El Tepeyac vs. Atracomulco

Año tras año, por estas fechas, recuerdo con usted el cuento que es de data antigua. Tanto, o casi, como la leyenda –mito, dicen algunos– de la aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego, en el cerro del Tepeyac.
Que dizque este país cuenta en su presente con dos soluciones a los problemas que arrastra del pasado, para poder encarar bien su futuro. Seguro usted las conoce: Una sería la solución técnica. La otra, estrictamente milagrosa –en la acepción más pura del vocablo, esto es un «hecho sensible superior al orden natural, producido por Dios».
Esta última, la milagrosa, consistiría en pocas palabras en que el país dejara ya de ser el «país de cínicos» que hace ya más de dos décadas nos augurara don José López Portillo en que nos convertiríamos. Como fue.
Que, para empezar, la clase política verdaderamente sirviera a la polis –la ciudad-Estado, cual definieran en la antigua Grecia– y no se sirviera de ella, cual sucede cuando los grupos sirven a intereses personales o de su exclusiva cofradía; cuando practicando la corrupción frenan el desarrollo económico y promueven la pobreza de las mayorías defraudadas; cuando… como ahora, los Atracomulcas no dejan ir un negocio desde los cargos públicos.
Difícil se observa que se dé el milagro. Que, luego, la llamada clase empresarial de verdad sea emprendedora. Que haya mujeres y hombres que arriesguen sus capitales en México, creando empleos, pagando íntegros sus impuestos, que además no corrompan a nuestros débiles –»en arca abierta el alto burócrata peca»– fruncionarios, y que no corran de oficina pública en oficina pública y de programa radiofónico a otro, pidiendo, demandando, exigiendo «exenciones fiscales» y todo tipo de chantajistas «incentivos».
Que, por supuesto, haya un sector denominado social –iglesias, sindicatos, ONG’s— que no negocien lastimar todavía más al pueblo, a cambio de diezmos y limosnas, cuotas y aportaciones que sólo vuelven a unos pocos ricos y más ricos.
¿Se cumplirá el milagro? No, creo yo. Y eso que soy un optimista redomadamente convencido.
SIN SOLUCIÓN MILAGROSA
Ni peregrinando desde la garita de la Mesa de Otay, en Tijuana, hasta el cerro del Tepeyac, en la ciudad de México, podríamos conseguir que desde el cielo se nos concediera tal prodigio.
¿O cree usted que si, hincados, ofreciéramos a las alturas sacrificar a todititito el gabinete de los Atracomulcas en «todo el territorio Telcel» –arrancarles el corazón no, por supuesto; carecen de ese vital órgano–, conseguiríamos nuestros sanos propósitos?
Yo lo dudo. Incrédulo y falto de fe, lo confieso golpeándome tres veces sobre el pecho, no creo ya que a México le toque presenciar ningún otro milagro.
Y menos uno de esos por el que usted y yo elevamos nuestras plegarias a diario.
Sería más fácil, coincidirá usted conmigo, que se diera la solución eminentemente técnica a nuestros no pocos problemas.
Y usted ya sabe que, descartada la opción milagrosa, la solución técnica consiste simple y llanamente en que, otra vez, la Guadalupana se le aparezca a este pueblo miserable, pero también pusilánime –incapaz de levantar la voz, manipulado por «analistas» que creen que la historia de México inició cuando ellos empezaron a emborronar cuartillas–, y le firme un cheque cuyo monto serviría no sólo para pagar nuestras deudas («así como nosotros perdonamos a nuestros deudores», que decía antes el Padrenuestro), sino sobremanera para comprar las voluntades de esa clase política y de esa clase empresarial y hasta de esa clase «social», cuyos representantes en San Lázaro, hoy por hoy, se ofrecen al mejor postor.
¿Cuánto piden Los Chuchos –Ortega, Navarrete, Graco, et al– para consumar su traición?
