«Escobar: Paradise Lost», droga y sangre sobre las pantallas

Con el estreno de «Escobar: Paradise Lost», en la que Benicio del Toro se pone en la piel de un temible capo, se amplía la lista de recientes películas que han llevado al cine la realidad del narcotráfico en Latinoamérica.

Los «flashes» y la atención del Festival Internacional de Cine de San Sebastián (España) apuntaron el 26 de septiembre al actor Benicio del Toro, que recibía el Premio Donostia por su carrera. En una esperada rueda de prensa previa, habló de su trayectoria, de lo que sentía ante el galardón y de su último trabajo, «Escobar: Paradise Lost», en el que encarnaba al famoso y sanguinario narcotraficante. Cuando le preguntaron sobre su figura, Del Toro respondió: «Para algunos fue un Robin Hood, pero para la mayoría fue un monstruo».

«Al rodar ‘Escobar: Paradise Lost’, me di cuenta de que se trataba de un hombre con dos caras, que provocó un gran dolor en su país pero que también lo ayudó en gran medida», añadió el intérprete. Dirigida por el hasta ahora actor Andrea di Stefano, la película muestra al narcotraficante colombiano con una doble imagen: como un criminal despiadado y, al mismo tiempo, como un hombre de familia.

Al margen de las controvertidas declaraciones de Del Toro, es indudable que «Escobar» se une a la reciente lista de películas que retratan el narcotráfico en Latinoamérica. Polémicos, realistas, crudos o sarcásticos, todos estos filmes aluden y no pasan por alto la dura, espantosa y brutal realidad del narcotráfico al sur del Río Bravo.

Narcotráfico en el cine mexicano reciente

El asesinato de los 43 estudiantes en Iguala (Guerrero) ha vuelto a llamar la atención de la opinión internacional sobre el poder criminal del narcotráfico en México. Desde que el presidente Felipe Calderón declarara la guerra a los narcos, el país ha vivido una violencia extrema, sin límites y a menudo impune con figuras tan siniestras como las del Chapo Guzmán o cárteles tan sanguinarios como Los Zetas.

Las cifras, confusas y todavía sin cerrar, hablan de al menos 70 mil muertos desde 2006. Ante esta tragedia nacional, el cine mexicano no ha sido inmune y sus pantallas han sido en los últimos años un lienzo de sangre y droga con diferentes películas sobre el narcotráfico.

Todavía se recuerda en Cannes el impacto en 2013 de «Heli», la cinta mexicana que dirigió Amat Escalante. Centrada en la vida de una familia en Guanajuato que se veía arrastrada a una espiral de violencia conectada con el narcotráfico, la película incluía una crudísima y explícita escena de tortura que perturbó al público y que abrió un debate sobre los límites de la violencia en el cine.

«Cuando uno se plantea esta manera de enseñar los actos violentos que suceden en la vida, sabe que va a haber reacciones encontradas, reacciones fuertes, pero mi teoría es que hay que darle a la violencia el peso que, según yo, incluso moralmente, tiene que tener», justificaba el realizador. La brutalidad de la película no impidió, sin embargo, que Escalante ganara el premio al mejor director en el festival francés.

También recibió el reconocimiento de la crítica la película «Miss Bala», que dirigió Gerardo Naranjo en 2011 y que contaba la historia de una joven secuestrada por el narcotráfico cuyo deseo era convertirse en una reina de la belleza. «La controversia es sana, siempre es bueno que una película logre mover a la gente. No creo que el cine ayude a solucionar nada, pero sí ayuda a hablar de los problemas», defendía el realizador mexicano, quien definió la puesta de escena pausada e inquietante de su filme como «un National Geographic del narcotráfico».

Pero si hay una película mexicana sobre el narcotráfico que ha alcanzado el éxito del público es «El infierno», de Luis Estrada (2010), una cinta sarcástica y mordaz que dibujaba el esperpéntico carnaval en el que se ha convertido la violencia del narcotráfico y ante la que han sucumbido las instituciones del país.

Utilizar el humor para la reflexión no era algo nuevo para Estrada, que ya lo había empleado en «La ley de Herodes» y al que ha vuelto a recurrir en la muy reciente «La dictadura perfecta». Sobre esta última, Estrada dijo que cuando concibe una película cree que «México no puede estar peor» de lo que cuenta, pero que cuando llega a los cines la realidad siempre le ha superado.

Antes, el cine colombiano

Como paso previo al actual interés mexicano por el cine sobre el narcotráfico, Colombia, otro país rasgado por la violencia, también se volcó con películas del mismo tipo. Algunas fueron tan conocidas y premiadas como «María llena eres de gracia», dirigida por el estadounidense Joshua Marston y cuya actriz protagonista, Catalina Sandino Moreno, fue nominada al Óscar a la mejor actriz.

«Mi propósito era contar una historia impactante que hiciera sentir a la gente todas esas emociones y hacerle reflexionar sobre el asunto del tráfico de drogas y, además, sobre una niña, María, la protagonista, que busca su lugar en el mundo», contó el director sobre una película que narraba la odisea de las mulas, personas que esconden droga en su cuerpo para llevarla de incógnito desde Colombia hasta Estados Unidos.

Además de la película de Marston, bastantes cintas colombianas se acercaron en los últimos años a la realidad del narcotráfico, como «El cartel de los sapos», «El arriero», «Perro come perro», «El colombian dream», «Rosario Tijeras» o «Apocalipsur».

«‘Rosario Tijeras’ tuvo una labor terapéutica para gran parte de la sociedad colombiana que, al ver la película, revisó una parte muy dolorosa de su historia», contaba su director, Emilio Maillé. «Con ella se cerró una herida que se venía arrastrando desde los momentos más duros del narcotráfico, en los años ochenta y en una Medellín que hoy no tiene nada que ver con la de entonces».

Y también en Estados Unidos, el vecino rico y muchas veces destino de toda esa droga impregnada de sangre, se han dado retratos del narcotráfico en América Latina, algunos con resultados tan desafortunados y estereotipados como «Savages» de Oliver Stone (2012).

Mientras los narcotraficantes estadounidenses aparecen en esta película como unos jóvenes con un negocio limpio y hasta cierta alma caritativa, sus similares mexicanos son sádicos, implacables y sin escrúpulos. Como anécdota del trazo grueso de «Savages», queda el diálogo entre Ofelia y Chon, ambos estadounidenses, cuando, al ver horrorizados un vídeo de un ajuste de cuentas, ella pregunta, «¿Eso es Afganistán?», y él responde inmediatamente, «No, es México».