Calder, danza con paso latino en Museo Jumex

Aun cuando en más de 25 años no se exhibe en México obra de Alexander Calder (Pensilvania, 1898-Nueva York, 1976), el escultor mantuvo una cercanía afectiva y estética con el país y con América Latina, en general, que bien reflejó Juan García Ponce en un ensayo sobre el creador del arte cinético.
Calder es un gran artista revolucionario. Su ingenio siempre es sabiduría, y el experimento se convierte en un nuevo orden que sigue y reproduce las leyes de la naturaleza del cambio. Él es un continuador de formas inesperadas de equilibrio a través de las que la escultura ha dominado la disciplina de la danza”, describió el escritor, ensayista y crítico literario mexicano sobre el artista que participó en la Ruta de la Amistad en 1968.
Es este vínculo el detonante de la muestra retrospectiva Calder: derechos de la danza que se exhibirá a partir del 22 de marzo en el Museo Jumex con más de un centenar de piezas desde los móviles de alambre, hasta pinturas y joyerías que abarcan de 1920 a 1970, bajo la curaduría de Alexander S. C. Rower, presidente de la Fundación Calder, y nieto del artista.
Si bien la lectura general de la obra de quien revolucionó la escultura a mitad del siglo XX arroja un abanico de núcleos temáticos, el curador señala en entrevista que uno de los ejes centrales es la experiencia de Calder en América Latina, en particular con México, Venezuela y Brasil, países que visitó de manera frecuente a partir de 1948.
La escultura de mi abuelo fue inmediatamente reconocida y celebrada por sus amigos y colegas en toda América Latina durante su vida, y hubo una atracción mutua. Al reunir casi un centenar de obras para esta exposición mi deseo es mostrar esta vitalidad de la experiencia entre Calder y México. El título viene de un texto de Juan García Ponce, quien capta la profunda energía inherente en las obras de Calder”, abunda Rower quien precisa que la muestra incluye una documentación histórica sobre la vida y obra del artista.
El trayecto por las distintas etapas de producción del egresado de la escuela Art Students League en Nueva York, que se presenta con museografía de Tatiana Bilbao, permitirá al espectador comprender de manera directa sus búsquedas estéticas; el origen de las esculturas móviles que transformó la apreciación del espacio y la materia prima de un objeto y, a la vez, su interés por la permanencia de lo sublime tal cual lo logró con esculturas como Elefante (1927) o Aztec Josephine Baker (1929). Rower detalla que antes de Calder ya había una tradición en producir con materiales ajenos al tradicional como el bronce y la piedra, pero el atrevimiento del escultor de crear objetos tridimensionales “transparentes” produjo no sólo un redescubrimiento del objeto sino una necesidad de mirar y entender diferente el espacio. “A través de su uso pionero de materiales industriales que van desde el alambre de acero de chapa metálica. atornillada, Calder vuelve a imaginar la naturaleza misma del arte del escultor. Con la escultura de alambre, hizo objetos tridimensionales transparentes y sin masa; nunca se había visto antes.
Y con su invención del móvil, no sólo queda la escultura liberada de su pedestal histórico, sino también incorporó movimiento real, espacio energizante y con éxito resolvió el problema con el que los artistas modernos estaban obsesionados a principios del siglo XX”, explica vía correo electrónico.
Entonces lo que planteó con sus esculturas móviles e incluso con las no móviles fue una experiencia nueva de percibir el entorno al hacer dudar al espectador sobre la posibilidad de movimiento-vida de un objeto, y desde ahí surgió el arte cinético.
Cuando vemos un objeto en movimiento, nuestro cerebro piensa inmediatamente, estoy mirando a un ser vivo. Por supuesto, rápidamente vuelven a la realidad; pero en este primer momento, cuando no sabemos qué pensar, tenemos la oportunidad de ver ese objeto con nuevos ojos y tener una experiencia individualizada”.
Experimento visual que llevó incluso a sus pinturas, esculturas en madera y joyas de las cuales también se da un panorama en la exposición a fin de ampliar la percepción que se tiene sobre la producción de Calder, a veces reducida a sus móviles. De los óleos se exhibirán Santos (1956), Molluscs (1955) y Fetishes (1944), entre otras.
Para el curador cual sea el soporte de la creación de su abuelo, éstas coinciden en conceptos como sonido, montaje, materiales reutilizados y modos de intervención, que hacia su obra más madura cargó también de nociones sobre percepción, presencia, ausencia e inmaterialidad.
Un caso particular es Sol rojo que produjo para la Ruta de la Amistad a invitación del arquitecto y artista Mathias Goeritz, amigo cercano de Calder, colaboración que a decir de Rower marca una de los más “seminales” intercambios artísticos entre el escultor y arquitectos internacionales.
Hacia el final de la década de 1950, se dedicó a comisiones a escala monumental. El Sol rojo sigue siendo la más alta de estas obras, cuyos picos y puntualidad se han destacado en la Ciudad de México proporcionando un vibrante contraste con el Estadio Azteca”, concluye.
DUDAS SOBRE
DIRECCIÓN
La exposición de Alexander Calder llega tras la crisis y polémica que marcó al Museo Jumex tras la cancelación de la retrospectiva del austriaco Hermann Nitsch en enero pasado, y que incluso ha derivado en la presunta renuncia de su director Patrick Charpenel.
Si bien no hay confirmación por parte del museo o la Fundación Jumex, los rumores sobre la salida de Charpenel han sido difundidos hasta por el periódico The New York Times, no sólo por el escándalo alrededor de Nitsch, sino también a causa de la salida de la curadora Magali Arriola.
El 30 de enero pasado, el museo, a través de un boletín, informó la cancelación de la primera retrospectiva del accionista vienés en América Latina, sin dar mayor explicación. Días después Charpenel argumentó que el país pasa por una crisis de violencia y el público mexicano está muy sensible a cualquier expresión violenta, por lo que consideraron no oportuna la exposición.

A ello el artista respondió que en más de cinco décadas nunca había sido censurada ninguna de sus exposiciones, a pesar de ser muy criticadas por el uso de sangre humana y el sacrificio de animales vivos en sus acciones; aunque en el Museo Jumex no habría ningún performance en vivo, sino 40 pinturas en gran formato que sí llegaron al país en barco.