el premio de la FIL de Guadalajara y un abrazo solidario de los jurados, por cierto universitarios, que le otorgaron la “distinción”. Algunas de las víctimas estaban muertas.
Cuando Paz recibió un aluvión de críticas por presunto plagiario, se limitó a responder: El lobo se alimenta de corderos.
En otros casos vivían y reportaron el escamoteo intelectual. Ante el figurón de Saramago, alzó su protesta el mexicano Teófilo Huerta, y ante Paz, fueron varios los que precisaron los autores y las ideas sustraídas: Rubén Salazar Mallén, Emmanuel Carballo y Edmundo O’Gorman, entre ellos. Alguien precisó que si el mundo fuera respetable, los plagiarios estarían en la cárcel escribiendo Mis prisiones de Silvio Pellico. Sobre el tema he trabajado largamente. Incluso publiqué una suerte de manual con indicaciones precisas: “Como escribir una novela y convertirse en best-seller.” Más adelante, uno más, debido al escándalo que produjo el arrogante Sealtiel Alatriste, asunto que se ha hecho fatigante y escabroso: “Plagio, luego existo”. Me pregunto: ¿por qué los plagiarios afamados seleccionan figuras no muy celebradas? ¿Porque en caso de ser descubierto, el escándalo es menor o fácil de acallar? Lo ignoro. Ahora la víctima es la escritora Verónica Murguía. Escribía cuando una sorpresa la detuvo: ni más ni menos un artículo suyo, publicado en La Jornada: “Historia de Sami” ahora aparecía como “Un chucho mejicano” en el libro Perros e hijos de perra del muy rico y más afamado escritor español Pérez Reverte.
A nadie le queda duda que el texto sirvió para acrecentar la popularidad del peninsular.
Pero no deja ser sorprendente que los lectores, engolosinados con el plagiario español, no hayan advertido el robo, quizá porque Verónica Murguía apenas empieza a descollar.
Ella misma hizo la denuncia y probó que el relato era de su creatividad.
Para colmo, una vez más el campeón de los plagios, Sealtiel Alatriste, como en el caso del peruano Bryce Echenique, apareció como responsable: Pérez Reverte fingiendo ingenuidad dijo a los medios: “Alatriste me contó la historia”.
La historia se duplica o triplica: idéntico a lo que le sucedió a Saramago con el texto de Teófilo Huerta.
Como conclusión es posible decir que Sealtiel es un acertado intermediario entre narradores que arrancan y celebridades que no tenían necesidad de robar textos ajenos. Está claro que el plagio ocurre hasta entre los más afamados escritores.
Hace dos días, alguien suspirando me dijo: Me encantaría escribir una obra tan perdurable y de excelencia como Don Quijote.
Repuse: No pierdas tu tiempo: cópiala, al fin son muchos quienes lo citan, pero pocos los que han leído la obra magistral de Cervantes. Es lamentable lo que le ha ocurrido a Verónica Murguía, en apariencia fue lesionada por un ladrón literario, Pérez Reverte, pero como es un pillo célebre, ahora ella se cobrará un poco de lo que le fue hurtado por dos celebridades.
Habría que indemnizarla, total, el español es rico y en euros. Ya le cobraron al fusilarse un guión cinematográfico: Gitano. Verónica Murguía no desea reparación económica, sólo una disculpa del plagiario. Y yo solicito que Sealtiel Alatriste busque una profesión más digna que la de intermediario entre autores originales y comodinas glorias.