Yo desestabilizo, tú desesta…, él…

No cabe duda. No tienen la menor idea de lo que hablan, ni de lo que denuncian nuestros «gobernantes», cuando irresponsablemente se quejan de que los están desestabilizando. Más les valiera hacer caso del proverbio magrebí: «es mejor ser dueño del silencio y no rehén de las palabras».
¿Cómo puede mentar la desestabilización alguien que todavía no ha usado el arsenal de facultades y maniobras que tiene para, primero, estabilizar al gobierno y al país? ¿Alguien a quien todos los asesores en la nómina, con sólo llamarlos, deberían informar correctamente y mantener al tanto del pulso y la temperatura de la Nación?
¿?Por qué envían al vocero de la casa presidencial para enredar todas las posibles excusas al conflicto de interés? ¿No aprovechan la oportunidad de quedarse callados? ¿Es tan poderosa la atracción que las cámaras televisivas ejercen sobre estos aprendices de brujo?
¿Cómo puede invocar ese grave concepto alguien como el Presidente de México, que tiene toda la fuerza del Ejército bajo su mando; la inmensa mayoría de gobernadores, surgidos del mismo partido y con la misma ideología; todos los miembros del Poder Judicial nombrados por él; todos los partidos políticos enjaquimados al mismo cabús?
¿Cómo puede mencionar siquiera esa posibilidad quien encabeza un régimen con sistema político presidencialista, a quien el Congreso, el que sea, no puede tocar ni con el pétalo de una rosa?
¿El mismo jefe del gobierno y del Estado? insinuando una rebelión? ¿De parte de quién?
Es él, el mismo poder Ejecutivo, personalizado, quien a través de sus incondicionales, extrae, cotiza, vende y exporta el petróleo; quien obtiene y distribuye la energía eléctrica; quien concesiona y reparte los recursos mineros; quien distribuye entre sus validos las enormes obras de infraestructura, los recursos hidráulicos y las patentes de radio y televisión en todas sus modalidades. ¡La potestad total
¿Tiene derecho a hablar en esos términos –gritos, voces y susurros de plañidera– el Jefe Máximo de un partido que selecciona y postula a quienes ostentan casi todos los cargos de representación popular y del pacto federal en los tres niveles, federal, estatal y municipal de la cadena de mando del país?
¿Tiene razón en enviar a la «primera dama» a las redes radioeléctricas de comunicación a clamar justicia? y suplicar redención por los injustos juicios de la opinión pública que no la dejan disfrutar de su señera placidez?
¡Ah!, aquélla exclusiva de Hola!
Mujeres, pues, al borde de un ataque de nervios.
PODER ECONÓMICO, EL QUE MÁS DESESTABILIZA
Mucho cuidado. El verbo desestabilizar se conjuga por lo general en seis voces, desde la primera persona hasta la sexta. Es peligroso porque involucra a todos. Como en la novela de George Orwell, 1984, todos estamos bajo la sospecha de El Gran Hermano.
Yo desestabilizo. Tú desestabilizas. Nosotros desestabilizamos…
?Los torpes estrategas de seguridad, atascados, sin archivo y sin análisis prospectivo ven desestabilizadores por doquier. Reaccionando doce días después, cuando el toro tiene mucho tiempo que pasó. Encuerados en el conocimiento del país, sus potencialidades y limitaciones. ¿Dónde queda Iguala? ¿Y Ayotzinapa, dónde está? Mejor vámonos a la manifestación a Las Vegas o a San Francisco. ¡Porque estábamos mejor, cuando estábamos peor!
No importa el grado o el nivel de poder. Por lo visto, bajo esa óptica, todos desestabilizamos. El que más, es el poder económico. Desestabiliza en búsqueda de mejores posiciones, pues no puede pensarse que un capital de miles de millones de dólares se resigne a perder el mercado local, por el simple desplazamiento que provoca la preferencia palaciega hacia un solo jugador del panorama.? ¿Somos o no somos?
No puede resignarse, por ejemplo, a que la Secretaría del ramo haya sido entregada, con moño y cajita de colores, a un solo constructor?, que concentra todas las licitaciones, cuando el presupuesto debe ser una cobija que alcance para tapar a todos, o cuando menos a los que pueden perder más si no se tapan, ¿no? Un despreciado de tal jaez se desquita auspiciando travesuras, investigaciones y lo que ayude a orquestar el grito callejero, pues.
Los ancestros priístas –desplazados del poder por los Atracomulcas– querrían participar en las conjuras, pero como cuestan dinero, ahora seguro en su bolsillo, no está en su ADN meter la mano en ese reducto personalísimo para financiar cualquier cosa. Hasta ahí no llegan.? Todo, menos pelearse con su bolsa.
Es obligado recurrir de nuevo a George Orwell, cuando sostiene –en La rebelión en la granja–? que todos somos iguales, pero algunos lo son mucho más que otros. No es nada nuevo. Sólo privilegios. Viejas prebendas. Albarda sobre aparejo.
El modo de hacer negocios «a la mexicana» no puede dejar de espantar a los empresarios ferroviarios chinos que, con justa razón, se desconcertaron, perplejos, cuando se percataron en qué agujero de corrupción se estaban metiendo. Nuestros Atracomulcas espantaron a los guerreros de Qin Shi Huang. ¡Y creyeron los magnates orientales que ya lo habían visto todo!? La inmundicia y la inmunidad totales.
NOS DESESTABILIZA LA TRÍPODE DEL PODER
El desestabilizador principal del núcleo interno es la trípode de funcionarios sobre la que descansa todo el peso del Estado, dueños absolutos de la verdad oficial, de los parámetros y de los márgenes de pisos y techos a los que deben sujetarse todos los miembros del gabinete «legal y ampliado». Intimidad palaciega, poder y terror.
Al ver este gran alcance áulico al que no escapa ni la supervisión y el visto bueno a un tweet de condolencia que no haya sido autorizado, todos los jugadores del aparato y fruncionarios se entumen, se paralizan, pues prefieren que los acusen por flojos a que los intriguen en la trípode de la cabina de mando, por desleales o por corruptos. En esa franja no deben meterse. Y prefieren no meterse. El desestabilizador natural es el seductor elemento opiáceo y la falta de definición sobre los interlocutores válidos de la República ,ante los productores y trasegadores?. El sistema priísta siempre los tuvo, pues su inspiración era el viejo, pero efectivo, sistema administrativo que observaban las circunscripciones romanas y la res publica era, antes que nada, la definición de los responsables para cada negocio.
La falta de esta definición deja sueltos y endebles a los «malos», y los relega a un papel clandestino de Bonnies y Clydes. No son reconocidos como parte integrante del tablero geopolítico y tampoco juegan su correspondiente papel para la legitimación internacional del aparato de gobierno y su eficacia.
Ahora, ¿con la diversificación y la proliferación de bandas «organizadas», cada giro negro de los negocios macabros requerirá un interlocutor del gobierno?
YO, TÚ, ÉL… ¡TODOS DESESTABILIZAMOS!
Desestabilizan los gobernadores, por el escaso o nulo margen de influencia en sus Estados. Como no participan en el reparto grande de las canonjías, son prescindibles y se exponen a las venganzas de los súbditos que les pierden el respeto. Antes de padecer el desprecio, asumen su preponderancia. Todo, hasta la ignominia, menos la renuncia.
Desestabilizan los pobres, sujetos a la miserable situación del país, sin posibilidad de empleo, acceso a circulante y a comida caliente, que no se explican cómo los hambreadores (¡a la basura sus proyectos de crecimiento!) son premiados internacionalmente. Y es que, como dijo Orwell ,no se pueden pedir ideas ni buenas maneras a quien no trae un chelín en la bolsa.? El círculo cuadrado.

