El terrorista, el gran protagonista del siglo XXI: Mario Vargas Llosa

El siglo XXI tiene “una peste” como la que mató en 1348 en la Florencia del Decamerón a 30 mil personas: el terrorismo.
En sus distintas manifestaciones políticas y religiosas”, y el terrorista es “su gran protagonista”, dijo ayer el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, autor de Los cuentos de la peste.
Vargas Llosa presentó en el Teatro Español de Madrid la que es su última e inédita obra dramática, que se estrena, con él de actor, el 28 de enero en ese escenario.
La obra está dirigida por Joan Ollé, quien ha convertido el patio de butacas en “circo romano”, para que el público sea parte de las ocho historias del Decamerón “reinterpretado” por el escritor peruano.
“Hemos progresado, pero este mundo, muy moderno por una parte y por otra muy precario, tiene una peste que es el terrorismo.
El terrorista es el gran protagonista del siglo XXI por el temor y la preocupación que concita”, afirmó el escritor.
La “épica” de las armas de destrucción masiva, “cada vez más al alcance de quien pueda pagarlas”, ha inoculado “la peste del temor colectivo a una catástrofe en ciernes, a la muerte, como ocurre en el Decamerón, explicó.
La idea de escribir esta obra le surgió “hace muchos años”, cuando leyó a Bocaccio, porque, según dijo, le impresionó su “esencia teatral” y ha respetado toda su “irreverencia” en el plano visual, pero el lenguaje es “erótico, no pornográfico”, “bellísimo y exquisito, sin ninguna vulgaridad y con mucho humor”, precisó Aitana Sánchez Gijón, quien compartirá tablas con el novelista.
El narrador estará también acompañado en esta, la cuarta producción del Teatro Español de una obra suya, por Pedro Casablanc (Bocaccio), Marta Poveda (Filomena) y Óscar de la Fuente (Pánfilo).
De la obra de Bocaccio agregó que le deslumbró que un grupo de diez muchachos quisiera huir de una ciudad diezmada y cercada por la peste bubónica.
De la que no se podía salir, encerrándose en un jardín para “escapar” con la “fantasía y la imaginación” creando relatos.
“La ficción nació para defendernos de la adversidad. Un pueblo cargado de ficciones es mas difícil de manipular.
No seríamos tan críticos con el mundo si no fuéramos capaces de inventar otros mejores.
Esa es la razón por la que todas las dictaduras han querido controlarla.
Un pueblo impregnado de ficciones es muy díscolo”, apostilló.
Luego le “enriqueció” saber que Bocaccio había sido, hasta la aparición de la peste, “un intelectual elitista” que escribía sobre clásicos latinos y griegos.
Y con la aparición de la enfermedad se va “a todo lo contrario”, a “lo sabroso, irreverente, obsceno y vulgar”, a la “exaltación sistemática de todos los pecados capitales, principalmente el sexo”, añadió.
El autor de La ciudad y los perros relató que no ha querido adaptar el Decamerón, sino inspirarse en él para recrear “con mucha libertad, sin respetar el original, recortando las historias, añadiendo personajes o sacándolos”.
Así, ha creado el suyo propio, el duque Ugolino, “un noble solterón, amigo de la caza y la aventura”, enamorado toda la vida de la condesa de Santa Croce (Aitana Sánchez Gijón), con la que mantiene “una relación sadomasoquista”.
“Después de una vida soñando historias, uno puede convertirse en actor de ellas, vivir la ficción desde dentro, no sólo inventarla.
Es una experiencia que jamás tiene un escritor”, resaltó el autor y actor que afirma estar “aterrado” y al mismo tiempo emocionado de tener “la suerte” de participar de esta experiencia.
El autor (Arequipa, 1936) subirá al escenario como actor por cuarta vez en esta obra, tras su aparición, también junto a Sánchez Gijón, en La verdad de las mentiras, Odiseo y Penélope y Las mil noches y una noche.
La obra “solo” estará un mes en cartelera y no saldrá de gira, por los compromisos de su protagonista, Aitana Sánchez Gijón, y los del autor y actor. “A ver si puedo sobrevivir a esto”, dijo riendo el autor de Travesuras de la niña mala.
La reacción de la crítica a su actuación “no es algo que tenga presente”, porque está “muy concentrado” en superar sus inseguridades; es decir.
No desen donar de sus compañeros, no defraudar a los espectadores y, en la mayor, “la desmemoria”: “olvidar una palabra puede ser catastrófico”, bromeó.
El teatro, insistió, es “una simulación de la vida y escribir es algo muy distinto.
El retiro a un espacio para poder inventarse la vida, para darle su idiosincrasia y su tiempo.
Da una libertad infinitamente mayor que la que tiene un actor, confinado a las instrucciones del director”, concluyó el autor de Las aventuras de don Rigoberto.