2015: el DF, la sorpresa… contra el PRD

Ante la falta de expectativas de cambios políticos, el saldo electoral nacional de junio del 2015 dejarás las cosas casi tal cual. El sobresalto esperado por el partido de López Obrador se sentirá más en el DF que en la república. Pero al final de la jornada, el pleito PRD-Movimiento AMLO dividirá a la corriente neopopulista.
El PRD va a pagar en el DF la factura del desgaste de gobierno, pero también del fracaso en la alternancia. Cuando el PRD llegó al gobierno capitalino en 1997 por la vía de la elección, la sociedad esperaba vientos frescos de la política. Pero casi veinte años de ejercicio patrimonialista del poder han deteriorado la calidad de vida social en la capital de la república.
En 1997 el PRD recogería el ambiente festivo por Cuauhtémoc Cárdenas y la posibilidad de regresar a la política con ética. Sin embargo, el PRD no hizo mas que convertir a la ciudad de México en un capital político por la vía del gasto asistencialista y el control corporativo de las masas.
Lo peor de todo ha sido la falta de alternancia: los estilos de control social priísta y el ejercicio opaco de los recursos de inversión han prohijado figuras perredistas marcadas por el enriquecimiento personal. Pero siguen igual y en algunos casos más agudos los problemas de pobreza, marginación y deterioro de la calidad de vida.
Los gobernantes perredistas no pudieron cambiar el rostro social y político de la ciudad de México. Como en tiempos priístas se multiplican las denuncias de corrupción de gobernantes, sobre todo de delegados. El funcionamiento político de la capital es igual al modelo priísta: un ejecutivo autoritario, un legislativo sometido a la voluntad del jefe de gobierno y un judicial inexistente.
La disfuncionalidad institucional en el DF es reflejo de la incapacidad del PRD para mejorar la forma de gobierno. Los delegados se dedicaron dos y medio años a ejercer el poder para construir candidaturas a los legislativos federal y local. Los niveles de pobreza, marginación y deterioro de los servicios públicos llevan a preguntas dónde están los recursos ejercidos.
Las elecciones federales y estatales en el DF mostrarán un resultado de reorganización de la correlación de fuerzas políticas: el cardenismo se fue con Cuauhtémoc Cárdenas, el lopezobradorismo se quedó con las estructuras del acarreo vinculadas a los programas asistencialistas, el ebradismo es inexistente y el mancerismo no ha alcanzado aún a configurarse.
La disputa PRD-Morena va a beneficiar un poco al PRI y parece que más al PAN. El PRD tendrá que pagar la factura de delegados ineficaces y las acusaciones de corrupción y Morena no podrá construir liderazgos a partir de validos de López Obrador, eficaces en las confrontaciones políticas pero sin experiencia en labores de gobierno.
El enfrentamiento electoral entre estas dos fuerzas va a dividir el voto. Con todo, el PRD tiene aún el control de las estructuras sociales por la vía del manejo del gasto social, en tanto que los candidatos de López Obrador tienen más presencia mediática que territorial. Los perredistas ha usado los recursos para popularidad, en tanto que los lopezobradoristas son desconocidos en las plazas delegacionales.
El voto perredista y morenista en el DF tenderá también que pagar el costo de la inestabilidad. Buena parte de la sociedad capitalina está harta de marchas y plantones y va a usar su voto para repudiar los estilos de inactividad de la autoridad capitalina. Y si en el DF no se pide la represión, cuando menos se exige que la autoridad establezca principios claros en la relación protestas-resistencia: una protesta no debe interrumpir con bloqueos la vialidad de terceros.
La división del voto entre el perredismo y el morenismo abrirá posibilidades al PAN y al PRD. Sin embargo, estos dos partidos han perdido la oportunidad de reconstruirse como partidos y de rescatar una propuesta de funcionalidad urbana. El PRI en el DF aparece inexistente y el PAN también se ha fracturado. Como estructura electoral, sólo el PRD —más que Morena— ha mantenido su presencia.
La ciudadanía capitalina también ha perdido el tiempo en quejas y no ha logrado construir instancias de intermediación política. La pasividad social ha beneficiado al perredismo movilizado. Sólo en algunas delegaciones se han creado comités de vecinos en contra de algunas decisiones autoritarias. El ambiente social ha alejado más a los ciudadanos de los diferentes niveles de gobierno.
El PRD podría perder un tercio de las delegaciones, Morena podría ganar una o dos y las demás se repartirán entre el PRI y el PAN. La oposición capitalina no ha podido en casi veinte años construir un movimiento social urbano, a pesar de que la agenda de conflictos, carencias y mal funcionamiento de instituciones habría dejado un espacio para la organización social. Los capitalinos han sido más proclives a la queja que a la organización política.
El subempleo, el ambulantaje, la inseguridad, la pobreza, el deterioro de la calidad de vida y el crecimiento de los problemas de salud, transporte y vialidad no van a encontrar soluciones ni salidas en las elecciones, por la razón de que las jefaturas delegacionales son instancias políticas y la Asamblea Legislativa es controlada por el ejecutivo local.
A la ciudad de México le falta un proyecto de ciudad, un enfoque urbano, una reorganización productiva, nuevas formas de convivencia social y un programa drástico de vialidad. Y como se ven los perfiles ya conocidos de algunos candidatos, ninguno ofrece cuando menos algún avance en la solución de la convivencia social.
Pero los tiempos urbanos de la ciudad de México aumentan rápidamente las contradicciones entre una sociedad aglomerada y una crisis urbana creciente. Las elecciones serán un reparto del poder, no un acercamiento a las soluciones.