¿Qué aprende el feto en el útero? aquí te lo decimos

En los últimos 30 años los científicos han descubierto que durante el tiempo que está en el vientre de su madre, el bebé aprende, memoriza, reconoce… Es decir, que los caminos neurológicos que el niño seguirá para pensar y recordar se inician durante el embarazo.Esto ocurre sobre todo a partir de la segunda mitad de la gestación, en el momento en que la neu-rogénesis (la producción de células del sistema nervioso central) da paso a la sinap-togénesis (las células cerebrales empiezan a conectarse). Y durante esta fase son importantes las influencias externas, especialmente la tuya.¿Quieres saber lo que aprende con todo lo que tú vives y experimentas mientras está en tu interior? Seguro que lo haces a menudo y de un modo u otro te comunicas con él. Es bueno. El bebé necesita ese contacto y al brindárselo le enseñas que le quieres.Esto, a su vez, crea en él un ‘yo’ más seguro, pues se sabe que ya en el último trimestre de embarazo existe una rudimentaria forma de autoconciencia.Como dice Thomas Verny en su libro “La vida secreta del niño antes de nacer”, “al crear un entorno cálido en el útero, la mujer puede lograr una diferencia decisiva en todo lo que su hijo sentirá, esperará, pensará y obtendrá a lo largo de su vida”.De hecho, los estudios demuestran que los bebés de gestantes que no desean el embarazo se vuelven nerviosos y se mueven más.
El embarazo es un periodo lleno de sentimientos distintos y cambiantes: alegría, preocupación, miedo, etc.Las hormonas juegan un papel decisivo en ello, ya que agudizan tus sentidos y tus emociones. Y éstas influyen en el hijo que esperas, que las percibe por las respuestas bioquímicas que se producen en tu cuerpo.Gracias a ellas aprende a conocerte y a interpretar tus conductas; tanto es así, que en su futura capacidad de respuesta ante tus abrazos y mimos influye el conocimiento que ha tenido de ti en su vida intrauterina.
Eso sí, el hecho de que el bebé sea partícipe de lo que sientes no implica que necesite que estés siempre feliz. Los vaivenes emocionales que experimenta contigo son parte de la vida y le preparan para ella.
La protección que el útero brinda a tu bebé no le aísla totalmente del ruido, y los primeros sonidos que escucha son los de tu cuerpo: tu respiración, los gorgoteos del vientre y, sobre todo, los latidos de tu corazón.Éstos le acompañan día y noche con un ritmo fijo y estable (a no ser que vivas algo estre-sante).
Desde muy pronto tu hijo conoce este sonido y lo memoriza, tanto que después de nacer se calma si lo abrazas con su cabecita apoyada junto a tu corazón.Y se sabe que los bebés que en las primeras semanas de vida lo oyen continuamente grabado en un CD, ganan más peso y lloran menos.
Gracias a las papilas gus-tativas de su pequeña lengua, tu bebé empieza a distinguir sabores a partir del tercer mes del embarazo (descubre que el líquido amniótico sabe de manera distinta según lo que hayas comido y prefiere los sabores dulces).Sus gustos de adulto dependerán en parte de esta primera experiencia gastronómica, ya que siempre preferirá lo que conoce de su vida intrauterina. Por eso, de ti aprende, de algún modo, a comer alimentos adecuados.
El pediatra suizo Stirnimann estudió a un grupo de embarazadas con hábitos de sueño distintos y demostró que los bebés que están en el útero se sincronizan con sus madres y aprenden sus ritmos de sueño y de vigilia.Así, en su infancia, la mayoría de los hijos de madres madrugadoras lo son también y los de mamás noctámbulas son “búhos nocturnos”.
Al caminar balanceas a tu hijo, lo que le ayuda a desarrollar el sentido del equilibrio.
Pero distingue las caminatas relajadas del correr frenético: en el primer caso se duerme plácido y en el segundo es muy probable que patalee, señal de incomodidad.
En el segundo y tercer trimestres la natación te relaja y tu bebé lo percibe, con lo que se relaja también. Si la practicas con frecuencia, es probable que de niño le encante nadar.En realidad muchas de tus aficiones se le “contagiarán”, como la de tocar un instrumento… ¡incluso la de ver la televisión, según dice el doctor Swaab en el libro “Somos nuestro cerebro”!