La crisis de EPN y la ética política

Ya es un lugar común entre todos los analistas políticos del país comentar que a Enrique Peña Nieto se le deshizo el país en sólo dos meses… que es a quien menos le ha durado el gusto de la Presidencia… que, a pesar de la diferencia electoral del 8% en la elección, empezó el ejercicio sexenal sin crisis nacional enfrente y mil cosas más. Se ha dicho casi todo.
Pero, ustedes disculparán, no se ha reflexionado en la verdadera causa que está abajo de toda esta montaña de argumentos; en la motivación de la ruina de los mexiquenses; en la gota que derramó el vaso; en la gripa que mató al enfermo sostenido con alfileres a este mundo. ¿Dónde está el intríngulis?
?Los lectores obligan a honradez en el manejo de los planteamientos periodísticos . Hay que hablar con desparpajo.
La ultima ratio del fracaso de los mexiquenses que llevaron, sin razón ni justicia, la nave directamente al iceberg debe buscarse en los orígenes mismos de la violación indiscriminada —por capricho o ambición— de las reglas de oro que dieron oxígeno al aparato y su gobernabilidad.
La medicina mexiquense fue demasiado amarga y contraindicada. Una terapia de choque inopinada y violenta que el enfermo no estaba en condiciones de aguantar. Incluía una marabunta de voraces, dispuestos a derruir ?los cimientos de cualquier piedra, de cualquier idea de país. México nunca había visto tamaña estulticia.
Una pandilla de aprendices, deseosos de enriquecerse en poco tiempo, destrozaron las bases políticas, económicas, sociales y culturales de una Nación emergente que no se lo merecía, por su tradición histórica.
No es posible que el mismo sistema de acuerdos políticos que pudo sostener —y soportar— las babosadas de Vicente Fox, las traiciones de Ernesto Zedillo y las bravatas etílicas de Felipe Calderón (¿quién sabe cuál de los tres haya sido peor?), se haya despanzurrado por un simple asunto de barandilla policíaca local.
Nadie podrá explicar ante la historia que todo un sistema político, entrenado y empapado en la barbarie y la violencia constante?, fruto de cuartelazos, traiciones y sarracinas sin límite,  haya naufragado por la sola desaparición de 43 normalistas, a querer o no, inmersos en un subsistema de tratamiento y operación del narco fuerte en su región.
Nadie en su sano juicio podrá concatenar lógicamente esas desapariciones con la caída en precios petroleros; el derrumbe del peso; la inflación y el estancamiento en la que estamos (estanflación) desde dos años; la caída en picada de la industria manufacturera; el desplome del PIB; la rebeldía empresarial; el desgano de los gobernadores y secretarios y la impunidad caótica y crónica en la familia presidencial y los cuatachos en el poder, habilitados por «los toluquitas».
Son demasiadas cosas para atribuir todas a? un asunto policíaco menor, de esos que el sistema —cuando funcionaba a todo tren— pudiera haber resuelto delegándoselo en jurisdicción municipal a un síndico experimentado de los ayuntamientos de antes.
La chispa de Ayotzinapa, contra lo que digan los expertos funcionalistas de la historia, no alcanza para incendiar este pajar. Si así fuera, Acteal hubiera tirado al inútil de Zedillo; los negocios petroleros de Martha Sahagún hubieran hundido a Fox, y los cien mil muertos enterrarían a Calderón. ?Por ahí no se explica.
AMBICIÓN DESMEDIDA, CODICIA SIN FRENO
El éxito en política consiste en saber que toda decisión tiene un costo y un rebote. Que la conciliación no es sólo un concepto para los discursos, que debe traducirse en privilegios y prebendas equitativos para todos los grupos de poder.? Que los nombramientos políticos del primer círculo son producto de sesudas reflexiones del titular del Ejecutivo para lograr los mejores «amarres». Esto es sólo el ABC.
El que no sepa lo anterior, debe excusarse de entrar en política.
