Convoca Arzobispo a solidaridad para con migrantes y refugiados

La eucaristía dominical, presidida en la catedral Metropolitana por el Arzobispo Jesús Carlos Cabrero Romero, tuvo como centro la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, contando en el altar mayor con la presencia física de un nutrido grupo de migrantes procedentes de Honduras, El Salvador, Nicaragua y Guatemala, entre otros países centroamericanos, acogidos por la Casa de la Caridad Cristiana-Hogar del Migrante.
El Arzobispo convocó a la solidaridad de los potosinos con la comunidad migratoria recordando de Jesús y su familia en sus orígenes profundos fueron también migran-tes, vulnerables, necesitados de la solidaridad.
Al término de la eucaristía, Ana Moreno, una joven hondureña que viaja por el territorio nacional en compañía de su hija de tan solo ocho años, agradeció a nombre de la comunidad centroamericana migratoria la solidaridad con la que sin recibidos en San Luis Potosí y en la Casa de la Caridad Cristiana-Hogar del Migrante.
—Llegamos enfermos y cansados; encontramos las puertas y los brazos generosamente abiertos –señaló la joven madre con los ojos humedecidos por las lágrimas, pero con la voz firme, convencida, mostrando su disposición para seguir el camino en busca de mejores escenarios para su familia.
Cabrero recordó que los textos bíblicos dan cuenta pormenorizada de las corrientes migratorias, así como de las crudas separaciones de la familia, motivadas por razones políticas y económicas, por distanciamientos o, simplemente, por la necesidad de construirse un destino mejor.
Así en los inicios de la historia, se preguntaba ¿Y dónde está tu hermano? Los migrantes, son eso, nuestros hermanos a los que recibimos con cariño, con los brazos abiertos.
El jerarca católico recordó que, la Iglesia buscará, como madre, acompañarlos en el largo trecho que aún falta por recorrer hacia los Estados Unidos de América del Norte:
—No van solos, la Iglesia los acoge como una madre –les dijo.
Las banderas de los países centroamericanos ondearon en las manos de los migrantes junto con el lábaro tricolor mexicano, su anfitrión arrancado aplausos y gritos de júbilo.
Al final se reunieron todos en el centro del altar, en torno del sacerdote Rubén Pérez Ortiz y su equipo de colaboradores de la Casa de la Caridad Cristiana-Hogar del Migrante, de la Pastoral Social y Cáritas diocesana.