¿Qué futuro “alternativo” promete Andrés Manuel López Obrador, si sobrevive políticamente a la virulenta campaña que, otra vez, pretenderá aniquilarlo, infructuosamente como ha sucedido siempre? ¿Triunfarán los corruptos panistas en su lanzada anticorrupción? ¿Qué gobernador sí tiene posibilidades reales para el 2018? ¿Con cuánto «se pone» el secretario de Hacienda?
¿Quién da más por el Partido Verde, las casas encuestadoras, la constructora Higa, los Teletones, la tolucopachucracia en decadencia? Guadalupana, virgencita, ¡apiádate, por favor, de nosotros! Y, sobre todo, ¡no te vayas a dejar ganar por los Atracomulcas!
El pueblo, tu pueblo, tiene depositada su fe en ti.
DOS REVELACIONES, DOS
Y, ¡milagro, milagro!, ya todo el mundillo político sabe que, entre 33 aspirantes, Juan Miguel Alcántara Soria será el próximo fiscal anticorrupción. Y que Santiago Nieto encabezará, entre 19 ilusos, la otra fiscalía, la que se encarga de los delitos electorales.
Meras faramallas en el Senado. Ya todo está decidido en el avasallante Ejecutivo que sólo usa al Legislativo para cubrir las decisiones en las que sólo participan aquellos a quienes más escucha el principal inquilino de Los Pinos: Aurelio Nuño, Humberto Castillejos y, claro, Luis Videgaray. Nadie más. Sólo ellos.
Alcántara Soria es conocido por su trabajo al frente del secretariado ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, desde donde apuntó con índice flamígero a los gobiernos estatales incumplidos, a los policías venales y… nada más. Nada cambió.
Nieto Castillo es conocido en el inner circle de EPN. Dicen que es su primo, pero al parecer no lo es. Que la confusión –nunca desmentida—surge porque uno de los primos del próximo titular de la Fepade presume cercanía con el primer Atracomulca del país.
Y como conocido ha ayudado a la tolucopachucracia, desde una magistratura del Trife, a anular comicios donde a la casa no le convienen los ganadores. Zimapán, Hidalgo, o Morelia, Michoacán, son simples ejemplos recientes.
Sus biógrafos, empero, lo ligan con el PRI. “Nieto Castillo es hijo de Jaime Nieto Ramírez, quien fuera el último presidente municipal priísta del ayuntamiento de San Juan del Río, Querétaro, en la administración 1988-1991, cargo que ocupara nueve años antes (1976 – 1979) su hermano, Gustavo Nieto Ramírez.
“Los Nieto Ramírez, se encargaron de pulir un linaje priísta en San Juan del Río, lo que hoy por hoy busca ser aprovechado por Gustavo Nieto Chávez, hijo de Gustavo Nieto Ramírez y primo de Santiago Nieto Castillo, quien buscó afanosamente ser el candidato del PRI a la alcaldía de éste municipio”, en el 2009.
“Es el propio Nieto Chávez quien revela su cercanía con Enrique Peña Nieto. En su cuenta de Hi5, dedicada a promoverse camino a obtener la candidatura tricolor a la alcaldía de San Juan del Río muestra una fotografía, donde se le observa departiendo con el (entonces) gobernador del Estado de México.”
La fe se resquebraja, Virgencita, cuando la cruda realidad se impone. Dos cargos públicos de relevancia, ya están decididos de antemano y las comparecencias de aspirantes en el Senado son mera faramalla. ¿A poco no?
Índice Flamígero: Escribe don Alfredo Álvarez Barrón que “antes de regresar a su país, el Presidente de Uruguay, José Mujica, le dio a México la receta para resolver la crisis humanitaria por la que atraviesa: vivir en democracia. «Sé que están en dificultades, pero las dificultades si no las supera la democracia, no las supera nadie», declaró en entrevista…” Y El Poeta del Nopal dice que “Yo Quiero ser Uruguayo: Al escuchar a este gallo / el corazón se me achica, / tan grande es José Mujica / que quiero ser uruguayo; / probar el gusto a zapallo, / sin renunciar al picante, / dar la nota discordante, / partir con rumbo al exilio / y aplaudir, hasta el delirio, / ¡a un eterno militante!”. Dan ganas de ser nacional de Uruguay. Dan ganas.