Prostatectomía, para extirpar la próstata

La próstata es una glándula del sistema reproductor masculino que puede sufrir diversos problemas, como agrandamiento (hiperplasia) y presencia de tumoraciones. En muchos de estos casos, la cirugía es la solución más adecuada para mejorar la calidad de vida.
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En años recientes ha aumentado el interés por la salud de la próstata, glándula del aparato reproductor masculino que rodea a la uretra (conducto que permite expulsar la orina del cuerpo) y que produce el líquido que transporta a los espermatozoides durante la eyaculación. Aunque su tamaño es pequeño, similar al de una nuez, su importancia es mayúscula debido a que los padecimientos que le aquejan pueden ocasionar la muerte.
La razón del aumento en el número de problemas prostáticos en las últimas décadas es, básicamente, el incremento en la esperanza de vida de la población, ya que entre más años se vivan es mayor la exposición de la población masculina a factores de riesgo y a la degeneración propia del envejecimiento. En concreto, son dos los problemas que más aquejan a esta glándula masculina: la hiperplasia prostática benigna y la formación de tumores malignos (cáncer).
Aunque ambos problemas son de naturaleza muy distinta y su abordaje médico es notablemente diferente (en uno se emplean medicamentos que ayudan a reducir el tamaño de la glándula; en el otro se aplican radiación y medicamentos para eliminar las células anormales), tienen en común que pueden requerir de cierta intervención quirúrgica, llamada prostatectomía, que se realiza para extirpar la próstata y parte del tejido que la rodea.
Cosas de hombres
El Dr. Martín Telich Vidal, adscrito al Consejo Mexicano de Urología, describe la hiperplasia prostática benigna como “el incremento en el número de células que hay en esta glándula, lo que desencadena su crecimiento y la aparición de múltiples síntomas, como aumento de la frecuencia para orinar, incomodidad y ardor durante la micción”. Además, en etapa avanzada genera infecciones urinarias frecuentes.
De acuerdo con el especialista, este problema se manifiesta desde los 30 o 40 años y “no tiene que ver con el cáncer ni con infecciones, y no influye hábito alguno, como actividad sexual y consumo de alcohol o tabaco o algún alimento. Más bien, depende de dos factores que no podemos evitar: el paso de los años y la presencia de las hormonas masculinas, que son las que estimulan el desarrollo celular”.
A pesar de que la hiperplasia prostática benigna no pone en riesgo la vida, es evidente que modifica los hábitos de los varones que la padecen. Además de generar molestias durante la micción y sangrados a raíz del esfuerzo, la actividad sexual disminuye (baja el deseo y se presenta dolor al eyacular) y “es probable que se dejen de realizar algunas actividades o que cambien la forma en que se hacían porque se tiene la necesidad de orinar en momentos inoportunos: el paciente deja de asistir a reuniones sociales y lugares públicos, reprograma su trayecto al trabajo buscando establecimientos en el camino para ir al baño, y su sueño se ve afectado”.
El tratamiento puede basarse en el uso de medicamentos que relajan los músculos de la próstata y favorecen la presencia de flujo urinario adecuado (bloqueadores alfa-adrenérgicos) o que reducen el tamaño de la próstata (inhibidores de la 5 alfa reductasa). No obstante, un número importante de casos debe atenderse mediante cirugía, de acuerdo con la opinión del urólogo tratante.
Por su parte, el Dr. Pedro Escudero de los Ríos, director del Hospital de Oncología del Centro Médico Nacional Siglo XXI, ubicado en el Distrito Federal y adscrito al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), señala que “el cáncer de próstata es un padecimiento que no siempre presenta síntomas y del que se desconoce su origen; no obstante, hay dos factores de riesgo localizados: la ingesta de grasas de origen animal y tener antecedentes familiares directos”.
El experto asegura que esta enfermedad de la próstata debe valorarse en su justa dimensión y tomarse con mayor seriedad en México, toda vez que representa la primera causa de muerte por cáncer en varones. “De acuerdo a estimaciones del Sector Salud, cada año se registran en el país aproximadamente 6,500 casos de este mal, con una mortalidad cercana a las 4,600 defunciones anuales”.
Las manifestaciones que se asocian a este problema son la dificultad para comenzar a orinar y goteo posterior, dolor en la espalda baja o al defecar, y molestias durante la micción o al eyacular. Por desgracia, muchos de estos síntomas ocurren una vez que el problema está muy avanzado. El tratamiento apropiado para el cáncer de próstata dependerá de cada caso y del estado de evolución del tumor. En ocasiones puede emplearse radioterapia (externa, a través de dispositivos similares a los que se usan para obtener radiografías, o interna, cuando implica el uso de materiales que emiten radiación, llamados isótopos), pero también se recomienda ampliamente la cirugía. “La prostatectomía permite erradicar esta enfermedad en un porcentaje muy elevado y reduce molestias postoperatorias”, señala el experto. Preparativos y realización. Es evidente que antes de una intervención de este tipo se deberá analizar perfectamente el caso, sin olvidar que la decisión final de efectuar el procedimiento recaerá tanto en el médico como en el paciente.
, una vez que se valoren los aspectos a favor y en contra.

