Muere el poeta Gerardo Deniz a los 80 años de edad

Lo inatrapable, lo exuberante, lo escandaloso, lo fuera de todo límite: lo exiliado en una palabra: ese es el tono poético de Gerardo Deniz”, dice Angelina Muñiz-Huberman sobre el poeta, en su libro El canto del peregrino, que dedicó a las voces del exilio.
“Llegué a México el 24 de mayo de 1942 y desde entonces sólo he pasado, en total, unos 40 días fuera de esta ciudad”, escribió por su parte el propio autor.
Gerardo Deniz, seudónimo de Juan Almela, había nacido en Madrid el 14 de agosto de 1934. Ayer falleció en la Ciudad de México a los 80 años, víctima de la neumonía.
El escritor y periodista Fernando Fernández dio a conocer la noticia a través de las redes sociales:
“Queridos amigos: les comunico con verdadera tristeza el fallecimiento, hace una hora, de Juan Almela, el poeta Gerardo Deniz”, escribió en Twitter.
Quizás conocido de manera poco estruendosa, Deniz es sin embargo “una de las cosas más importantes que ha ocurrido en la poesía mexicana en los últimos 40 años”; un autor que gozó de lectores “atentos, lectores fieles, lectores cuidadosos y entre los propios escritores había un gran interés por entender qué era lo que formulaba en esa extraña poética que tiene toda su obra”, opinó el también poeta y editor José María Espinasa.
En su país natal, el poeta sólo vivió hasta 1936 cuando su familia se marchó a Ginebra, Suiza, donde permaneció hasta 1942. Después vendría a México para ya no salir.
“Estudié hasta preparatoria. He trabajado para varias editoriales, en traducciones y revisiones. Tengo dos hijas (1962, 1963)”, enumeró él mismo apenas esos datos como lo más relevante de su vida.
También se interesó por la química, que apareció de manera constante en su poesía, y fue traductor del sánscrito y del ruso. Su erudición fue autodidacta y prudente, sólo fulgurando en sus versos.
Su entrada en el espectro poético mexicano también habría sido así, discreta pero contundente: cuenta David Huerta que la aparición en 1970 de Adrede, su primer poemario, no causó “la menor inquietud”, porque casi nadie lo escuchó.
Deniz tenía unos 36 años y se cuenta que Octavio Paz habría sido quien le alentó a publicar el libro e incluso le ayudo a conseguir editor; también sería, como recuerda Aurelio Asiain, “su primer entusiasta reseñista”. A Adrede siguió Gatuperio en 1978 y hasta 1986, cuando publicó Enroque, su poesía se volvió más constante y fecunda.
Las afinidades con otros escritores como Antonio Alatorre, Eduardo Lizalde, José de la Colina, Gabriel Zaid y Salvador Elizondo, continuaron siempre.
Adolfo Castañón, por ejemplo, recuerda en su libro Viaje a México que acostumbraba reunirse con él en la cafetería Chiandoni, que estuvo en Insurgentes esquina Parroquia, donde bebía “densas tazas de café exprés doble”. Deniz fue, sin embargo, agrega Muñiz-Huberman, un “poeta marginado mucho tiempo, como ha ocurrido con los hijos del exilio, ahora ya reconocido”.
Sus versos, con excepción de algunos poemas, no fueron editados en España sino hasta 2002 en Fosa escéptica.
A partir de 1970, agrega Huerta, comenzamos “a seguirle los pasos a Deniz; título tras título, artículo tras artículo, ensayo tras ensayo, entrevista tras entrevista, cuento tras cuento —también es narrador—”.
Espinasa considera que “su escritura extraña, difícil, arriesgada, le puso una especie de parón a una poesía que se complacía mucho en la imagen, en el fraseo, en la melopea incluso azucarada; Deniz vino a demostrar que la poesía nombraba cosas mucho más profundas que esa vestimenta neomodernista que había tomado en un momento”.
Picos pardos apareció en 1987; Mansalva el mismo año y Grosso modo un año después; también publicó Mundos nuevos en 1991; Amor y oxidente ese mismo año y los cuentos de Alebrijes en 1992. Tras la noticia de su muerte, la comunidad cultural expresó su pesar en las redes sociales.
El presidente del Conaculta, Rafael Tovar, expresó: “Luto en las letras mexicanas por el deceso de Gerardo Deniz, extraordinario traductor y poeta.
Mi pésame a sus deudos.”; el joven escritor Julián Herbert agregó, “Me entristece de veras la muerte de Gerardo Deniz, un poeta mayor de la lengua española.”; Enrique Krauze dijo por su parte: “Ha muerto Gerardo Deniz, gran poeta, traductor y editor.”.
El editor Ricardo Cayuela también se expresó: “Su poesía es un callejón sin salida de la capacidad del lenguaje de relacionar unas cosas con otras, burlándose al mismo tiempo de sí misma.”; en tanto Cristina García Cepeda, titular del INBA, dijo, “Un privilegio haberle entregado la Medalla Bellas Artes”. Deniz la recibió en agosto pasado en su casa; cansado y casi ciego, no pudo asistir a recibirla al Palacio de Bellas Artes.
Esta es sólo una parte de la obra literaria que legó Gerardo Deniz
Adrede (Joaquín Mortiz, Las Dos orillas, 1970, y Conaculta, Lecturas Mexicanas, cuarta serie, 1998).
Gatuperio (FCE, Letras Mexicanas, 1978, y Conaculta; Lecturas Mexicanas, 1988)
Enroque (FCE, Letras Mexicanas, 1986)
Picos pardos (Vuelta, 1987, y Vuelta, La Imaginación, 1992)
Grosso modo (FCE, Letras Mexicanas, 1988)
Mundonuevos (El Tucán de Virginia, Vita Nuova, 1991)
Amor y oxidente (Vuelta, La Imaginación, 1991).

