López Obrador reventó modelo de acuerdos

A partir de su tesis de que más vale divididos porque entonces los pequeños valen más, Andrés Manuel López Obrador pasará a la historia como el principal responsable de hacer fracasar la política de acuerdos para la modernización nacional.
Mal que bien, los acuerdos han sido el camino de México para conseguir avanzar estrategias que ningún partido podría impulsar por la dimensión fragmentada de su fuerza política. Al PRI le ha costado trabajo conseguir la mayoría absoluta y más la mayoría calificada para las reformas, pero al final los consensos han salido vía la estrategia de la negociación de posiciones.
El Pacto por México fue el camino más avanzado para conciliar reformas estructurales. Propuesto como tal por el PRD de Los Chuchos ante la propuesta del PRI de definir algunas reformas, el PpM logró una amplia agenda de decenas de reformas dentro de la agenda legislativa. Sin embargo, ese mecanismo de acuerdos se convirtió en un peligro para las pequeñas organizaciones y los liderazgos populistas porque concitaba a una mayoría legislativa. Así se operó en tres rubros estructurales: educación, telecomunicaciones y energía.
El Pacto hizo a un lado el papel de López Obrador dentro de la coalición neopopulista del autodenominado progresismo y por eso el tabasqueño bombardeó el Pacto hasta desprestigiarlo; en ese juego, paradójicamente, participó Cuauhtémoc Cárdenas cuando se llegó a la reforma energética que afectaba la herencia histórica de su padre. Así, Cárdenas y López Obrador liquidaron el modelo negociador del pacto.
El PpM tenía como marco referencial el modelo de los Pactos de la Moncloa que solidificaron la transición de España a la democracia después de la muerte del dictador Francisco Franco. Sin más camino que dar el paso hacia delante en la modernización, el modelo de transición de Adolfo Suárez se basó en tres estrategias: la democracia, el desarrollo y el acuerdo constitucional. Los Pactos de la Moncloa catapultaron a España hacia el futuro de Europa pero sobre todo rompiendo las dos ataduras que operaban como lastre: la guerra civil de 1936-1939 y la monarquía. Los Pactos conciliaron la modernización institucional.
El PpM fue una versión menor de los de la Moncloa pero se localizaron en el escenario de la modernización no sólo productiva sino de la historia. La educación, las telecomunicaciones y la energía formaban parte de los acuerdos institucionales históricos del viejo régimen y sobre todo de su herencia ideológica inamovible. El dilema era muy obvio: mantener la vigencia de la ideología histórica por si mismo o reconocer su valor pero apostarle a las modernización institucional.
En modelo de los pactos sustituyó el camino de las revoluciones y las guerras civiles para reformular caminos políticos, económicos y sociales de los gobiernos. La representación de las élites resulta indispensable para darle legitimidad a las reformas pactadas. El dominio hegemónico del PRI y la propiedad del discurso histórico le permitieron al PRI reformas sin pactarlas, lo mismo a la izquierda que a la derecha. Sin embargo, la caída electoral del PRI y el surgimiento de una oposición fuerte (PAN y PRD) disminuyeron el poder del PRI para las reformas. El camino fue el de la parálisis por falta de mayoría dominante y la negociación de acuerdos con la oposición.
A la política de pactos del PRI le ayudó la ausencia de una estrategia de negociación de la oposición: el PAN ha pasado por cambios de liderazgos que han representado crisis internas, a pesar de que un panista funcional y no formal ganó la presidencia de la república en el 2000 y un panista histórico repitió la hazaña en el 2006, pero los dos sin una estrategia de reformulación del modelo de desarrollo; en el fondo, el PAN y el PRD —el primero en la presidencia de la república y el segundo en el gobierno del DF— no han representado una alternancia de proyecto sino que han buscado hacer funcionar el modelo priísta der desarrollo. Por ello es que al PRI no le ha resultado tan difícil negociar con el PAN y el PRD reformas indispensables. Las reformas neoliberales se impusieron en el salinismo por la hegemonía del PRI en el congreso y en las elecciones. Las reformas estabilizadoras con Zedillo se lograron con la negociación de un Acuerdo Político nacional en 1975 que tuvo que ceder democratización en los procesos electorales y que condujeron a la pérdida de la mayoría absoluta del PRI en el congreso y a la derrota electoral priísta en el DF.
Fox buscó acuerdos con el PRI en reforma fiscal pero se encontró con un priísmo en guerra civil interna. Y Calderón impuso la guerra contra el crimen organizado sabiendo que el PRI no se iba a oponer, pero los dos panistas se olvidaron del PRD.
