Cuarenta años de denuncia y lucha contra la pobreza

El déficit de vivienda se calcula en tres millones, o sea que unos 15 millones de mexicanos (calculando 5 miembros por familia) carecen de un lugar para vivir; muchos miles más no tienen acceso al agua potable, a los servicios de salud, a la energía barata, al drenaje, al pavimento, a la recreación, al deporte y al descanso entre otras cosas. El transporte es particularmente caro, ineficiente e inseguro. Millones de trabajadores cuyo centro de trabajo se halla lejos de su domicilio, gastan en transporte una parte considerable de su salario, sin contar las muchas horas que emplean en ir y volver, horas restadas al descanso, a la convivencia familiar y al sueño reparador que nadie les agradece ni menos les retribuye. Estos factores de la pobreza también son una consecuencia del modelo “exportador”, pero lo son más directamente de un Estado y de un gobierno aferrados tozudamente al “fundamentalismo de mercado” que justifica su inacción frente a los desequilibrios y las desigualdades engendradas por el mercado. En efecto, tales carencias son consecuencia de una aplicación sesgada del gasto público en favor de los grupos privilegiados, tal como sostiene el informe de la OXFAM. Y hay más. Los estudiosos del tema dicen que la canasta básica diaria del mexicano oscila entre 450 y 650 pesos, mientras que el salario mínimo ronda los 70 pesos diarios. Y es un dato oficial que el 75% de los trabajadores con empleo formal ganan entre dos y tres salarios mínimos; es decir, entre 140 y 210 pesos, de modo que quien más gana se queda a 140 pesos de distancia de la canasta básica más barata. Sobre el mismo tema, el secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete Prida, declaró hace poco que el salario mínimo perdió un 75% de su capacidad adquisitiva en los últimos 20 años, mientras que el economista Genaro Aguilar Gutiérrez afirma que: “Uno de cada 10 mexicanos, cerca de 15 millones, vive con 1.25 dólares al día; o sea, unos 17 pesos”; dice también que si sólo se hubiera conservado el poder adquisitivo que tenía el salario en 1980, el mínimo debería andar por los 5,683 pesos con 39 centavos (y no en los 2,100 pesos, calculando 70 pesos por día, que se pagan hoy). Añade Aguilar Gutiérrez que si se hubiera incrementado el salario en un modestísimo 2% sobre la inflación, el número de mexicanos en pobreza extrema sería hoy de 3.2 millones, y no los 19.6 millones que tenemos. Concluye que, para satisfacer al mínimo las necesidades de una familia, el salario mínimo debería ser superior a 6 mil pesos mensuales; el grueso de los obreros debería ganar entre 12 mil y 18 mil pesos al mes (2 o 3 salarios mínimos).
No hay duda, pues, que a la luz de tales cifras, el modelo económico, el fundamentalismo de mercado de los funcionarios, la política fiscal del Gobierno y la forma en que se ejerce el gasto público, salen absolutamente reprobados.
4.- ¿Qué hacer para remediar esta tragedia? La respuesta no ofrece dudas según nuestro punto de vista, y está implícita en el planteamiento mismo del problema: hay que cambiar el actual modelo económico por uno que acepte y ponga rigurosamente en práctica los siguientes cuatro cambios fundamentales en la política económica: a) crear empleos suficientes para todos los mexicanos en edad de trabajar y que deseen hacerlo; b) elevar sustancialmente los salarios en términos iguales o parecidos a los que plantea el economista Genaro Aguilar Gutiérrez y, en cierto modo, también la OXFAM; c) cambiar la política fiscal del Gobierno por una que en vez de recargarse en las mayorías de menores ingresos, obligue a pagar más a quienes ganan más; d) reorientar el gasto público de modo que se invierta un 40% o más en los sectores más bajos y un l0% en los más favorecidos. Esto daría como resultado inmediato una distribución más equilibrada de la renta nacional.
5.- ¿Cómo hacerlo? Es obvio que el cambio que proponemos no es fácil ni puede alcanzarse sólo con buena voluntad; que detrás del “modelo exportador” están los intereses del capital extranjero y nacional que se benefician con él y que lo defenderán con todos los medios a su alcance. No obstante, los cambios deben hacerse, porque de lo contrario, las consecuencias serán graves y fatales. Como afirma la OXFAM, la desigualdad extrema y la pobreza masiva obedecen a la concentración excesiva de la riqueza y del poder político en manos de una pequeña élite privilegiada, y sus consecuencias son la degradación y prostitución de la política, el freno al crecimiento económico, la reducción a cero de la movilidad social y el incremento de la criminalidad y aun de los actos violentos. Y no cabe duda de que mucho de esto lo estamos viviendo ya en México: crímenes como el secuestro y asesinato de don Manuel Serrano Vallejo, los asesinatos de Tlatlaya, en que los elementos del Ejército encarcelados son simples chivos expiatorios, las desapariciones de estudiantes en Iguala y otros semejantes, exhiben una colusión evidente, o al menos una omisión dolosa de altos funcionarios, lo que demuestra la degradación de la política y de algunos políticos con influencia y poder; el crecimiento de un 2% en promedio de la economía en los últimos 20 años es un freno del crecimiento; la pobreza, la marginación, el desempleo y los bajos salarios corresponden a una movilidad social negativa; y los actos violentos están a la vista de todos y no hace falta abundar en ellos. La OXFAM concluye que el remedio consiste en acabar con la concentración excesiva de la riqueza y el poder, distribuyendo ambos equitativamente entre la mayoría de la población, que es casi lo mismo que planteamos nosotros.
Para hacerlo no hace falta más que organizar al pueblo trabajador que padece directamente las consecuencias del modelo actual y que, por lo mismo, está lógicamente interesado en su transformación positiva, despertarlo y educarlo políticamente para que aprenda a luchar de manera resuelta y decidida por ese cambio, pero dentro de los marcos de la ley y con pleno respeto a los derechos de todos.
Mas como hasta una cosa tan justa y elemental como ésta asusta o enfurece a los privilegiados, en todos los actos masivos del 40 Aniversario el antorchismo precisó, recalcó y subrayó que el camino que propone no es otro que el del absoluto respeto y la plena vigencia de nuestra ley de leyes, de nuestro pacto social fundamental, el que nos une y cohesiona como país, la Constitución General de la República. Pero a condición de que no se vea en ella sólo su aspecto punitivo, sólo un instrumento eficaz para perseguir y castigar los delitos o para deshacerse de enemigos molestos, que es lo que hacen todos los políticos al uso. ¡Ya basta de ver en la Constitución sólo un garrote para someter a los levantiscos y a los delincuentes! ¡Ya es hora de que recuperemos la visión del ilustre liberal del siglo XIX mexicano, don Mariano Otero, quien sostuvo firmemente que una Constitución juega siempre una doble función básica: garantizar y conservar la unidad nacional y promover el progreso y el desarrollo de la nación.
Eso, exactamente eso y nada más, es lo que defiende y exige el Movimiento Antorchista Nacional. Y en este 40 Aniversario, queremos dejar constancia escrita de ello para el conocimiento de la opinión pública nacional, que es y será siempre nuestro mejor y más respetado juez.