Controversia entre Cabrero y Rivera en torno al aborto

Definitivamente, aseveró el Arzobispo Jesús Carlos Cabrero Romero, y en tanto que la Iglesia se ha instituido en torno de la garantía y protección de la vida, no puede ni justificar ni perdonar la comisión de delitos contra la misma, como es el caso del aborto.
Esta precisión se formuló luego de conocerse una aseveración formulada por el Cardenal Primado de México, Norberto Rivera Carrera, en torno al perdón de la Iglesia para quienes han incurrido en una situación de aborto provocado.
No es, explicó, que la Iglesia Católica busque ensañarse con quienes incurren esta lamentable situación, la Iglesia apela a la conciencia de la pareja, del hombre y de la mujer para que se abstengan de incurrió en este escenario tan triste y tan lamentable como es el negar el don de la vida a un ser que, engendrado, aún no termina de nacer.
La Iglesia apela entonces a la responsabilidad de las parejas y, desde luego, también a la responsabilidad de las personas, profesionistas o empíricos, que se prestan para facilitar y en cubrir el aborto, recordando que es un primer deber el de la Iglesia el promover y defender la vida.
En modo alguno –dijo—, se justifica el aborto; salvo que se desprenda de causas naturales (el aborto eugené-sico).
El jerarca de la Iglesia Católica dijo que no es su propósito el incurrir en contradicciones con el Cardenal Rivera Carrera, ni con nadie; simplemente –manifestó—, recordar que la Iglesia Católica es una Iglesia de vida, no de muerte.
Indicó que la recurrencia al aborto se desprende de una pérdida de valores que no le permite a algunas personas cobrar cabal conciencia de sus actos, y que se dejan guiar por el individualismo y el egoísmo que los deshu-maniza.
Al respecto de la formulación de Rivera Carrera, el Arzobispo de San Luis Potosí se extrañó por tales señala-mientos, manifestando que tendría que analizarse el contexto en que fueron expresadas estas tales palabras.
Externó, asimismo, que la Iglesia sólo podrá perdonar el aborto cuando este sea el resultado de causas naturales y, en su caso, de circunstancias muy específicas, recordando siempre que la Iglesia Católica es promotora de vida.