Un privilegio otorgado por el sistema obligaba más al que lo recibía que al gerifalte que lo concedía. El empresario, ajeno a los tiquismiquis del gobierno, dejaba la lealtad en prenda toda su vida y la de sus descendientes. Hoy no es así. Porque las concesiones las dan y las reciben los mismos fruncionarios.? Es una suma que arroja cero.
Las decisiones económicas de un régimen no son siempre las más vistosas en términos mediáticos. Las hay más redituables en términos sistémicos. Estas son las que se toman pensando en las regiones geográficas y en los grupos de capitales representativos que puedan participar. México no se acaba en Tlalnepantla.
La ambición desmedida; la codicia sin freno; la rapiña sin costo, no existe en política. En esto todo tiene un precio. El manejo de un país es el arte de compartir para sobrellevar. Es un paralelogramo de fuerzas que tiene en el centro, donde confluyen sus diagonales, un punto de equilibrio básico que, hasta hace poco, era el poder presidencial.
Este punto de equilibrio debía ser sensato, reposado, aglutinador. No generar demasiadas expectativas en el círculo ranchero de los cercanos; generalmente se convierten en frustraciones. El pueblo de México recuerda con pasión y añoranza a sus grandes gobernantes.
PEÑANIETISMO, PEOR QUE EL ALEMANISMO
No quiere decir que los «grandes gobernantes» no hayan sido igual de corruptos que los anteriores y los sustitutos («en arca abierta..»). Sólo ?quiere decir que tuvieron el sentido de la proporción para no rebasar ciertos límites, pudiendo hacerlo.
Pero el peñanietismo se quiso comparar con el alemanismo…
Aún en el período de mayor corrupción del alemanismo, sólo había unos cuantos de los cercanos que tenían derecho a saquear sin freno, a robarse todo. Mientras, los que no tenían autorización, los que detentaban puestos oficiales, debían cuidar con «celo republicano» que no se violaran ciertas formalidades.
No era lo mismo hablar de Jorge Pasquel, de Melchor Perrusquía, de Rogerio de la Selva, que del ministro Serra Rojas o del secretario de Gobernación Ruiz Cortines. El gran capitán de los negocios alemanistas, Justo Fernández, nunca tuvo un solo empleo pagado por los contribuyentes. Cuestión de modos y maneras, decía Pánfilo Natera.
Una legión de negociantes mestizos habilitados por Alemán, operaban en todos los rumbos del país. Desde Sonora a Yucatán. Los Valenzuela, los Ortiz Garza, los Robinson, los Appedole, los Reynoso y una larga lista de los directorios telefónicos regionales, sustituyeron a los nopaleros Torres Adalid, jefes de la aristocracia pulquera del porfirismo.
A pesar del éxito del alemanismo en la distribución de las «competencias», un destacado politólogo de visita en nuestro país, Frank Tannembaum, se atrevió a criticarlo, por aquello de que el país no estaba hecho para aventuras faraónicas. Le fue aplicado el 33, por «meterse en política». Y tan, tan.
?La sociedad mexicana nunca fue tan exigente en términos de ética política. Venimos de una Colonia de 500 años y un despotismo militar y civil de antología. ¿Dónde estuvo la falla?
Con desvergüenza rayana en la temeridad, los mexiquenses dispusieron de la nómina hasta donde ya no estiró. Además, pusieron la nómina al servicio del negocio y la depredación. Era común que quién asumiera un cargo, debía reportar «resultado$» en menos de un mes.
Contra esa sevicia?, producto de una ignorancia rupestre y ramplona, ¡no puede ni Dios! Ese afán por destruir sin límites, sin sembrar retoños, sólo es producto de mentes enfermas, sin saco ni medida. De una generación nacida para el hurto y el fracaso, no se puede esperar algo que no sea la ruindad.
Con todo lo que se diga en contra, los alemanistas construyeron un nuevo país, con otra infraestructura física y financiera, con nuevos grupos económicos en la competencia y… con? un bouquet moderno de corrupción en el sector público.
Todavía hasta el junior, un poliomielítico cerebral, pudo disfrutar del prevaricato, el peculado y el saqueo en su estado «natal» (?) Nadie dijo nada. Parecía que le perdonaban todo, hasta el hijo demente y ratero al «dientón» de Sayula.

