Don Fernando y los enanos del templete

Como secretario de Gobernación, jamás se hubiese subido a un templete a dialogar, en plena calle y en mangas de camisa, con quienes se acercaban demandantes al palacete de los Covián, en el deteriorado Paseo de Bucareli. Tenía no dos, ni diez, sino muchos más «fusibles» que se «fundían» antes de que a él le llegaran los asuntos difíciles, que invariablemente resolvía con mano firme y una sonrisa a flor de labios.
Fernando Gutiérrez Barrios jamás hubiese duplicado la estupidez foxista de resolver los problemas «en 15 minutos». No, sólo los muy pero muy ingenuos dicen poder solucionarlos en media hora.
Gutiérrez Barrios, el hombre «Leyenda» está en el panteón de los políticos ilustres desde hace justo 14 años y, por tal motivo, recibe hoy un homenaje ante el busto que con su efigie y en su honor adorna el malecón de Boca del Río, en el Veracruz que gobernó y tanto amó.
De Gutiérrez Barrios he escrito aquí que fue, en efecto, un hombre firme en sus convicciones, pero siempre dispuesto a negociar. Su estilo fue distinto al de Carlos Salinas a quien le tocó acompañar como secretario de Gobernación. El entonces presidente sofocaba los incendios manu militari. Y paradójicamente, aunque sus orígenes fueron castrenses, don Fernando –como todo mundo le llamaba–, los apagaba pidiéndolo por favor.
Hoy, ante la crisis política y social que han desatado los acontecimientos de Iguala, se requerirían no pocos Gutiérrez Barrios que supieran y pudieran conciliar el conflicto, la lucha, entre el poder y la convivencia, entre la justicia y el orden, entre la voluntad y la razón, entre la permanencia y el cambio. Pero uno sólo sería más que suficiente.
Porque es evidente que el actual secretario de Gobernación no ha dado el ancho. Todos los problemas le estallan o, en el mejor de los casos –para él– quedan irresueltos.
Para Gobernación, más que enanos de templete hay necesidad de echar mano de los políticos – políticos. Aquellos que utilicen, a la vez, su inteligencia y su intuición. A quienes no les basten los sondeos o las encuestas que, aparte de abarcar siempre escaso margen de futuro, son como el antiguo apuntador desde su concha del escenario: el eco antes que la palabra (y a veces la palabra les sale respondona, verbi gratia: IPN).
Gutiérrez Barrios fue artífice de la transición. En su larga carrera política, privilegió los acuerdos, sabiendo que éstos deberían servir para que el equilibrio y la armonía posibilitaran la permanencia de las instituciones y de la paz social.
¿Cuál fue la clave del éxito que siempre acompañó al veracruzano?
Su palabra, es esa clave.
Su palabra se respetaba porque, además, él la hacía respetar.
También que, como divisa, siempre mantuvo el servicio al Estado y no sólo al gobierno en turno. Fue, como se dice hoy, institucional.
Hacía política.
Y hoy, porque no hay o son escasos los políticos, nadie hace política.
MODERACIÓN Y EQUILIBRIO
Evitando la ruptura y privilegiando el diálogo, Gutiérrez Barrios participó como secretario de Gobernación en los inicios de lo que ahora son tres instituciones autónomas y que han sido decisivas en el proceso democrático del país: el Instituto Federal Electoral (ahora transmutado a un Frankestein del panismo: el INE), el Tribunal Federal Electoral y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, ya pervertida y en di$puta ahora mismo.
Controvertido. De luces y sombras. Durante casi 40 años Gutiérrez Barrios sirvió al Estado mexicano desde muchas trincheras. Destacó en todas. Militar, padre de la inteligencia mexicana, candidato a puestos de elección popular, secretario de Gobernación. Sólo le faltó incursionar en el campo de la diplomacia, no obstante que Carlos Salinas le ofreció una embajada cuando, en el peor de los momentos, se deshizo de él a principios de 1993. Se retiró como deben retirarse los toreros, según escribió en su carta de renuncia.
Ernesto Zedillo, por su parte, lo persiguió cobardemente, sólo por la osadía de haber sido mencionado como posible candidato presidencial tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio. Así persiguió a otros –Fernando Ortiz Arana, por ejemplo– que habían sido considerados en aquel momento. Estorbaban los planes que para él, para Zedillo, había diseñado José María Córdoba Montoya, a espaldas de otro mentecato, Carlos Salinas de Gortari.
De Zedillo se sospecha, incluso, la autoría intelectual del extraño secuestro, el 17 de diciembre de 1997, del que Don Fernando fuera víctima y que, meses después, menguara su salud, hasta llevarlo a la muerte.
¿QUIÉN HACE HOY SU TAREA?
México hoy carece de inteligencia. La desmantelaron los panistas. Y el PRI, ya de vuelta a Los Pinos, no sabe, no quiere o no puede reconstruirla. Espían, sí. Pero el blanco son aún las alcobas. De otra suerte jamás hubiesen sido asesinados, quemados, desfigurados los 43 estudiantes de Ayotzinapa, ni se hubiese perpetrado otros muchos crímenes más.
Nunca previeron, por ejemplo, el movimiento de la CNTE. Sus alcances. Cómo se extendió y permanece. Tampoco los ataques terroristas a instalaciones de la CFE en Michoacán. Ni la reacción de los politécnicos ante el total allanamiento de Miguel Ángel Osorio: les dio todo y…
No hay hoy quien haga la tarea que bien desempeñó Don Fernando.
Hoy no hay quien, cual aconsejaba Nicolás Maquiavelo, “se transforme en zorro y en león. Porque el león no sabe protegerse de las trampas, ni el zorro protegerse de los lobos. Hay pues que ser zorro para conocer las trampas, y león para espantar a los lobos.”
Gutiérrez Barrios, sí fue el maquiavélico zorro, el maquiavélico león.
¿Puede el Grupo Hidalgo, apropiado ahora de las áreas de inteligencia y seguridad, producir un Gutiérrez Barrios?
Ni en sueños.
En el CISEN, por ejemplo, donde cobra uno de los señores Imaz –el que no se lleva el dinero en bolsas de plástico, sino a través de medios más sofisticados, cual atestiguan en Pachuca–, hay agrónomos y veterinarios habilitados como espías. Puros cuates. Puros paisanos hidalguenses.
Avances tecnológicos para espiar hay muchos. Pero no hay quien los analice. Quien haga prospectiva con los datos intervenidos. ¡Vaya, si no es por Snowden, ni siquiera se dan cuenta de que los espías son espiados!
¿Será casualidad? Desde 1993, año en el que Gutiérrez Barrios se retiró oficialmente de las tareas de seguridad, el país y, sobre todo sus gobiernos, han ido perdiendo a grandes trancos la gobernabilidad. Asesinatos políticos. Guerrillas. Violencia desatada por grupos criminales sobre los que no se tiene ningún control. Nombre usted el problema. Ha faltado inteligencia –de las dos– para evitar su estallido o, cuando menos, encontrarle solución.
Catorce años.
Muchos más sin gobernabilidad.
Índice Flamígero: ¿Hubiera permitido Fernando Gutiérrez Barrios que un guerrillero, secuestrador, llegara a la gubernatura de Guerrero? Él sí habría tenido la información que, hoy, hasta se puede encontrar en Google, pero… + + + Y ahora sí, ¡ya escaló! Ya no nada más los medios, El Vaticano y la Casa Blanca tienen los ojos puestos en la solución que el “gobierno” dé al triste caso de los 43 secuestrados –¿asesinados?– en Iguala.