Foros independientes, en el limbo económico

Guadalajara tiene dos foros culturales menos: La Casa Suspendida y Estudio Tres23. Ambos recintos cierran sus puertas no porque el arte escénico escasee en la ciudad, sino porque no hay dinero que soporte los gastos que implica mantener a un foro con cartelera activa.
La Casa Suspendida respiró por siete años en la Avenida Alcalde al mando de Sara Isabel Quintero, quien desde un principio apostó por crear un espacio que sirviera como plataforma para artistas profesionales y novatos, y donde además pudieran trabajar y ensayar cuando fuera necesario.
Estudio Tres23 vivió tres años instalado en la calle Argentina de la colonia Lafayette. Su director, Sergio Mendoza, optó por cerrar el foro pese a que la asistencia de público era buena. Sin embargo, una vez más, el dinero no fue suficiente para solventar los gastos que el inmueble requería anualmente para su operación.
Quintero explica que la desaparición de La Casa Suspendida obedece a factores que mermaron la autosuficiencia del espacio y su capacidad para competir ante las actividades que se ofertan en otros lugares y que invitan a espectáculos similares o de otra índole: “Cuando La Casa Suspendida abrió eran nulos los espacios independientes, y éste fue el primero en tener licencia de centro cultural”, recuerda.
Por todos los medios se intentó evitar el desplome de La Casa Suspendida. Más allá de las butacas, el espacio se acondicionó también como cafetería para dar mayor confort al público, lo que también significaba ingresos extras a la taquilla. Lo mismo pasó con Estudio Tres23, que además de teatro de pequeño formato, también amplió su itinerario a talleres y conferencias.
El cierre de estos espacios, expresan algunos miembros de la comunidad teatral, refleja a una ciudad en la que los foros independientes penden de una frágil cuerda ante la escases de recursos económicos propios, difusión y apoyo por parte de las instancias gubernamentales que tienen a las actividades culturales como una prioridad y un enlace directo e inmediato con todos los sectores sociales.
¿Por qué se van?
Estudio Tres23 y La Casa Suspendida lucharon por conseguir recursos por parte de la Secretaría de Cultura del Estado y sus instancias. Y aunque por momentos sí hubo, Sergio Mendoza recalca la importancia de crear apoyos específicos para los foros independientes, que en estos casos, empezaron sin nada, destinaron miles de pesos a producciones, escenografías y mano de obra, y al final desaparecen, prácticamente, sin nada entre las manos.
“El esfuerzo de todos estos pequeños lugares muchas veces pasa desapercibido. Cuando estén desapareciendo se darán cuenta de la falta que hacen. Nosotros colaboramos con muchas puestas en escena y otras que no se estrenaron ahí, pero se trabajaron en escenografía, ensayos. En estos lugares es donde más se gestionan proyectos creativos, no al nivel de acuerdos, contratos y presupuestos, sino de trabajo”, añade Mendoza.
Sara Isabel Quintero confía en que La Casa Suspendida resurja, si no bajo el mismo proyecto, sí en otro con las mismas características y objetivos de profesionalizar, ampliar e impulsar el teatro local. En su escenario desfilaron encuentros teatrales jaliscienses y nacionales, se mantuvieron temporadas que arrasaron con la venta de boletos y, sobre todo, se dio nacimiento a grupos artísticos que también luchan por no desaparecer del mapa escénico.
Por su parte, Estudio Tres23 prestó el escenario a todo, desde actividades para el Festival Internacional de Música (FIM), emergentes y consagrados colectivos teatrales, y hasta talleres de clown.
“En términos de espacio y contenido sí estaban contentos y usaron mucho nuestra estructura, tanto Secretaría de Cultura para la Muestra Estatal de Teatro o el Festival de Danza. También Cultura UDG produjo muchos eventos con nosotros. Las aportaciones fueron interesantes en producciones y colaboraciones”.
Para La Casa Suspendida no hay marcha atrás. Sara destaca que el espacio requería al menos 50 mil pesos mensuales para mantenimiento, renta, pago de servicios y licencia, cantidad que ante la ausencia de público complicó por completo la continuidad del punto teatral: “La Casa Suspendida es más que un grupo de teatro, es un espacio que da cabida a los independientes. Hemos lidiando con un frágil equilibrio financiero que a duras penas pudimos completar para ser autosuficientes”, destaca Quintero al añadir que el foro también nadó contra corriente ante la “falta de políticas culturales que apoyen de una manera franca y decidida a este tipo de espacios”.
Agrega que el cierre del lugar también significará la pérdida de empleos indirectos a creadores emergentes y consolidados que se albergaban en el foro para hacer de su arte un modo de sustento económico.
En el caso de Tres23, Mendoza señala que anualmente requería de un millón y medio de pesos aproximadamente (125 mil pesos por mes).
para la operación del espacio, cantidad que pensaban podía obtenerse solicitando a la Secretaría de Cultura un apoyo del 20% de este presupuesto (300 mil pesos anuales), más la taquilla generada por las obras presentadas y patrocinadores que aleatoriamente confiaron en el proyecto.
“Planteamos un modelo que no tiene pierde, que es el que aplican los teatros independientes donde sí funciona el teatro independiente como Inglaterra, España, Alemania. Buscamos financiar a través de una institución solamente 20% de nuestro presupuesto anual, que es el equivalente a una producción mediana, la idea es que con nuestra operación pudiéramos hacer rendir esto”, expresa Mendoza.