¿Requerimos una reconciliación nacional?

El inédito clima de crispación que vive el país, motiva a realizar una reflexión sobre el quehacer para calmar las aguas desbordadas. En realidad la situación es preocupante y los tiempos políticos en las campañas pondrán mayor tensión en la sociedad, lo que no ayudará para calmar los ánimos caldeados, por el contrario, saldrán a relucir todos los males que nos aquejan.
Las condiciones por las que atravesamos han provocado una profunda crisis, las violaciones a los Derechos Humanos, los asesinatos, la inseguridad, corrupción, impunidad, baja economía, marginación, pobreza y muchos otros factores, han sembrado desesperanza, desconfianza, falta de credibilidad y erosión social, junto con ello una gran irritación ciudadana.
Además, estamos conscientes que las actuales circunstancias dejan a las instituciones oficiales sumamente cuestionadas, deterioradas, desgastadas y débiles, restándoles capacidad para dirimir, atemperar y superar las dificultades presentes.
Ante el panorama descrito, resulta menester la participación de mexicanos y mexicanas, que más allá de su ideología, forma de pensar, actividad o creencia, estén dispuestos a aportar su esfuerzo, en el interés supremo de la restauración del Estado.
La concordia entre los mexicanos implican fines superiores en procesos reivindicatorios y la restitución del tejido social, que requiere de un amplio ejercicio de deliberación: serio, responsable, incluyente y de auténtica voluntad.
Sin embargo, no se observan tendencias ni acciones encaminadas a ese fin, por el contrario, las autoridades siguen abusando de la gente, dejando un sentimiento de desamparo y sembrando rencores.
De continuar por ese sendero, los resultados son previsibles, ya hemos visto algunos episodios muy desagradables con resultados desgarradores, sucesos de toda naturaleza que evidencian un total desorden, cada quien hace lo que quiere, estamos entrando a un camino peligroso.
Es necesario recomponer el rumbo, urge un cambio, comenzando en las actitudes de los servidores públicos, no es cuestión de leyes, sino de su aplicación. La trampa y la chapucería reinan por todo el país, se requiere un amplio y complejo proceso de reconciliación nacional, que refrende la identidad y los valores para recuperar la confianza y credibilidad perdidas, respetarnos unos a otros es fundamental para vivir en armonía, cuestión que se ha extraviado, pues la autoridad no respeta a los gobernados y estos a su vez desconfían de ella.
Estamos entrampados en tanto que las autoridades carecen de calidad moral para iniciar una reconciliación nacional y mientras tanto, la rueda del destino sigue girando con rapidez, esperando líderes que frenen la inercia y den un golpe de timón-