Peligros del sobrepeso en la tercera edad

Obesidad y sobrepeso se definen como exceso en las reservas energéticas corporales, en forma de grasa principalmente; si bien es sabido que en ambos casos la salud está en peligro, en adultos mayores el riesgo se incrementa. Este puede ser el momento en emprender acciones para evitar problemas a futuro, ¿no cree usted?
Sobrepeso, Obesidad, Tercera edad
El incremento de grasa en el cuerpo se manifiesta siempre mediante aumento de peso, pero esto no quiere decir que todas las personas que pesen más de lo que se considera normal sean obesas. Para saberlo se han establecido indicadores antropométricos como peso, talla, grosor de pliegues de la piel y circunferencias (cintura y cadera).
No obstante, el índice de masa corporal (IMC) es la herramienta médica que determina qué tanto una persona se ha excedido en las reservas de energía en forma de grasa. Para obtener el IMC, divida la cifra de su peso en kilogramos entre el resultado de su estatura elevada al cuadrado; si la derivación es menor a 24.9 kg/m2 su peso es normal, si va de 25 a 29.9 kg/m2 significa sobrepeso. Por su parte, la obesidad se define en tres clases: la primera corresponde a un índice de masa corporal entre 30 y 34.9 kg/m2, la segunda, o de riesgo, de 35 a 39.9 kg/m2 y en la última, en la que suena la alarma de peligro, el índice supera los 40.
Tome el siguiente ejemplo: un individuo cuya estatura es 1.70 m y pesa 85 kg tiene un IMC de 29, es decir, 85 kg / 1.70 x 1.70 = 85 / 2.89 = 29.4
Ahora bien, la mayoría de los adultos tienden a desarrollar sobrepeso y almacenar grasa con el paso del tiempo, principalmente porque la vida sedentaria (falta de ejercicio) se hace más común y no hay forma de eliminar los excesos acumulados. Es así que no resulta raro que en las personas de más de 65 años el IMC se encuentre entre 24 y 29, que aunque bajo ya es de riesgo para la salud.
Sin embargo, resulta muy importante tener en cuenta cuando haya que valorar los efectos adversos que se deben considerar tanto la magnitud como la distribución de la grasa. Así, la obesidad con un IMC por encima de 30, con una distribución de la grasa en estómago y cuerpo (se reconoce como androide) puede favorecer diabetes, exceso de colesterol, gota, hipertensión y padecimientos del corazón, más comunes en el hombre; pero cuando la distribución es genecoide (en glúteos, muslos y piernas), lo cual sucede en las mujeres con mayor frecuencia, no ocasiona tantos problemas, pero repercute desfavorablemente tanto sobre articulaciones como en columna vertebral, rodillas y tobillos.
Riesgos en ellas
Una de las principales causas por las que la mujer madura sube de peso es la disminución en la generación de hormonas sexuales a partir de la menopausia (última menstruación), ya que ello altera el mecanismo encargado de regular la distribución del tejido adiposo y la proporción entre músculos y grasa. A ello hay que agregar que al organismo le es mucho más difícil metabolizar lípidos y lipoproteínas como lo hacía antes, es decir, la asimilación, aprovechamiento y eliminación de grasas, lo que ocasiona sobrepeso.
Como se indicó en párrafos anteriores, los riesgos de problemas se centran en el aparato óseo de la mujer, pero también se ven afectados otros, siendo los más importantes:
Artrosis. Enfermedad degenerativa caracterizada por desgaste o destrucción del cartílago y la deformación de la superficie del hueso de una o más articulaciones. En general, envejecimiento y sobrecarga hacen que el cartílago se desgaste, de modo que la articulación pierda su sistema de amortiguación natural y los huesos sufran pequeñas deformidades que se manifiestan a través de dolor y movimiento limitado; afecta sobre todo a las articulaciones que soportan peso o que tienen exceso de movimiento, como caderas (concretamente en ingle y región interna del muslo), rodillas (en su parte interna) o pies.
Osteoporosis. Enfermedad del esqueleto que se caracteriza por disminución de densidad mineral ósea (calcio y colágeno) debido a desequilibrio en el ciclo de reconstrucción de huesos (se forma menor cantidad de tejido óseo del que se destruye), lo cual ocasiona que los huesos se vuelvan porosos, delgados y frágiles, en consecuencia, susceptibles a fracturarse ante el más mínimo esfuerzo o sin él. Este trastorno es muy frecuente en la edad avanzada, y suele afectar mayoritariamente a mujeres menopáusicas por falta de estrógenos, hormonas que el organismo deja de producir cuando se presenta la última menstruación.
¿Y ellos?
Los hombres de la tercera edad suelen incrementar afecciones en el corazón a partir de la acumulación de grasas, de ahí que podamos hablar de problemas como colesterol elevado, compuesto graso que obtiene nuestro cuerpo a partir de dos vertientes: uno, de la alimentación y el otro, el que elabora el propio organismo. El colesterol se requiere para desarrollar muchas funciones, como producir hormonas, ayudar en la formación de bilis y vitamina D, y mantener la estructura celular del organismo. Sin embargo, cuando se elevan las concentraciones del compuesto en la sangre se originan problemas de salud, siendo el principal:
Aterosclerosis. El colesterol suele acumularse en las paredes de las arterias, el cual se suma a residuos de células musculares y sanguíneas y calcio, provocando una placa que se llama ateroma, que de alcanzar un tamaño que dificulte el paso de la sangre produce este padecimiento el cual se presenta usualmente en las arterias coronarias (las que llevan sangre al músculo del corazón), en la aorta (la más grande del cuerpo),