María Scherer Ibarra recuerda entrañables vivencias con su padre

María Scherer Ibarra agradece a su padre, el periodista mexicano Julio Scherer García (1926-2015), su buen ejemplo, el amor incondicional que siempre le profesó y le demostraba a través de su conversación inagotable, su buen humor o las incontables notas de cariño que todos los días le dejaba sobre el buró. A través de una carta publicada el 24 de octubre pasado en la revista “Letras libres” y que este miércoles vuelve a reproducirse a manera de homenaje, Scherer Ibarra recuerda momentos entrañables al lado de quien “la guio con ternura y buen ejemplo”. La misiva inicia: “Desde hace muchos años supe que algún día estaría sentada aquí, mordiéndome las uñas mientras escribía este texto. Lo temí apenas lo advertí”. En las siguientes líneas María señala que Enrique Krauze le compartió que planeaba homenajear a José Revueltas y Julio Scherer… “Francamente, no sé si se lo agradezco. Accedí porque creo, como en una verdad absoluta, que no hay padre como mi padre”. Reconoció que vio a su padre como un gigante hasta que se matriculó en la universidad. “Sabía, por supuesto, que era un hombre importante, querido y respetado, que todo el mundo lo conocía, lo mismo que él conocía a todo el mundo”.
“Casi todos mis maestros me interrogaban sobre él. Querían saber qué me aconsejaba, qué me confiaba sobre el oficio periodístico. La mayoría se alegraba de tenerme entre sus alumnos”, señala la descendiente del periodista. Scherer Ibarra también recordó la muerte de su madre, un mes antes de que ella cumpliera 15 años. “Nos acompañamos en el duelo y mi papá cumplió con el doble rol de la única manera posible, colmándome de amor. Fue él quien me condujo por la vida de mi madre. La conocí a través de sus recuerdos. Me contó su historia mejor que ella misma”.
Apuntó que en 1999 ella dejó la casa de su padre para casarse. “Fui la última, pero nunca tuve remordimientos de conciencia. Él aprecia la soledad.
La necesita. Nos lo ha dejado bien claro”.

María Scherer Ibarra extraña muchas cosas de su vida en común, “su compañía única, su permanente buen humor, su conversación inagotable. Pero sobre todo me hacen falta sus incesantes muestras de amor”.

Aseguró que prácticamente a diario, su padre dejaba una nota en su buró. “La colocaba ahí temprano en la mañana, antes de salir, o por la noche, cuando me encontraba dormida. Conservo muchísimas tarjetas suyas que dicen solo Te amo. Dos cajas protegen cientos más”.

Para concluir, Scherer Ibarra asegura: “Mi papá lleva años despidiéndose. “Cuando sea flor…, nos previene. Por fortuna, he alcanzado la madurez a su lado. Justo ahora, cuando mi amor por él alcanzó su plenitud, es el momento: yo también quiero honrar a mi padre, que nunca será flor. Será árbol”.