Ya no somos los mismos

Tratar de vendernos la idea de que los mexicanos somos felices pese a todo, es algo que puede sonar más agresivo que una palabra altisonante dirigida hacia nosotros, al pueblo, a la masa.
Es algo así como un lavado de cerebro lento pero letal, el advertirnos a cada momento que la mayoría de los mexicanos nos declaramos felices.
Esa placidez que existe, no se la debemos a ningún gobierno o administración en turno. Nuestros momentos de alegría los hacemos con nuestros seres queridos, con nuestra verdadera familia, la que se muestra como tal y a la que le correspondemos en lo posible en igualdad de circunstancias.
Así es que si desde las alturas del poder no se han percatado que los mexicanos ya no somos los mismos después de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa y de la verdadera historia de horror, más que verdad histórica de cómo habrían los estudiantes encontrado su muerte, a manos de varios elementos de seguridad y de gobierno; las autoridades están ya en el mayor de sus errores.
Desde Ayotzinapa y la idea del Gobierno federal de tratarlo penalmente como un asunto meramente local ni siquiera de las autoridades de Guerrero, sino del municipio de Iguala de esa misma entidad, para después pedirnos a los mexicanos que pese a los horrores contados de como los normalistas fueron capturados, torturados, cegados de la vida, cercenados y hasta incinerados; la verdad es que los mexicanos ya no somos los mismos.
Si alguien quiere pruebas de que la felicidad de los mexicanos no la provee el Gobierno, hay muchas:
En primera instancia, la inseguridad es asunto toral, con todo y que nos indiquen que la misma tiene niveles a la baja.
La economía, qué decir. Estamos en verdadero jaque y hasta los empresarios se sienten lastimados.
La protesta social es cosa de todos los días y de múltiples orígenes.
Sin embargo, el rasgo más sutil de que ya no somos los mismos luego de Ayotzinapa, es que el humor negro del mexicano ante la tragedia del compatriota se ha ido.
Ya no hay chistes de ninguna índole ante la desgracia de otros ya sea por fenómenos naturales, o por cuestiones imputables a una o varias personas.
Es por eso, señor presidente Enrique Peña Nieto, que ya ni siquiera es factible aplaudir ante el anuncio de medidas que mejoren la situación y la condición de nuestra sociedad.
Es cierto, de verdad que ya no somos los mismos.
Acta Divina…El presidente Enrique Peña Nieto señaló que la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa “marca la historia de Guerrero y del país”, pero llamó a que “superemos esta etapa” y “demos un paso hacia adelante”.
Para advertir… La Administración peñanietista en picada y al borde de estrellarse. Y no es chiste.