Algunos factores que pudieran ocasionar complicaciones son obesidad, tabaquismo, consumo excesivo de alcohol y sufrir alguna enfermedad crónica como diabetes (aumento en la concentración de azúcar en sangre debido a la incapacidad del organismo para aprovecharla), cirrosis (daño de tejido funcional en hígado) y padecimientos en pulmones, corazón y riñones.

Los estudios preoperatorios son variables, aunque los más comunes son: examen físico, química sanguínea, análisis de orina, radiografía de tórax, evaluación de la función renal, electrocardiograma (registro de la actividad eléctrica del corazón), ultrasonido transrectal (permite obtener imágenes detalladas de la región afectada) y gammagrafía ósea y tomografía, es decir, estudios complejos de imagen que se llevan a cabo cuando hay sospecha de cáncer prostático diseminado (metástasis).

Las intervenciones de próstata que se practican en la actualidad tienen ciertos alcances y limitaciones, como veremos a continuación. Las tres primeras se reservan para los casos de hiperplasia, mientras que las últimas se aconsejan si hay cáncer:

Resección transuretral de la próstata. Se emplea un instrumento especial (resectoscopio) que se inserta por la uretra, a través del pene, para extraer el tejido obstructor del interior de la glándula. Algunos procedimientos más novedosos emplean rayo láser para cumplir con este objetivo.
Incisión transuretral de la próstata. No extrae tejido prostático, sino que se realizan 1 o 2 incisiones (cortes) en el lugar donde la próstata se une con la vejiga, para que la uretra se expanda y aumente el flujo de orina.
Prostatectomía simple (abierta). Se realiza un corte en la parte inferior del abdomen o en el perineo (área detrás del escroto). Únicamente se extirpa la parte interna de la glándula prostática y la porción externa se deja.
Prostatectomía radical retropúbica. Se efectúa una incisión entre el ombligo y el hueso púbico, a fin de acceder a la próstata y nódulos linfáticos (parte del sistema inmunológico o de defensas del organismo) que hay en la pelvis. Consiste en separar la próstata y luego unir a la uretra y la vejiga. Se hace todo lo posible por preservar las terminales nerviosas relacionadas con las funciones de la vejiga y de la estimulación sexual, y se retira el tejido linfático para analizar si las células malignas se han expandido.
Prostatectomía radical perineal. Se hace un corte en forma de medialuna entre el ano y el escroto, lo que permite extraer la próstata. Es menos frecuente porque no permite tener acceso a los nódulos linfáticos y presenta mayor riesgo de ocasionar daño a los nervios.
Prostatectomía radical laparoscópica. Se practican pequeñas incisiones en el abdomen para introducir el instrumental y una pequeña cámara (laparoscopio) que hace posible la intervención “por dentro”. Una variante más novedosa es la que se auxilia de brazos robóticos, mismos que permiten mayor flexibilidad y precisión. A pesar de que estas intervenciones reducen el tiempo de recuperación, no se han generalizado en México debido a su costo.
Después del procedimiento
Es probable que durante la recuperación se deba utilizar un catéter o conducto conectado a la vejiga, a fin de reducir la cantidad de sangre en la orina y de facilitar la micción.

Además, será necesario tomar puntualmente los medicamentos indicados por el médico (casi siempre antibióticos para prevenir infecciones), beber mucha agua, evitar baños en tina, mantener adecuada higiene de la incisión, evitar ejercicio intenso hasta seis semanas después de la intervención y erradicar el consumo de café, té, refresco de cola, alcohol o cualquier otro alimento o bebida que pueda afectar la digestión o la actividad urinaria.

En general, la curación absoluta de la cirugía se produce en seis semanas, aunque se debe aclarar que si el cáncer se ha propagado, posiblemente se requiera otro tratamiento (uso de fármacos o radiación para eliminar células malignas, por ejemplo).

Finalmente, vale la pena señalar que la mayoría de los casos de hiperplasia prostática benigna y de cáncer de próstata se diagnostican en etapas avanzadas y, por ello, como medida preventiva, es necesario que los hombres mayores de 40 años se sometan periódicamente a pruebas de revisión con el urólogo, ante todo si tienen antecedentes familiares de estos problemas.