Arte social llevado al límite; exposición «Bandera negra»

La búsqueda de nuevos lenguajes en la pintura llevó a Rubén Ortiz-Torres (Cd. de México, 1964) al uso de materiales industriales que, además de dar una estructura física distinta al óleo sobre lienzo, permiten crear obras entre la abstracción y el simbolismo como “un posicionamiento crítico al arte”.
Es el caso de la serie de piezas producidas con pintura automotiva, las cuales con ayuda de la tecnología se convierten en piezas con reacciones propias, movimientos o incluso sufren transformaciones generadas por la presencia y la participación del espectador. Es, afirma el artista, la expresión máxima del arte social, y, hasta cierto punto, político.
“Lo que hago es utilizar algunos de estos materiales industriales para hacer obras de arte que llamamos pintura por darle un nombre, pero son obras que interactúan con el público”, explica en entrevista quien produjo 15 de estas pinturas ex profeso para ‘dialogar’ con David Alfaro Siqueiros en La Tallera, donde se exhibirán a partir de mañana.
Con el título Bandera negra, el conjunto de obra tiene referencia al simbolismo que engloba un lábaro, pero al presentarlo en una composición abstracta juega con la negación del mismo icono, y así pone a discusión conceptos como el anarquismo, la política, la sociedad minoritaria y el arte con sentido social, temas presentes en el muralismo y pintura de caballete de David Alfaro Siquei-ros.
Quien lo mismo hace documental que fotografía produce las piezas con materiales como el uretano, la pintura acrílica o la automotiva que aplica con pistola de compresión, y al conectar a un sistema tecnológico provoca reacciones como cambio de temperatura o color. Por ejemplo, una de las obras modifica su tonalidad al subir su temperatura según el nivel de volumen de la persona que le hable a través de un micrófono.
“Está hecha con pintura termo-cromática, y tiene un circuito y cuando uno le habla al micrófono la voz llega a cierto volumen que calienta la pintura y cambia de color”, explica quien también precisa que son materiales llamados “inteligentes” como la pintura que evita que los satélites se afecten por la radiación, o la que se utiliza para transformar el bióxido de carbono en oxígeno, o la que se usa para conducir electricidad.
Si bien esta experimentación es propia de la curiosidad de Ortiz-Torres, señala que a la vez se establece una correlación con la búsqueda de Siqueiros en su época por nuevas maneras de producir, y el primer muralista que dejó el fresco para poder llevar sus murales a la calle, y en consecuencia promovió la invención del acrílico.
“Él también utiliza mucho la fotografía y toma mucha atención en el cine, en la perspectiva de los montajes de las escenas, porque cree que los murales deben contar una historia y entonces utiliza estrategias del cine para contar una historia. A mí me interesa todo esta manera de realizar la pintura.”
Más allá del proceso creativo, quien tiene obras que pertenecen a colecciones como la del Museo Metropolitano de Nueva York y el Centro de Arte Reina Sofía, resalta de sus creaciones el contenido político. Y a partir del lema “Tierra y Libertad” presenta una cadena de banderas asociadas a los movimientos anarquistas “sobrevivientes” como el anarco-capitalista y el anarco-gay.
La muestra hace un homenaje a la relación que existió entre el pintor estadunidense Jackson Pollock y Siqueiros a partir de la tradición de los happening y el performance; Ortiz-Torres presenta El Grito, Pintura embarazada o Qué bonita bandera, acciones que ponen al público en contacto con las obras.