Atracomulcas: Delincuencia bien organizada

En momentos aciagos, como los que hoy vivimos en México, ?sobre todo después del regaño recibido en Washington por parte del mentiroso afro-hawaiano que no tiene ninguna autoridad para enmendarle la plana a La Pandilla Atracomulca –así la hayan manchado con enorme estulticia–, urgen severas definiciones.
Por razones de estricta supervivencia y seguridad nacional, no de seguridad pública, necesitan definir con premura lo que entienden los muchachos mexiquenses por delincuencia organizada, antes de que los cachen «en la vuelta» y descubran sus miserias, en el remoto caso de que todavía las conserven. Y, entonces sí, no tengan cómo defenderse.
Ojalá el fracasado negrito y sus acompañantes no se hayan dado cuenta de que se quedaron cortos, por no saber cuál es el antecedente que en México estrenamos desde el período colonial, cuando comprábamos los títulos nobiliarios y las mercedes reales para atracar sin compasión a nuestros semejantes… hasta ahora, que en las cúspides de los poderes político, social, económico y delincuencial se despachan solitos, con sus truculencias y consecuencias.
Ojalá no se hayan percatado ya que el verdadero problema no son los carteles de narcotraficantes que «creen» combatir, sino los batallones insaciables de los impúdicos e ignorantes fruncionarios que asaltan a diario los bolsillos del noble pueblo, cansado y escarnecido.
Y, aunque estamos hasta la madre de los carteles que asuelan nuestro país a propósito del trasiego de drogas y delitos graves relacionados con la vida, la dignidad y la integridad de la persona humana, también esperamos a diario el ramalazo de la canalla que aún no tiene esa marquesina de tamaña enjundia, pompa y circunstancia como la de los capos sombrerudos.
En efecto, hay una delincuencia bien organizada que está destruyendo al país, con mayor ferocidad y encono que la de las metralletas, secuestros, pozoles humanos, incineraciones y desollamientos. Es la que opera desde los sótanos, las cañerías y la podredumbre humana de la burocracia de cuello blanco que arrasa, sin piedad, con el patrimonio y ahora hasta con el ahorro nacional.
Y aunque hasta en los perros hay razas, tenemos que aceptar, para intentar una diferenciación entre los gandayas del aparato, que no es lo mismo el fruncionario Atracomulca que asalta con el permiso de La Pandilla en el poder, que quien lo hace a costa de su pellejo y riesgo personal. Total, con dinero baila el perro.
¿Con Permiso Para Asaltar?
Asaltar, es el verbo del momento mexicano. Se hace desde la Administración (federal, estatal, municipal), desde los partidos y las franquicias familiares que representan, desde los sindicatos, las bandas criminales del trasiego, las ONGs, el Ejército, la Marina, la diplomacia, la empresa privada, desde todos lados. Con la diferencia de que hay quienes tienen el permiso de hacerlo.
El manto de protección es tan pero tan extendido como la mitológica cabellera de Berenice, que cubría el Peloponeso egipcio y macedonio con sobrada munificencia, a la espera del regreso indemne de los guerreros ptolemaicos.
Existe una casta, un estamento de «distinguidos» mexicanos que tiene permitido saquear, concesionar, someter, engañar y exaccionar a sus semejantes, desde posiciones de ventaja y privilegio, por el simple hecho de ser paisanos, parientes, socios, compañeros de banca ,de aventura o de preferencias de los infames pandilleros.
Este segmento de privilegiados desalmados cuenta hasta con la autorización para que, en cualquier momento emerjan de entre ellos, capos de los mismos ‘destripa terrones’ –el Virrey Castillo, de Michoacán, es un ejemplo vivo–, cuando apremian los rebases. Alfredito burló a todas las mafias para quedarse solo en el cobro de los «entres».
Es todo un entretejido complejo de delincuentes organizados, bajo la máxima regla de oro de este tipo de sociedades: gracia expedita para el amigo; justicia estricta para el enemigo. Los jefes burocráticos son los verdaderos capos. Sus empleados, los auténticos sicarios.
Sólo puede robar el que tenga permiso para hacerlo. Aquél que haya jurado lealtad, obediencia y haya repartido moches a quien se debe. El que sepa que no sólo debe fidelidad al poderoso, sino que empeña el compromiso de hacerla efectiva con el alma.
Sólo así se puede formar parte del equipo de notables. ¡Ay de aquél que presuma ser parte integrante de ese núcleo y, sin serlo, cometa la torpeza de robar, pues sufrirá todo el rigor de la fuerza del Estado sobre su «infame» cabeza!
No hay Lugar para los Débiles
Hasta donde se tienen registros, el cartel de delincuencia bien organizada integrado por La Pandilla Atracomulca –hasta ahora– en el poder, no ha podido ser penetrado. Con un celo mayúsculo, todos los ojos y las orejas están al servicio del cuidado y la delación de quien siquiera ose? intentarlo.
La grasita que hacía funcionar a El Sistema, se convirtió en un tsunami de inmundicia que le ha provocado al aparato una obesidad mórbida que lo paraliza, lo carcome.
Y no es que se trate de gigantescos políticos avezados y capacitados para su desempeño. Lo que pasa es que no están dispuestos ni a perder sus enormes privilegios, ni a dejar pasar a nadie, pues «no quieren darle gusto a la plaza pública», Aurelio Nuño dixit.
Por ello es que las bandas delincuenciales de campo raso pueden cometer los estropicios que se quiera y no se les persigue. Siempre y cuando nada más ataquen y se ceben en la población de a pie, no hay problema. ?La única condición es que no avancen más allá.
Porque lo importante es cuidar el coto de caza particular, el de la componenda, el del 20 por ciento del negocio «por adelantado», se haga o no; el del trastupije. Los otros son inofensivos para ellos. No son de la estatura de su vida.
El presupuesto, el patrimonio, los haberes y los recursos naturales, los bitúmenes y el gas del país, desde el cielo hasta el infierno, son de su exclusivo uso, abuso y disfrute.? Es el paraíso prometido por sus antepasados políticos, la gloria en la tierra, el confort que se utiliza para resolver de cuajo todos los problemas económicos de ellos y sus descendientes.
Lo que está prohibido para «la prole». Aquello que solamente puede disfrutarse «porque ganaron las elecciones en 2012» (aunque haya sido desplazando a los militantes de partido, ignorando a las estructuras electorales y despreciando a los votantes que cometieron el desatino de elegirlos a cambio de una despensa o una tarjeta de Monex). Lo que se reparte por head hunters que no tienen ni puta idea de lo que tienen en las manos.
Aquello que para obtenerse, no necesita explicación ni retobo. Para lo que no hay límites. Aquello para lo que todos los delitos tipificados sólo significan categorías abstractas de expresión. Lo que para obtenerlo, se les permite derrumbar cualquier obstáculo jurídico, judicial o institucional. Lo reservado para el grosero banquete de los habitantes del Olimpo mexica y chichimeca.
Y ya hay heredero.
Alfreditito Del Mazo va por la gubernatura mexiquense que su primo no le pudo dejar en el 2011. Lo será en el 2017 –si es que antes no se derrumba El Sistema–, pues ya dejó Banobras, desde donde «financiaba» al Grupo Higa, para ser diputado federal, antesala de rigueur para que los niños ñoños (Borge, Duarte I y Duarte II, entre otros) reciban la herencia.