Viaje, ópera mexicana en el Cervantino

En las calles de Guanajuato hay jóvenes con pancartas, reclamando que regresen con vida los 43 normalistas de Ayotzinapa y repudian la muerte de Jesús Esparza, estudiante de la Universidad de Guadalajara, quien acudió al festival y fue encontrado muerto el pasado domingo.

En el Teatro Cervantes el compositor Javier Torres Maldonado sube al escenario y pide a los asistentes que compartan sus opiniones sobre lo que acaban de presenciar, el estreno de su ópera Viaje, con libreto de la escritora Cristina Rivera Garza, pide, sobre todo, que opinen sobre el inquietante desenlace.

El silencio es largo y le quita la sonrisa al músico. Al fin, una chica que ronda los 20 años, levanta la mano: «Es reflejo de lo que ahora mismo estamos viviendo en el país. Nos han robado a nuestra ciudad, a nuestro estado. Hay miedo y ahora pensamos en que si nos llevan y nos entierran que nuestro cuerpo no sea cortado en pedazos, para que nuestra familia no tenga que armar el rompecabezas de lo que fuimos».

Hay otro silencio. Otra joven también levanta la mano y sigue en la reflexión de la primera. La violencia, dice, está en todos lados. El compositor luce sorprendido con la respuesta.

Viaje, que forma parte del proyecto OM21, impulsado por el Festival Internacional Cervantinopara propiciar la creación de nuevas óperas mexicanas, aborda la historia de dos fotógrafos que se encuentran y recorren juntos México desde Ciudad JuárezChihuahua a OcotlánChiapas; en el camino se encuentran con una mujer que parece huir aterrorizada por la violencia de su ciudad, y los tres continúan el recorrido.

La ópera protagonizada por un agente comercial de un fabricante de neumáticos estadounidense (Baltazar Zúñiga) y de una fotógrafa polaca (Sevan Manoukian), hace alusiones veladas al escritor mexicano Juan Rulfo y Bernice Kolko, una supuesta amiga suya.

Algunos biógrafos de Rulfo mencionan que el escritor realizó un viaje en automóvil e hizo el trayecto de la Carretera Panamericana, en el verano de 1951. Con este dato, Rivera Garza y Torres Maldonado crean una ópera con claras referencias a Pedro Páramo y El llano en llamas.

La ópera transcurre la mayor parte del tiempo en el automóvil y como preámbulo del fatídico final, los personajes tienen una noche de diversión en una cantina. La siguiente parada es un poblado devastado por la violencia, en la que encuentran la muerte. Los cuerpos son encontrados por un policía (Alberto Albarrán), quien advierte que los han asesinado con saña.

Así, Viaje parece transcurrir en dos tiempos alternos, en los años 50 en los que recorrer de sur a norte el país era una proeza posible, y en la actualidad, donde un escenario de muerte y violencia es aún más posible.

El final de la ópera coproducida entre México y Francia, con la participación del Ensamble Sillages y la compañía Le Grain-Théatre de la voix, bajo la dirección escénica de Christine Dormoy y musical de Nicolás Chesneau, es tan contundente por ser retrato de una realidad, que la empodera.

Sin embargo, Viaje es endeble en su primera parte. Los zurcidos son notorios. Es cantada en español y la pronunciación del libreto se escucha apretada en la partitura de Torres Maldonado, para cuatro instrumentistas y un dispositivo electroacústico.

Zúñiga parece perdido en la dirección musical. Mira con angustia al concertador. La dicción de Manoukian obliga a leer el supertitulaje. El universo rulfiano está en la música, mística, fantasmal, pero no hay embalaje fino. Las referencias al escritor, como la escena en la que la misteriosa mujer canta «diles que no me maten», se escuchan forzadas.

Aun así, a fuerza de mirarse en un espejo y ver en el reflejo, muertos sinrazón, Viaje se convierte en un retrato doliente.