El amor no se mendiga

Uno se pasa la vida bus-cando algo que debería llegar por sí solo, el amor. Uno busca y busca, se la pasa cometiendo uno y otro error, se la pasa haciendo grandes sacrificios por quien no lo merece, gastando energías en personas que no valen la pena, dejando la vida a un lado para dedicarla a alguien que no lo sabe apreciar. Pero tarde o temprano llega esa persona que lo merece todo, y tal vez por las malas experiencias del pasado uno no cree, pero al final lo hacen creer.
Sí, ya sé que para muchos sonará extraño y un poco romanticón de mi parte las últimas dos líneas del párrafo de introducción, pero qué le hacemos, tarde o temprano uno termina creyendo, y no precisamente porque lo hagan sufrir, todo lo contrario, porque al final de cuentas me enteré que en la vida uno merece que lo quieran como es.
Cuando uno comienza a adentrarse entre las hieles del amor también comienza a darse cuenta que la vaina no es nada fácil. Uno termina entregando todo, todo es todo, todos y cada uno de los pedazos uno tiene de vida y de alma, solo para darse cuenta que al final del cuento, en la mayoría de los casos todo termina en la basura.
Uno se da una y otra vez contra el mundo, porque las personas vienen y van, pero cuando se van se terminan llevando mucho de lo que uno es, y terminan dejando un poco de lo que uno no quisiera ser.
Las palabras, los regalos, las cartas, los mensajes, los momentos de felicidad, todo eso se va y termina uno más vacío de lo que comenzó, aunque parezca increíble, hay personas que pueden lograr esto, que uno termine sintiendo que es mucho menos de lo que era. Pero la buena noticia es que uno no termina siendo menos, siempre termina aprendiendo, aunque tengo que confesar que a veces las lecciones se olvidan rápido, porque se termina cayendo de nuevo en falsas promesas y cuentos de hadas reforzados.
Pero esos cuentos de hadas son los que no existen, ya tenemos que dejar esa pendejada de andar creyendo que las historias de amor son perfectas, con la persona perfecta, en el momento perfecto, el físico perfecto, la edad perfecta, no señores, eso no existe, o bueno, sí existe, pero nunca es como uno se imagina.
Pero vamos al tema que nos atañe en esta ocasión, el amor no se mendiga.
A quién no le ha pasado que anda detrás de una persona que no merece ni la hora, que no merece ni el peor de los insultos, porque simplemente no es, eso, no es. No es quien merece lo que uno es ni lo que está dispuesto a entregar, no es quien lo va a hacer feliz a uno y de hecho está muy lejos de serlo, porque si uno tiene que mendigar algo, eso seguramente no puede ser amor.
Las personas vienen y van, y uno no se puede andar entregando por completo ni arrastrando por recibir algo que merece, pero que seguramente esa persona no se lo puede dar.
Hay amores pasionales, en los que uno se entrega muchas veces más en cuerpo que en alma, o viceversa, pero siempre lo termina entregando todo, a costa de qué, a costa de aprender, porque es lo único que se hace, aprender que uno no tiene por qué andar repartiéndolo por ahí, me refiero al corazón, claro está.
El amor no se mendiga por una simple y sencilla razón, como decía mi querida abuela: porque “cada arepa tiene su tiesto”.
La persona que llega para la vida, es, eso, ES. No hay otra persona que pueda llenar el espacio que podría llegar a llenar ella.
Tal vez parezca una idea demasiado idealista, pero yo sí creo que uno tiene esa persona que lo haga feliz, puede estar predestinado, puede que llegue por azares del destino, pero tarde o temprano le llega.
Esa es la esperanza que no se puede desvanecer, porque muchos dejan de creer ante cada caída. Pero no se preocupe, como ya le dije en un artículo pasado: “Al que le van a dar le guardan”; no se afane, no se arrastre, no mendigue, no suplique.