El regreso del PRI a la presidencia en el 2012 se logró sin una mayoría en el congreso ni en el resultado electoral presidencial. Por tanto, el presidente Enrique Peña Nieto enfrento un dilema nada fácil de encarar: mantener el ritmo institucional de la presidencia durante seis años pero sin salir del entorno limitado para el crecimiento o apostarle a reformas pactadas con la oposición. De hecho, Peña buscó definir algunas agendas legislativas. En el PRD Jesús Ortega tuvo el enfoque mayor y propuso un Pacto muy en el escenario del pacto democratizador de España. El acuerdo salió rápido porque los partidos entendieron que tenían que ceder para ganar; y el PpM incluyó propuestas de todos, aunque no pudo consolidar un proyecto de gran reforma del modelo de desarrollo; al final, las reformas se dieron para funcionalizar el modelo de desarrollo vigente, con todo y sus contradicciones y limitaciones.
Sin embargo, el PRD encaraba un movimiento disidente: López Obrador exigió el control total del partido, lo que debía de pasar por la jubilación del grupo de Los Chuchos. La disputa llevó a la ruptura del RD en dos grandes grupos. El de Los Chuchos que se quedó con el partido y la separación de López Obrador para fundar su propio partido. Antes de salirse del PRD, López Obrador desprestigió el PpM caracterizándolo como un modo de subordinación del PRD; sin fuerza propia, Los Chuchos prefirieron reventar el Pacto.
Por tanto, el colapso del Pacto no se dio por la ineficacia de su funcionalidad sino por estrategia de un grupo político dentro del PRD. Ahora que se mantiene la falta de una mayoría consistente, el único camino para alcanzar nuevas formas de crecimiento económico pasa por la búsqueda de consensos pero nadie quiere regresar al modelo del pacto por el temor a las críticas. Pero una cosa es cierta: ante la ausencia de una mayoría suficiente para realizar reformas, cualquier partido necesita de modo ineludible a los demás. Y el único camino para consolidar acuerdos es mediante pactos reformadores.
La estrategia de los no-pactos es una jugada política de López Obrador para darle valor político a su minoría desestabilizadora. Con una expectativa de alrededor de 10% para la próxima cámara de diputados, al tabasqueño no le conviene que el PRD pacte con el PRI porque entonces él quedaría en desventaja. Y como al final tampoco quiere negociar algo, entonces su estrategia será la de mantener un sistema de minorías basadas en el funcionamiento como grupos de presión.
El modelo político de competencia de López Obrador es inoperativo: no negocia pero quiere gobernar desde su condición de grupo de presión vía la masa movilizada. Si ganara la presidencia, el tabasqueño gobernaría desde la plaza con reformas al estilo Chávez: impuesta por la vía de la movilización popular. Y como su propuesta no es una reforma integral sino programas específicos que lo fortalezcan, entonces no va a necesitar de pactos o acuerdos generales.
El PRI, en cambio, tiene una propuesta integral y necesita pactarla con la oposición. Por eso fue que el PRI se apropió del modelo del Pacto creado por el PRD de Los Chuchos. Sólo que el PRI no tiene mucha experiencia para diseñar pactos y hacerlos operativos.

Tal como está, el modelo de desarrollo necesita de reformas estructurales con mayorías estables. Y esas mayorías sólo se consiguen vía la negociación de acuerdos. En el PRI y en el gobierno de Peña tienen clara la urgencia de los pactos, pero carecen de negociadores que puedan entrarle al juego de toma y daca de toda negociación. En el PAN hay negociadores que están en la fase de definición de acuerdos, pero también tiene escasez de operadores.
El asunto es que el desarrollo mexicano seguirá mediocre mientras no se negocien grandes reformas. El PRI y el PAN hay ciertos grupos del PRD están de acuerdos, pero nadie quiere enfrentar la estridencia del discurso opositor de López Obrador, El tabasqueño sabe que un nuevo Pacto lo reducirá a un pequeño grupo de no más de 6% de presencia en el congreso, en tanto que una situación de caos económico por falta de acuerdos lo podría llevar a 15%.
El punto clave se localiza en el reforzamiento del PRD de Los Chuchos para neutralizar a López Obrador, pero con un López Obrador en pie de guerra civil contra Los Chuchos para impedir pactos reformadores que lo minimicen. Al final, López Obrador ve por sí mismo, en tanto que los pactos siempre quieren acuerdos institucionales que ayuden al desarrollo.

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