Urge Populismo Vs. Tecnocracia Entreguista

Julio César, Catilina y Druso fueron los grandes impulsores del populismo en Roma. El invaluable relator Flavio Josefo? lo atribuye a la cercanía que esos dirigentes tuvieron con la plebe.
Lo que les caracterizaba, en concreto, era el uso de iniciativas populares destinadas al mejor reparto de la tierra, al alivio de las deudas a los más pobres y la mejor participación del grueso de la población en los asuntos públicos.
En América Latina, el término populismo convoca al horrísono a la condena de medios proclives a las tendencias hegemónicas dominantes del poder y del dinero, junto a tecnócratas temerosos de abandonar la línea económica imperial que ordena la abstención estatal en la dirección de los procesos productivos.
Por lo general, se han cebado en el brasileño Getulio Vargas, en el argentino Juan Domingo Perón y en El Tata mexicano, para descargar la responsabilidad de una instrumentación de programas coyunturales, fuera de la canasta de Estados Unidos.? Todos sabemos que eso nunca pudo ser.
El populismo, argumentan, y con sobrada razón, es contrario en teoría pura a la dictadura de las cifras macroeconómicas y al proceso de desmantelamiento del Estado, logrado a través de la desregulación de los factores económicos.
Por ejemplo, el tecnócrata Fernando Henrique Cardoso, elevado al poder en Brasil por las empresas transnacionales, dijo no hace mucho que un gobierno entreguista tiene «políticas públicas prudentes y sensatas y un mayor acercamiento a Estados Unidos».
Igual que en México, los neoliberales entreguistas se la pasan quejándose como plañideras de las «maldades» del populismo, porque atenta contra las «bondades» de prácticas económicas que marginan a las mayorías y protegen a los privilegiados.
Se vitupera al populismo, porque cuando en México se ha recurrido con desespero a su implementación, es después de que han fallado en toda la línea los intentos de gobiernos grises y mediocres para arrasar con la Nación y han tocado fondo.
En contra, los tecnócratas locales, siempre han dicho que se apela al populismo cuando se quieren «manipular las necesidades sociales»; sus motivaciones, aducen, son patrimonialistas. Quedar bien con las masas para el saqueo, dicen, es la consigna de los populistas.
Continúan la argumentación señalando que el populismo siempre gira alrededor del uso desmedido del gasto público y el fácil expediente del endeudamiento externo. Para denostarlo, como vemos, incurren en muchas confusiones. El lagarto hablando de hocicos.
Empresarios dudan de la honestidad de los toluquitas
Como la culebra que se muerde la cola, nunca reconocen que la mala instrumentación de las herramientas del Estado es la que lleva a los ?ternuritas tecnocráticos a excederse en todos los rubros, para encubrir los costos de los sectores apapachados.
Los asusta, en esencia, el resurgimiento de algunos postulados populares en las campañas españolas que están dando al traste con los viejos ganchos del Partido Popular y el Socialista Obrero Español, poniendo en la punta de la estampida a la agrupación Podemos, de corte nacionalista, o el reciente triunfo en Grecia de esta tendencia.
De hecho, en México, Peña Nieto empezó su sexenio a tambor batiente, como un frenético populista de derecha, apoyado en el Pacto por México, y acabó siendo un repetidor con teleprompter de lugares comunes e insustanciales?.
No lo digo sólo yo. Casi todos los periódicos y revistas políticos más influyentes del mundo lo destacan en todos los tonos, haciéndose eco de las preocupaciones serias de los inversionistas sobre el nivel de corrupción de los fruncionarios toluquitas.
Los grandes empresarios –para los que se han empeñado en servir la mesa de todos los sectores clave del país– se la pasan deshojando la margarita.
No porque desconfíen del espíritu claudicante que anima a los «gobernantes» mexicanos, sino porque lo que han visto les lleva a dudar de su palabra y de su honradez, a la hora de cumplirlas en el escritorio, a la hora de asumir pérdidas y repartir dividendos.
La pregunta que se hacen es muy sencilla: Si un secretario de Comunicaciones y Transportes desbarrancó al corporativo chino mayor del mundo en sus especialidad de infraestructura y le quitó una «licitación» ganada, ¿qué espera a las empresas energéticas de tan mala reputación en los tribunales internacionales?
Ellos no piensan en que a lo mejor los Estados Unidos tienen un interés mayor en que los chinos no participen en ningún negocio importante en tierras mexicanas, temiendo la penetración económica «hormiga» a su país.
Como esos son negocios de grandes coyotes y de otras ligas, eso no les interesa, lo dan por sentado en los estiras y aflojas de los intríngulis comerciales. Lo que les preocupa es el lado vulnerable de los intereses locales.
En vez de confianza, lo que se
necesitan son renuncias
Lo que no pueden entender los de las grandes ligas es que los gobernantes comprendan lo que dicen.
La entrevista a Güicho Videgaray, publicada en el Financial Times, vino a comprobarlo. Es todo un monumento a la ignorancia o al cinismo. Usted escoja.
Descubre que «puede ser» que hayan perdido la confianza, y que sin recuperarla será difícil que los mexicanos entendamos que se están sacrificando por nosotros.? En concreto, les será difícil «gobernar» los cuatro años que les faltan.
Que ellos, «podrán proponer diez reformas energéticas más, pero si los mexicanos seguimos desconfiando…. no las podrán aterrizar ni llevar a buen puerto». La palabra es «confianza», ¡dice el que secó la economía, desapareció dos billones del presupuesto y se quedó con la casa de Malinalco!
Para acabarla de castrar, nos amenaza el Virrey de pacotilla: si nos dan la confianza, «la victoria sería el compromiso de México con una gestión económica prudente, en medio del resurgimiento de la tradición populista. Basta ver a Venezuela» (¡?¡?)
Si los que quisieron seguir el camino venezolano de Maduro fueron ellos, cuando propusieron una derechización y un entreguismo petrolero demencial, que sólo ha podido ser parado por la justicia divina, en demérito de nuestros saqueados bolsillos, que fueron condenados por Videgaray ¡a esperar los beneficios de las «estructurales»!
Ahora, la culpa va a ser del «populismo». ¿Se les acabaron los fantoches? Ellos eran los populistas rabiosos de derecha, ¡que todo lo apostaron a la entrega, al gasto inútil y al crecimiento de la deuda!
Y acabaron siendo sólo pasto para la diatriba, el escarnio, la mofa de la población, que ya no los soporta. Responde todo mundo, que en vez de confianza, lo que se necesitan son renuncias.
Mientras, Videgaray trata de
amonestar a la realidad
Tal parece que las declaraciones de Videgaray se hacen con preguntas que ya han sido contestadas previamente por la realidad. Así ha pasado, cuando declara que «podemos dejar de crecer», después de que eso se ha consumado?. Abre la boca siempre como un extraviado mental queriéndole tomar el pelo a quién se deje.
De que «pueden fallar? las coberturas petroleras», después de que se supo que no estuvieron ni bien programadas, ni bien hechas con los seguros de riesgo adecuados, por su culpa.
De que «puede que el gasto no fluya lo suficiente», después de que ha tomado la decisión de cerrar la llave.