«Diorama», una muestra de poesía hecha sonido

El lenguaje lo tiene todo: es sonido, es imagen, es forma, es pensamiento”, afirma Rocío Cerón (Cd. de México, 1972) quien lleva la poesía a soportes ajenos a la escritura, desde las artes escénicas y el performance hasta la experimentación sonora. “Cuando empecé a escribir tenía la necesidad de pensar que los poemas tenían de alguna manera transformarse o derivarse en un espacio físico, en una especie de escultura sónica”, señala.
Es la premisa de la instalación sonora Diorama, que toma como soporte los poemas del libro homónimo que Cerón escribió en 2011, pero decidió “expandir” a un espacio transitable, y será la Casa del Lago donde se presentará no sólo como una lectura en voz alta, sino a manera de acción artística a partir de las composiciones electroacústicas de Alejandra Hernández.
Si bien la pieza desarrolla tres poemas del libro en una grabación que se escuchará de manera continúa a partir de mañana, para la apertura de la obra la escritora realizará un único performance con improvisación vocal a fin de provocar una reflexión por parte del espectador tanto de la relación de la poesía con el sonido, como de los temas sociales que aborda Cerón.
“Las piezas intentan ser una reflexión de lo que estamos viviendo, no sólo en México sino en estas sociedades patriarcales donde todo tiene que ser de una manera vertical, y donde se nos olvida lo que sucede y que en el ruido sordo de la vida contemporánea están pasando las verdaderas historias”, detalla en entrevista quien interpretará los poemas Ciento doce y Cuerpo vibrátil.
El título del poemario, continúa, toma el concepto de un diorama en los museos entendido como el escenario con una realidad ficticia: “La idea era justamente plantear un cuestionamiento sobre estos dioramas contemporáneos que somos; este mundo donde todo es muy desechable y nosotros construimos nuestros dioramas sin preocuparnos por lo que realmente sucede alrededor”.
Para la Casa del Lago el ejercicio fue traducir la lírica a sonidos sin alterar su contenido, y más bien expandir sus posibilidades de entendimiento.
Así el escucha, al entrar al Espacio Sonoro del recinto, se enfrentará a diferentes canales de audio, en los que por un lado se percibirán palabras con referentes a la violencia, a la crisis social, al olvido, y por otro lado se escucharán las composiciones de Hernández.
La intención es que el público experimente una inmersión dentro de la gestualidad, la textura, el ritmo, la entonación y el movimiento de los sonidos que puede surgir a veces de las palabras, y otras veces del sonido puro. El Espacio Sonoro está dotado de una instalación de bocinas para intemperie de alta fidelidad y un sistema multicanal que permite la espacialización del sonido entre los árboles del entorno.
En ese sentido, más que una traducción literal la artista sonora produjo una segunda lectura de los poemas. “Es un trabajo abstracto e intuitivo, no se trata de una traducción de la palabra literal sino de moldear las palabras, expandir su significado. El problema es saber hasta dónde dejas que la palabra se entienda o la reinventas, hasta dónde es necesario que se escuche”, comenta Hernández.
La compositora explica que las palabras se convierten en imágenes, y a partir de esa visualización es que nacen los sonidos. Entonces el espectador no se encontrará con una melodía “bonita” en el sentido tradicional, sino con ritmos a distintos niveles que complementan el contenido de los poemas.
“El lenguaje es una parte fundamental en los compositores; por su propia sonoridad y su propia carga la palabra tiene un magnetismo. Lo que hicimos Alejandra y yo fue trabajar con la sonoridad del poema, con la estructura del lenguaje, entonces el poema toma una nueva vida en el momento en que el lenguaje se vuelve oral, y se van construyendo las piezas que son un universo entre la parte textual y la parte sonora”, añade Cerón, quien también invitó a Hernández en la musicalización del poema Sublingual.
Para la ganadora del Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 2000, la propuesta estética de “sonorizar” un poema es otorgar diferentes soportes de comprensión de la lírica, y así la palabra escrita cambia según el soporte como la voz, el cuerpo y la música. En el caso de Diorama señala que son lecturas diferentes las que ofrece el libro y la acción sonora.
“El ejercicio es entender el poder del lenguaje y su ritmo, la sonoridad del lenguaje y amplificar el sonido del lenguaje a través de los gestos dentro del propio, de un espacio que todos pueden transitar”, concluye Cerón, también editora en jefe de Ediciones El Billar de Lucrecia y fundadora de Motín Poeta.