68: fracaso de Barros Sierra como Rector

Convertido en héroe estudiantil por resistir la ola autoritaria del gobierno de Díaz Ordaz, sin embargo el rector Javier Barros Sierra fue el responsable de la escalada de violencia al optar por liderar a los estudiantes y eludir su responsabilidad como rector en la búsqueda de negociaciones y soluciones.
La revisión del 68 mexicano debería ya, cerca del cincuenta aniversario, reanalizar el comportamiento del rector Barros Sierra y sus tres opciones: liderar a los estudiantes contra el gobierno, utilizar su experiencia en el sistema político como miembro del gabinete presidencial de López Mateos para mediar en la búsqueda de soluciones o dejarse llevar por su animosidad contra Díaz Ordaz por la sucesión presidencial de 1964.
Barros Sierra eludió su responsabilidad como rector: la de intermediar entre los universitarios y el gobierno. El 30 de julio de 1968 puso la bandera a media asta en la explanada de Ciudad Universitaria y afirmó que “hoy en un día de luto para la Universidad”. Para Gastón García Cantú en sus Conversaciones con Barros Sierra, ese discurso fue “el principio” del movimiento estudiantil como tal, con el rector al frente de los estudiantes.
Sin embargo, la rectoría era una posición que operaba como cámara de compensación política en la UNAM. Si bien la autonomía le otorgaba a los universitarios la capacidad de auto gobernarse, la Junta de Gobierno estaba formada en su mayoría por priístas y funcionarios. Barros Sierra arribó a la rectoría en 1966 luego del derrocamiento del rector Ignacio Chávez por grupos priístas comandados por Leopoldo Sánchez Duarte, hijo del gobernador diazordacista Leopoldo Sánchez Celis. El operador de la designación de Chávez fue Gustavo Baz, gobernador del Estado de México y clave en la Junta de Gobierno, considerado por la Gaceta UNAM como “vocero del Presidente de la República”.
Barros Sierra no llegó a la rectoría por opositor sino porque conjuntaba carrera universitaria y experiencia en el sistema político priísta. Pero al estallar el conflicto en 22 de julio, tardó ocho días en decidir su posición al lado de los estudiantes, pero sin usar su cargo de rector para negociar una salida.
Como rector, Barros Sierra encabezó marchas de estudiantes pero sin buscar salidas al conflicto. En cambio, Díaz Ordaz le cedió todo el poder a Luis Echeverría como secretario de Gobernación, porque entre los dos habían encarado victoriosamente una larga lista de actos de represión gubernamental en el periodo 1958-1968. Echeverría era el espejo autoritario de Díaz Ordaz.
Desde la rectoría Barros Sierra no hizo ninguna gestión de negociación real con el gobierno para parar el conflicto y el liderazgo estudiantil del rector obstaculizó cualquier solución. Así, Barros Sierra fue medio rector porque no quiso usar su experiencia sistémica parta abrir canales de negociación.
Al final, el rumbo del conflicto condujo a la derrota de la UNAM, del movimiento estudiantil y del rector, y a la masacre del 2 de octubre. Barros Sierra comprendió su fracaso cuando encontró puertas cerradas en el gobierno y los estudiantes no le hicieron caso a su sugerencia de no realizar el mitin en Tlatelolco: la Confederación Nacional de Estudiantes Democráticos, el Consejo Nacional de Huelga y el Partido Comunista se apoderaron del movimiento y lo llevaron al choque.
Derrotado, con la UNAM ensangrentada y responsabilizado de no haber buscado una solución negociada, Barros Sierra optó por no reelegirse. La crisis del 68 hubiera sido otra si el rector se hubiera comido su orgullo para buscar una negociación política con el sistema al que había pertenecido de 1958 a 1964. Al final, la debacle del 68 fue responsabilidad de la lógica del autoritarismo (Díaz Ordaz) frente a la lógica del resentimiento (Barros Sierra).