Chiapas, desde una visión de derechos humanos

Es difícil prometer un país en desarrollo cuando el potencial increíble que éste posee suele ser ahogado en el incumplimiento de los deberes más básicos para dar sustento y cauce a la vida en sociedad: la protección a los derechos constitucionales y humanos.
Desde luego, esta procuración tan especial de las garantías de todos necesita llevarse a cabo en todas de las entidades que conforman la nación, específicamente, en todos aquellos lugares que se encuentran clasificados en los últimos niveles de bienestar social y desarrollo económico, es decir, en lugares como del estado de Chiapas.
Es un paraíso de inocultables contrastes. Por un lado, es un sitio al cual pertenecen algunas de nuestras riquezas naturales, culturales y culinarias más bellas y valiosas y, por el otro, es un lugar que debe lidiar con problemas tales como la marginación, la pobreza, la discriminación étnica, los conflictos migratorios con Centroamérica, y la violación a los derechos humanos.
A pesar de todo esto, Chiapas es un estado con un potencial infinito que puede explotarse si se procura la protección de los derechos de la población y de sus necesidades fundamentales. Desde hace casi dos décadas, Chiapas ha recibido distintos subsidios y recursos económicos que han ido aumentando conforme transcurren los años, y ese enorme gasto para abatir la desigualdad y erradicar la hambruna de cientos de comunidades necesita ser utilizado correctamente de tal manera que el progreso sea notable y pueda combatirse cada una de las debilidades que mantienen adormecida la gran fuerza de Chiapas.
Asimismo, autoridades de todos los niveles deben mantener un diálogo provechoso con los distintos grupos indígenas y guerrilleros y luchar unidos por erradicar la intolerancia o discriminación indirecta de ciertas costumbres autóctonas que hacen de Chiapas un monumento a la pluralidad y vastedad histórica de México. Igualmente, se necesita atender problemas tan delicados como la deforestación de la selva y la imposibilidad de llevar los suministros básicos a las comunidades más pobres de la región para dar garantía de cumplimiento a las garantías humanas más elementales.
Por todo esto, Chiapas, estado al que represento con orgullo en el Senado de la República, demanda atención efectiva e inmediata para volver a brillar con fuerza. Necesita que México entero voltee la mirada hacia su realidad y se lleven a cabo las medidas justas para generar bienestar de la misma manera que hoy lo solicitan otros estados de la República. Un gran cambio de actitud es imperativo y debemos sumarnos a la causa para que Chiapas sonría plenamente.
Para hacer realidad un país mejor, debemos resanar todas las oquedades que no nos permiten construir un futuro certero con grandes oportunidades de éxito. Sólo reconstruyendo cada comunidad de cada estado, podremos dar inicio a un proyecto de nación sustentable, poderoso y benéfico para cada ciudadano de México.
Chiapas requiere que el actual gobierno estatal continúe luchando arduamente por sacar adelante a cada sector y grupos vulnerables; requiere que el gobierno federal implemente planes eficientes en consonancia con la administración del estado chiapaneco para explotar al máximo las capacidades de un paraíso sin igual; requiere de legisladores ávidos de responder a la ciudadanía con la proposición y aprobación de nuevos programas y leyes que den cumplimiento a los derechos humanos que son fundamentales para la existencia de sociedades plenas. Juntos y con visión de procuración a los derechos humanos, podemos lograr la gran revolución de nuestra tierra.
No veamos a Chiapas con esa visión paternalista; debemos escuchar y actuar por Chiapas.
Debemos hacer realidad una vida nueva para ese maravilloso rincón de México.
Debemos entender que las necesidades básicas son responsabilidad del estado de derecho y no de una triste percepción social.
Gracias, padre.
Al maestro con cariño
“Lo que Juan dice de Pedro,
dice más de Juan que de Pedro”
Sabiduría Popular
La mezquindad de ciertos intereses personales, carentes de cualquier visión social, es aquello que provoca el deterioro de la educación en nuestro país.
Todo lo que puede ser construido a favor del desarrollo intelectual de los niños y jóvenes de México suele desvanecerse en la vacuidad de las promesas y discursos rutinarios por parte de autoridades, organizaciones y algunos maestros que muestran una cínica indiferencia ante una problemática tan importante.
La preservación del derecho a una educación de calidad es, sin duda, un asunto crucial para incrementar los niveles de desarrollo de cualquier sociedad.
Por ello, México debería optar, incondicionalmente, por la generación e implementación de medidas que ayuden a combatir el modo, muchas veces perjudicial, en que operan aquellos pseudodefensores de la educación que mantienen en la opacidad y manipulan a conveniencia el avance educativo de México.
Sin embargo, a pesar de la reciente aprobación de las reformas constitucionales que pretenden incidir en el desarrollo de la educación, existen tanto opositores radicales como promotores comodinos que, con sus decisiones, denigran una profesión tan admirable como la de ser maestro. Aquellos que son líderes de las organizaciones que tienen la responsabilidad de educar a todo un país deberían manifestar, con resultados y nuevas acciones, su compromiso con el bienestar de la educación de México y de los impartidores de la educación mediante la obtención de beneficios redituables para un sistema y gremio tristemente devaluados.
Con el anunciado recorte al presupuesto federal, los dirigentes magisteriales han sido presionados para evitar alguna posible afectación a los derechos de los maestros, y la prioridad de estos líderes deberá ser actuar en defensa de millones de profesores de una manera inteligente para evitar el agravio de la propia imagen de las organizaciones que dirigen. Desde luego, para mejorar la educación no es suficiente con la pugna por los legítimos derechos laborales de los sindicalizados.

El beneficio de esta lucha también debe ser percibido por cada uno de los estudiantes y padres de familia que forman parte de la población que merece un México distinto.

Para cambiar la situación educativa de nuestro país –ubicada en los últimos lugares según los índices de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos– se necesita actuar con visión de Estado; jamás individualista.

Se debe poner en marcha la nueva legislación educativa y luchar por conseguir mejor infraestructura, capacitación y primas justas para los maestros, planes de estudio eficientes y un alumnado mejor preparado, ética e intelectualmente.

Por tales razones, es un deber general seguir denunciando las prácticas y omisiones que obstruyen el progreso de la educación mexicana y del gremio magisterial, sobre todo, aquellas que anteponen el bienestar individual al crecimiento de una sociedad como la nuestra, pues una mejor educación es vital para la instauración de un México que sigue soñando con acceder al primer mundo.

Las mejoras que necesita nuestro sistema educativo vendrán de aquellos que no utilicen la hipocresía como medio para buscar la aprobación de su gente.

Vendrán cuando unidos decidamos cambiar el futuro de todos.

Un liderazgo de verdad entiende que México es primero.

Un liderazgo verdadero debe reivindicar a los maestros.

Gracias, padre.