SEREMOS LA NIGERIA AMERICANA

Pero éstos… ¿qué han hecho de bueno?
Empezaron por apostar todo: la historia, la política y las bases sociales que habían hecho posible la construcción del sistema, diversificado en sus estructuras productivas y en sus mercados, a un esquema simple, dependiente, a un enclave de expoliación petrolera.
Pusieron al país «a la buena de Dios» y al capricho de los apetitos extranjeros, a la ruleta rusa, en el mejor de los casos, del mercado de valores de commodities.
Creyeron que el simple olor a gas, iba a reportar inmediatos beneficios a sus bolsillos. Con sólo abrir las posibles alianzas en la extracción del crudo, estaríamos, con nuestro mexican moment, en las grandes ligas. ¿Ah, sí? Hoy estamos rematando lo que nos quede en la Ronda Uno.
Ni Pemex se va a salvar. Los pozos que se había reservado para explotar cómodamente en tierra, depósitos probados de alta producción, van a tener que cederse a las compañías extranjeras, con todo y ganancias netas dentro de la Ronda Uno, con tal de que no fracase el genial invento de su reforma estructural petrolera. Así como se oye.
?Y todavía vamos a estar en observación, porque un gobierno que no puede metabolizar sus disputas y sus errores internos, menos va a poder garantizar ante intereses del exterior su solvencia administrativa y moral.
Cuando el crudo vuelva a subir de precio en los mercados internacionales, el país será una especie de Nigeria en el continente americano?, sin potestad sobre su subsuelo, ni sobre sus recursos, ni patrimonio al futuro. Sólo faltará para redondear el óleo, un narco en la silla presidencial. Habremos tronado en serio. De la noche al día, sin calzones.

FRACTURADA LA COALICIÓN DE INTERESES

?El actual sistema nació el día que al grupo obregonista se le ocurrió negociar, con sus adversarios en la Revolución, las cuotas de negocios y de poder político para formar sólidos gobiernos de coalición de intereses.
El gobierno fue formado por las diversas tendencias ideológicas, civiles y militares, enfrentadas en la Convención de Aguascalientes, el ejército, el empresariado, las grandes familias urbanas y rurales, el agrarismo y el obrerismo?. Ninguna expresión significativa quedó fuera.
Sólo se excluyeron los líderes de masas que obedecían a tendencias ideológicas internacionales. Después cobraron, poco a poco, su inclusión y su cooptacion. Y fueron más radicales defensores a ultranza del sistema que incluso los de casa.
?El sistema mexiquense murió cuando se le ocurrió a esta pandilla de improvisados ñoños la genial idea de comerse el país, sin necesidad de tortillas. Con su cabecita loca, ¿a qué hora nos van a salir con contratar en el extranjero a expertos en crisis que les solucione el desmadre que hicieron?
Sólo que anden buscando a algún experto que les enseñe que en el mundo ya existen las redes sociales y la navegación automática por internet, y que ya casi nada se puede esconder. Que México no es Atracomulco y que no todo fuera del DF es Cuautitlán.
?Han cerrado las expresiones de tal modo, que ni siquiera los secretarios de Despacho se atreven a airear la manera en la que son sobajados y extenuados. Por eso, entre otras cosas, se rebelan. No quieren ventilar públicamente sus patrimonios. Allá él, dicen, si se vio obligado a hacerlo.
Y conste que no es culpa de los de Ayotzinapa. Esa no es chispa para haber ocasionado este incendio. Ayotzinapa es sólo un pretexto, como pudo haber sido Tlatelolco, San Cosme, Acteal, el Ixtoc, Oceanografía o las botellas tequileras de Calderón.
Lo demás es agua de borrajas… o mentadas de madre en lo oscurito.

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