Bremer, el hombre del destino

Será testigo privilegiado de la formalización de relaciones del gobierno de la isla con Estados Unidos. Verá la instalación de la embajada de Washington –donde antes fue embajador—y participará seguramente de los actos protocolares consecuentes.
Apenas se empieza a avizorar la historia de la nueva composición de las fuerzas políticas de este lado del mundo, con el poderío de Estados Unidos buscando ampliar su control sobre las naciones del área, frente a la terquedad cubana en mantenerse al margen de las decisiones imperiales, pero ahora con la intención de abrir nuevos cauces para el bienestar de los habitantes de la isla.
El anuncio de la apertura de embajadas en las capitales de ambos países conlleva una serie de consecuencias, la menor de ellas, el retiro de la calificación de “Estado Terrorista”, endilgado durante décadas al gobierno de Cuba, injustamente porque visto a través del tiempo, nunca fue problema para el gobierno de Washington.
El episodio de los misiles, negociado entre Kruschev y Kennedy con un Fidel Castro de impotente presencia, aunque mucho se dijo que el mundo estaba al borde de la extinción, lo cierto es que fue un acuerdo entre quitas de mi frontera tus misiles turcos y yo me llevo mis misiles cubanos.
Todas estas historias habrá que refrescarlas y llevarlas hasta la situación actual, en la que todo mundo canta las glorias de la paz, olvidando que el Premio Nobel, Obama, ha sido más belicoso que los bushes. Y sin considerar que las decisiones en Estados Unidos las anuncia el presidente, pero difícilmente puede decirse que él las determina.
Obama, haciendo uso de sus habilidades retóricas, en su discurso sobre el tema, dijo que “ninguna otra nación se ha unido a nosotros” para imponer el bloqueo y que el acuerdo para la reposición de embajadas permitirá “dejar atrás el legado de colonización y el del comunismo, la tiranía de los cárteles de droga, de dictadores y farsas electorales para promover el sueño de nuestros ciudadanos”.
Por cierto, poco delicado al abordar tales temas porque parecen referencias a Cuba, comunismo, elecciones, pero en lo referente a colonización y cárteles de la droga parece estarse dirigiendo a los habitantes de Florida. Y su Caracortada en turno.
Para contar la historia que viene, digamos que hay un diplomático afortunado que se llama Juan José Bremer Martino, actual embajador de México ante el Gobierno Revolucionario de Cuba.
Será testigo privilegiado de la formalización de relaciones del gobierno de la isla con Estados Unidos. Verá la instalación de la embajada de Washington –donde antes fue embajador—y participará seguramente de los actos protocolares consecuentes.
Bremer Martino fue secretario particular de Luis Echeverría, presidente, y director del INBA, además de subsecretario de Cultura con Jesús Reyes Heroles en Educación Pública, y ha gozado de palcos insólitos en su labor diplomática.
Fue embajador en Suecia, un país tranquilo, estable, donde supongo que no sucedió nada que lo inquietara. Estuvo en igual posición en la República Federal de Alemania, sitio en el que pudo ver el derribo del famoso muro y la reunificación de las dos Alemanias.
Instalado en Moscú, igualmente como embajador, constató la ruptura de la Unión Soviética, los procesos del Glasnot y la Perestroika a cargo de Nikita Kruschov. El derrumbe del imperio, algo esperado pero igualmente temido.
En España testimonió los cambios apresurados en el quehacer político, “el destape” y las nuevas formas culturales en un pueblo hasta entonces cerrado a toda forma mundana de vida. Como parte de su historia laboral, apuntemos las embajadas de México en Washington y en Londres.
Ahora, en Cuba, deberá ampliar su obra literaria con el nuevo agregado de las relaciones con Estados Unidos. Bremer es autor de una extensa narración de los cambios que ha presenciado en su vida diplomática. Su testimonio en este caso será histórico.
Hoy no se ha podido construir nada para mejorar la situación anárquica, caótica y delictiva en el estado de Guerrero. No hay autoridad. Quitaron a un gobernador impresentable desde su origen y pusieron a un pobre diablo bueno para nada.
El señor Ortega es una vergüenza, una absoluta vergüenza y deberían de revisar su expediente personal antes de seguir diciéndole, “señor gobernador”.
Quizá y les ha dicho a los gobernadores, cada quien debe hacer lo suyo. En cuanto a los asuntos de seguridad, les ha dicho a los gobernadores por eso el presidente Enrique Peña ha dado un paso lateral en cuanto a los asuntos de seguridad y les ha dicho a los gobernadores, ya no caben excusas ni petición de tutela o sustitución de autoridad. Cada quien debe hacer lo suyo en vez de pedir intervenciones federales a diestra y siniestra con las cuales evada el cumplimento de su responsabilidad.
El líder de los diputados priistas, Manlio Fabio Beltrones Rivera, consideró positiva la evolución legislativa del Sistema Nacional Anticorrupción cuya fase de construcción va por el camino adecuado, de negociación y búsqueda de consenso.

El presidente de la Junta de Coordinación Política hizo notar el establecimiento de un grupo de trabajo para dirimir las diferencias entre las bancadas del PRI y el Partido Acción Nacional,

El siguiente paso es contactar con los perredistas para extender los puntos de acuerdo cuya desembocadura sea un dictamen del cual surja, por consenso con las demás fracciones, un sistema cuya necesidad es mucha desde hace mucho tiempo.