Op. cit. (UAM, Margen de Poesía, 1992)

Ton y son (Conaculta, 1996)

Letritus (Taller Ditoria, 1996)

Cubiertos de una piel (Taller Ditoria, 2002)

Semifusas (Taller Ditoria, 2004)

Cuatronarices (Ediciones Sin Nombre, 2005)

Erdera (FCE, 2005)

LITERATO Y TRADUCTOR DE PRIMERÍSIMA LÍNEA
La muerte de Gerardo Deniz es dolorosa, porque se trata de una persona admirable, aseguró el narrador y ensayista Jorge F. Hernández. “Pero sobre todo, Deniz fue un poeta de primerísima línea y un gran traductor. A él hay que agradecer la cantidad de poemas que tradujo para personas que no dominan otros idiomas; fue un hombre auténtico de las letras”, dijo vía telefónica.

Y como bien dijo Ricardo Cayuela, fue un poeta que odiaba el sicoanálisis, el marxismo y el tedio. “Sobre todo quiero celebrar sus cuentos reunidos bajo el título de Alebrijes, que publicó en los años 90.

También destacó sus poemas cargados de sarcasmo y de lo instantáneo. “Lo leí como he leído a los poetas que más admiro, no de cabo a rabo, sino a salto de mata, es decir, brincando de poema en poema. Siempre estaba atento a sus publicaciones. Ahora quizá se reúnan sus libros en una nueva edición, para tener el conjunto”.

Giro impredecible

Por su parte, el narrador y ensayista Luigi Amara destacó la forma libre de sus versos: “La importancia de Deniz fue que tomó un camino muy libre, riguroso y desparpajado al que le supo dar un giro humorístico e impredecible dentro de la poesía mexicana”.

Además, dijo que el hecho de que sea tan leído por los poetas jóvenes habla de que ese giro se convirtió en parte de la ruptura necesaria dentro de la tradición solemne y lírica mexicana.

“De su obra me gustó mucho Mansalva, Adrede y Visitas guiadas, este último un libro francamente impensable en prácticamente cualquier poeta que hace una suerte de recorrido crítico y explicativo de su poesía”.

Y aunque ese ejercicio de glosar y comentar un poema ya existente para revelar sus claves en prosa resultaría aberrante, en su caso resultó un libro francamente admirable, dijo, lo cual habla de la complejidad de su obra.

Por último, el también poeta Antonio Deltoro aseguró: “Para mí es un poeta único e irremplazable, que no sólo no se parecía a algún poeta mexicano, sino tampoco a algún español. Sí, él era un poeta difícil, con sentido del humor y una gran cultura pero muy propia y extraña.

En suma, su poesía era una mezcla muy difícil de lingüística, química y melomanía, y aunque reconoce que convivió poco con él en la casa del también vate Eduardo Lizalde, influyó en toda una época de poetas y uno de los más cercanos es David Huerta, concluyó.