La poesía nos enseña algo más que no es olvidar, nos enseña a tratar de encontrar caminos más luminosos de ser y no sólo de estar viviendo el día”, afirma Dolores Castro Varela (1923).
A sus 91 años, la también ensayista, novelista y crítica literaria piensa que la poesía, ese género que ha explorado desde su infancia, no es sólo un sueño, sino también la búsqueda de valores de algo mejor siempre.
Es conocimiento de todo lo que nos rodea, pero también de nosotros mismos, nos hace adquirir conciencia. Sin ella vamos atropellando todo. Lo fundamental es el amor y de eso trata la poesía, es una forma amorosa de ver el mundo”, comenta en entrevista con un diario.
Quien fue reconocida el pasado 14 de octubre con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2014 en el campo de Lingüística y Literatura, que comparte con el escritor Eraclio Zepeda, está convencida de que la palabra es salvadora.
La palabra escrita nos recuerda quiénes somos para saber a dónde vamos, para saber qué es la vida más profundamente. Nos enseña que la vida es un milagro y que no puede quitarse de ninguna manera a nadie. Si uno ama la vida, tiene que amar la vida de los demás”, añade.
En su casa de Lomas de Sotelo, en la que vive desde hace más de 60 años, rodeada de los libros viejos de su bisabuelo y de plantas, la escritora hidrocálida admite que recibir a los 91 años este premio, el máximo que otorga el gobierno mexicano, es sobre todo una alegría, a pesar de los tiempos difíciles que se viven.
De pronto, la alegría se siente un poco opacada por los acontecimientos, porque me duele horriblemente cada una de las personas que mueren y más si son jóvenes estudiantes”, dice evocando a los 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa (Iguala, Guerrero).
Pero, por otra parte, yo en la poesía, en la literatura, me doy cuenta de que estos muchachos estaban tratando de recordar el 68 para que no se repitiera. Y esto, como que les dio un heroísmo propio de la literatura”, considera.
La autora de los poemarios El corazón transfigurado (1949) e Íntimos huéspedes (2004) confiesa que le agradaría dedicarle un poema a cada uno de estos 43 jóvenes. “Lo que pasa es que no me gusta hacer panfletos. Necesito verdaderamente integrar a mí misma toda la repulsa y con toda la misericordia y con todo el amor decir algo sobre esto”, agrega.
Después de haber sufrido en carne propia la mayoría de los acontecimientos históricos del siglo XX mexicano, la Revolución, la Guerra Cristera, el Cardenismo, la educación socialista, la emancipación femenina, la matanza de estudiantes en 1968 y ahora la violencia que provoca el crimen organizado, Dolores Castro siempre se ha sentido cerca de la gente.
Quien estudió Leyes y Literatura en la UNAM, y un posgrado en Estilística e Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid, ha publicado dos libros sobre la situación del país: Algo le duele al aire (2011) y Sombra domesticada (2014).
El primero es misericordioso, pero también ahí se expresa cada uno de los que murieron por desgracias en diversos periodos. Y el segundo denuncia, a través de 17 poemas, el hambre y movimientos como el de los 400 Pueblos. Tengo dos poemas finales de ese poemario, uno que dice que quisiera que los brazos no sirvieran para empuñar un arma, sino para abrazar, para levantarse dando gracias a todo”, añade.
La autora de una única novela, La ciudad y el viento (1962), que acaba de ser reeditada por el Instituto Cultural de Zacatecas, tiene esperanza en que los mexicanos puedan salir de esta situación de violencia.
Hay tanta experiencia de luchar en México, de todas formas, desde la gente más pobre, que no se explica uno cómo, a veces sin saber leer, se aprende mucho de ellos. Esta fortaleza del pobre servirá para salir adelante, antes de que haya más problemas de muerte”, detalla.
Quien durante 50 años fue maestra y formadora de varias generaciones de escritores y comunicólogos en la UNAM, la Universidad Iberoamericana y la Escuela de Periodismo Carlos Septién exige no vivir a la sombra de la muerte.
Parece que el temor y el espanto son los que reinan. Parece que los más malos gobiernan en realidad, porque están metidos en todas partes. Parece que aumentando la policía y el Ejército sería la forma de combatir todo esto, pero no lo es. La solución es educar familiar, social y políticamente a este país. Sin cultura no hay nación”, sentencia.
A pesar de la Historia que pesa sobre sus hombres, de “todo lo vivido” a nivel social en México, Castro reconoce que su vida íntima siempre ha estado rodeada de amor y amistad.
Fue integrante del grupo Ocho Poetas Mexicanos, formado por Rosario Castellanos, Efrén Hernández, Alejandro Avilés, Roberto Cabral del Hoyo, Honorato Ignacio Margaloni, Octavio Novaro y Javier Peñalosa, quien se convirtió en su esposo y padre de sus siete hijos.
Yo tuve el amor de mi marido, de mis hijos, de mis amigos. La amistad es una forma de amor, quizá la más perdurable, la que siempre se mantiene a un nivel que se puede profundizar y no olvidar”, señala.
La ahora abuela de 13 nietos y cinco bisnietos aún extraña el amor de su esposo, el periodista y poeta Javier Peñalosa (1921-1977), con quien le hubiera gustado compartir la consolidación de su familia, de la que se hizo cargo sola tras su fallecimiento.
Su muerte es el trago más amargo que me ha dado la vida. Tuve que borrar esa fecha de mi memoria para seguir, para no derrumbarme. Era mejor poeta que yo y luchaba por la justicia, defendió a los estudiantes en 1968 desde las páginas de Excélsior. Por eso, éste sigue siendo mi periódico favorito”, prosigue.
La valentía y entrega del padre de sus hijos, quien le inspiró la Elegía para Javier Peñalosa, siguen motivando a la escritora que además ha recibido los premios nacionales de poesía Sor Juana, Mazatlán y Nezahualcóyotl.
Castro sigue escribiendo en su casa y viajando a varias ciudades del país. Admite que le gusta vivir en ese silencio que la empieza a rodear, por la sordera propia de su edad, porque puede reflexionar, recordar detalles de su infancia y juventud y escribir mejor.
No soy de ningún partido. No creo ya en los partidos políticos, desgraciadamente, pero en las personas sí. La vida es hermosa. Pero no estaremos en paz mientras el poder apremie a través del dinero.
Lo único que puedo hacer es escribir poemas, cantar, porque la poesía es cantar y contar”, concluye.
Y comparte uno de sus poemas más recientes: “Yo le corté las alas a mi sueño/ pero él quiso seguir volando/ subió alto, muy alto/ hasta perder el pie y caer en materia descompuesta…/ Yo le corté las alas a mi sueño/ pero él quiso seguir volando/ por algo es sueño”.