Vitaminas, vitales en la tercera edad

El adecuado consumo de estos nutrientes es indispensable para el funcionamiento del organismo, pero también contribuye para envejecer con mayor armonía, e incluso para prevenir el surgimiento de algunas de las enfermedades más frecuentes en adultos mayores.
Vitaminas, vitales en la tercera edad
La mejoría en las condiciones de vida y los trascendentales avances médicos que se han desarrollado a partir del siglo XX son responsables directos del considerable aumento en la esperanza de vida y, por ende, del incremento progresivo en el número de personas de la tercera edad. Como ejemplo, baste decir que en 1930 los mexicanos vivíamos aproximadamente 34 años, mientras los datos de 2005 muestran que ahora el promedio es superior a 75 años. Asimismo, el Consejo Nacional de Población (Conapo) estima que en México vivirán cerca de 10 millones de adultos mayores en 2010, y 22 millones en 2030.
Ante esta situación, uno de los mayores retos que se presentan consiste en lograr que las personas de edad avanzada tengan la oportunidad de conservar sus capacidades físicas y mentales de manera óptima. En este sentido, los especialistas coinciden en que llevar alimentación saludable y balanceada, rica en la cantidad y variedad de nutrientes, es uno de los factores más importantes con que se dispone para lograr este objetivo.
Vale remarcar esto último porque, a pesar de que es bien difundido que una dieta adecuada influye positivamente en el estado de salud, la desnutrición sigue siendo uno de los problemas clínicos más frecuentes en ancianos. En concreto, la deficiencia de vitaminas se manifiesta con signos físicos como descamación de la piel, uñas frágiles, cabello quebradizo y pequeñas heridas en los labios, además de notables alteraciones de conducta, entre ellas irritabilidad, insomnio, falta de concentración y cansancio; empero, lo más grave es que esta deficiencia nutricional también se relaciona con mayor propensión a sufrir debilidad ósea, enfermedades cardiovasculares (infartos en corazón y cerebro) y algunos tipos de cáncer (células anormales que se agrupan, formando tumores).
Problema complejo
Expertos en Nutrición y Geriatría aseguran que el déficit nutricional en adultos mayores se incrementa por aspectos propios de este grupo poblacional, destacando:
Hábitos. Muchas personas de la tercera edad viven en soledad, y en ocasiones no tienen la disposición o el ánimo para preparar comidas variadas para alimentarse, de modo que su dieta se vuelve monótona. También suelen consumir alimentos enlatados en vez de los que son frescos (con mayor aportación de vitaminas y otros nutrientes).
Cambios fisiológicos. El anciano sufre alteraciones que interfieren en el aprovechamiento de nutrientes; de inicio, hay disminución de secreción de saliva y, regularmente, problemas en las piezas dentales, de modo que se dificultan la masticación y el proceso digestivo. Por otra parte, también es natural que se aminore la capacidad de absorción en estómago e intestinos.
Medicamentos, alcohol y tabaco. Estos tres elementos pueden interferir en el estado nutricional, ya que influyen en los mecanismos de absorción y aprovechamiento de importante número de nutrientes.
Educación. Los hábitos alimenticios de las personas de la tercera edad son resultado de patrones de conducta establecidos durante muchos años y, por tanto, muy difíciles de cambiar. Si en la edad adulta y juventud no se llevó una dieta adecuada, es difícil modificar las costumbres, aunque no imposible.
Además de lo anterior, cabe señalar que la población mexicana no tiene la costumbre de asistir periódicamente a evaluación médica, de modo que no es común la realización de exámenes preventivos para conocer estatura y peso, ni someterse a análisis de sangre que determine el estado general del organismo y la posibilidad de sufrir algún déficit vitamínico en la tercera edad.
Dos grandes familias
Una buena manera de valorar la importancia de estos nutrientes y emprender cambios efectivos en la dieta, ya sea para incrementar su consumo o equilibrarlo, consiste en contar con información sobre su función en el organismo y en qué alimentos están contenidos.
En principio, podemos decir que las vitaminas son moléculas formadas por carbono e hidrógeno, principalmente, y en algunos casos incluyen oxígeno, nitrógeno y azufre. No aportan energía, pero sin ellas nuestro cuerpo es incapaz de aprovechar otros nutrientes de los alimentos, como hidratos de carbono (proporcionan energía) y proteínas (ayudan a formar tejidos y hormonas).
Asimismo, se
clasifican en dos grupos:
Liposolubles. No contienen nitrógeno y es difícil que se desintegren con el calor. Se disuelven en grasas o aceites y se almacenan en el hígado y tejido adiposo (graso) de nuestro cuerpo, por lo que es posible, tras un aprovisionamiento suficiente, subsistir un tiempo sin su aporte. Requieren de sustancias segregadas por la bilis para ser absorbidas, y si se consumen en exceso (más de 10 veces las cantidades recomendadas) pueden resultar tóxicas. Entre ellas se encuentran:
Vitamina A. Contribuye al mantenimiento de los tejidos corporales y sistema óseo, favorece la resistencia a las infecciones y es necesaria para el correcto desarrollo del sistema nervioso y la visión; también es antioxidante por lo que ayuda a bloquear radicales libres.