«Pixel Mountain» no brilla en el Cervantino

Los Pastitos, la plaza que está a la entrada del Centro Histórico de la ciudad, ha sido escenario de algunas de las más espectaculares funciones que se registran en el Festival Internacional Cervantino; por eso es amplia la expectativa que se genera en este espacio, tan grande como lo puede llegar a ser la decepción.

Es el caso de la presencia de Stalker Theatre, fundada en 1989, que es considerada es una de las principales compañías australianas de teatro físico. Las características con las que se adorna sus credenciales, como la de nutrirse de la danza contemporánea, el nuevo circo, las artes marciales, y de «novedosos acercamientos a la dramaturgia y a los procesos interdisciplinarios», no fueron suficientes para deslumbrar a los asistentes.

La compañía presentó «Pixel Mountain» creada en colaboración con artistas de Corea del Sur la noche del viernes en Pastitos; con la que intentan ofrecer una reflexión sobre algunas cuestiones de la vida moderna de Corea, país que en sólo una generación se ha convertido en uno de los más desarrollados del mundo.

Las contradicciones que este vertiginoso cambio implica se reflejan en la vida cotidiana de los surcoreanos, y nutren la obra, que nos plantea una pregunta: ¿Cuál es nuestro futuro si mantenemos nuestra vulnerable alma humana, pero la condicionamos a la tecnología?

La obra se estrenó en el Festival Gwacheon y Hi Seoul en Corea en septiembre de 2013; se trató de una proyección aérea e interactiva al aire libre de 30 minutos realizado en uno de los edificios emblemáticos de Gwacheon y en el Museo de Arte de Seúl.

En el Cervantino, las paredes fueron cambiadas por una gran pantallas en la que se transmitían proyecciones interactivas en tiempo real que respondían a los bailarines cada movimiento.

Si bien «Píxel Mountain» resulta innovadora en el sentido de poner a disposición del artista un software que responde a sus movimientos, pese a que se asegura que lo que proponen es un análisis poético de cómo el uso de las nuevas tecnologías ha incomunicado a la humanidad, el discurso filosófico se pierde en una modesta parafernalia estética.

Es como si la gran pantalla reprodujera figuras geométricas de modo desordenado y colorido o monocromático, como las que cualquier dispositivo móvil tiene como «fondo de pantalla» y los cuerpos de los bailarines fueran, en realidad, los dedos de una mano, con los que se puede manipular el movimiento de las líneas. Nada más.

El esfuerzo físico de los artistas está ahí, sin duda, realizan acrobacias a metros de altura, sujetados con cables, pero la propuesta es vacía.

Los asistentes a Pastitos no fueron receptivos a la propuesta: aplausos secos, fríos como la temperatura de esta noche previa a la gran clausura del Cervantino.