Desestabilizan los productores agropecuarios que no tienen precios razonables para sus cosechas ni seguridad personal para sus vidas; los comerciantes que se sienten aterrorizados por un SAT insaciable, ansioso de que paguen el pato de los errores administrativos, para que las cuentas les cuadren y les chequen. Criminal.

Desestabilizan los pequeños, medianos y grandes industriales que no saben el rumbo que tomarán los indicadores?, ni quién es el favorito en turno a quien escuchar o el capitán de negocios del ramo, reconocido o no por la trípode que despacha en Los Pinos. Incertidumbre en la granja. La única industria pujante es la del secuestro.

Y SI PEÑA NIETO SE ATREVIERA Y ¡NOS ESTABILIZARA!

Si el mandatario no puede o no quiere operar el aparato, allá él, pero que no descargue culpas en los pobres «desestabilizadores», a menos que quiera el premio del Ateneo de Angangueo ¡al estadista que ya ha inventado más moros con tranchete!

El crimen organizado, ya es cosa del pasado, dice Alfredito Castillo, y su declaración desestabiliza por ñoña. ¡Sólo 183 secuestros en los últimos días!

Por último, desestabiliza también desde el cuarto de guerra de los favores El Gran Hermano, por su insaciable ansia de rapiña y concentración desmedida.

Entonces, ¿quién desestabiliza?

?Desestabiliza el mundo, convulsionado y atónito, por primera vez en este siglo, estremecido por el inaudito pasmo de nuestros «gobernantes» ante crímenes de lesa humanidad.

¿Cómo puede quejarse de desestabilización, ¡por Dios!, alguien como el Presidente que tiene todo a la mano para poner sobre la mesa baraja nueva, oxigenar el menguado equipo, mostrar oficio, enseñar el músculo, cambiar el rumbo ¡y no lo hace!?

¿Qué espera? ¿Acaso que le digan los verdaderos halcones desestabilizadores del exterior, vestidos de embajadores o agentes de la DEA, lo que debe hacer? Ya todos se lo dijimos aquí, de este lado de la barra, en diversos tonos? ¡y no hace caso!

Sólo que estemos esperando al cordero de Dios que quita los pecados del mundo…

Y rezarle, junto con el inolvidable caudillo gallego, al brazo incorrupto de Santa Teresa, ¡para que nadie logre desestabilizarnos!

¡Ah, si el señor Peña Nieto se atreviera a ser el Presidente y nos estabilizara!

Índice Flamígero: «Un cuento de hadas», intitulan su colaboración don Alfredo Álvarez Barrón y su creatura El Poeta del Nopal: » En un giro del Destino / todo quedó al descubierto: / frivolidad, desaciertos, / carencias y desatinos; / hoy a mitad del camino / parece cosa juzgada, / pues con la voz apagada / ha comprendido la actriz: / ¡no existe un final feliz / en este cuento de hadas!».

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