Crecimiento personal

En la desesperación por querer que los hijos sean como deseamos, expresamos palabras hirientes que podemos imaginar que al paso del tiempo se olvidarán, porque como son niños, no creemos en la capacidad que tienen para guardar esas ofensas en el subconsciente y, dolorosamente, causan estragos al paso del tiempo.

Nos convertimos en niños heridos con disfraz de adulto que expresamos todo lo que no sanamos en su momento a través de miedos, culpas, agresividad, indiferencia y problemas para entablar relaciones sanas con los demás.

Cuando a un niño se le restringe el afecto que merece y no le expresan palabras de reconocimiento y aprobación, se torna tímido, llorón, enfermizo, agresivo o rebelde y, lo peor, es que crece triste, inseguro o sintiéndose indigno de ser tratado con amabilidad y respeto.

En cambio, si los padres le demuestran su hijo amor incondicional, lo tratan con respeto y evitan reprimendas constantes con la gran cantidad de veces que le dicen ¡no! ¡no! ¡no! y mejor utilizan el diálogo, la paciencia y la prudencia para explicar el porqué no, crecen con una autoestima alta, se sienten merecedores del amor de los demás y lo reflejan logrando lo que se proponen.

Las impactantes investigaciones publicadas por la Dra. Stephanie Mines en su libro We are All in Shock demuestran la influencia de las emociones en el desarrollo saludable de un niño desde su etapa en el vientre materno. A sólo 27 días de iniciado el proceso de agrupación de células después de la fecundación y siendo el embrión del tamaño de un frijol, ya tiene formado su canal neuronal y el cerebro empieza a trabajar. Por lo tanto, la parte instintiva y la capacidad para sobrevivir ya está desarrollada desde el primer mes después de la fecundación del ovulo y el espermatozoide. El nuevo ser empieza a percibir lo que sucede a su alrededor. Si la situación de la madre es de constante tristeza o violencia, el cerebro del embrión siente la amenaza de no ser bien recibido y que su vida peligra por percibir las descargas de adrenalina y cortisol de la madre en estrés. Lo más triste es que esta huella quedará grabada en lo más profundo de la mente de ese ser y tendrá algún tipo de manifestaciones en los años por venir.

Lo impactos en los niños en sus primeros años también son cruciales. Creemos que ellos no se dan cuenta de las discusiones y conflictos que hay en el hogar. Imaginamos que, como está jugando o se encuentra entretenido viendo la televisión, no escucha ni entiende el dolor que puede tener su madre por diferentes circunstancias que le afectan y no es así. La evidencia más grande la puedes descubrir si te pido que en este momento tú, que estás leyendo este artículo, hagas un alto y recuerdes momentos dramáticos de tu infancia e identifiques la forma en la que pudo haberte afectado. Momentos que creíste haber olvidado y que, con el sólo hecho de hacer una introspección, afloran en tu mente.

Ahora es más fácil entender que si no hemos hecho las pases con nuestro niño interior, manifestamos mucho de lo vivido con arranques de ira, miedos infundados, relaciones conflictivas y otras expresiones.