Silva-Herzog Márquez ingresa a la Academia Mexicana de la Lengua

Con una disertación sobre la conversación y la utilización distinta de la palabra en Alfonso Reyes y Octavio Paz, el escritor, columnista y politólogo mexicano Jesús Silva-Herzog Márquez ingresó la noche de ayer jueves a la Academia Mexicana de la Lengua para ocupar la silla XIX que tuvo su abuelo.
El analista político dijo que esos escritores mexicanos levantaron con palabras otra arquitectura común.
«Vivificando nuestro lenguaje, nos ofrecen otra República, no me refiero a la República de las Letras, a la Sociedad de los escritores, a la ‘Mafia de los intelectuales’, al pequeño universo de la letra impresa, creo que en las páginas, en los poemas, en las notas, en los ensayos de Alfonso Reyes y de Octavio Paz hay un modelo de convivencia.
Una estancia para el encuentro y la divergencia, una casa del entendimiento y un lugar para la controversia. Algo nos dicen hoy estas construcciones cuando vivimos en una casa rota», señaló Silva-Herzog Márquez.
Durante la ceremonia solemne celebrada en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, presidida por el director de la Academia Mexicana de la Lengua, Jaime Labastida, y por el académico de número, Hugo Hiriart, quien fue el encargado de responder el discurso de ingreso del nuevo miembro, Silva-Herzog Márquez reconoció que Paz y Reyes no se empeñaron solamente en su obra.
Sino que «estaban convencidos de que esa obra literaria se insertaba en otra de carácter público, no es lo mismo en un país que se da por hecho, dice Gabriel Zaid, en una cultura habitable, que escribir sintiendo la urgencia de crearlo o recrearlo todo. Tiene razón Zaid.
Reyes y Paz están sellados por un denso sentido de responsabilidad nacional, lo que se escribe puede hacer de México un país más habitable». Ante una sala que lució llena y a la que acudieron amigos del ensayista y autor de varios libros, entre ellos Héctor Aguilar Camín, Denise Maerker y Carlos Puig, Jesús Silva-Herzog Márquez aseguró que la palabra no es solamente la voz que entretiene y comunica, el vocablo que transmite información, deseos, recuerdos, órdenes. «La palabra es nuestra casa, el lenguaje es una habitación que nos esculpe, residencia; la palabra moldea en su voz nuestra experiencia, es el puño de una jaula o el aire de una plaza».
En ese sentido dijo también que la filosofía política ha trazado a lo largo de los siglos «arquitecturas penitenciarias de la palabra».
«Ahí está la República de Platón sin poetas, el Leviatán de Hobbes sin comediantes, la Democracia de Rousseau sin actores. No hay tiranía que no reconozca el inmenso poder de nombrar y que no trate en consecuencia de imponer un lenguaje.
Todo despotismo aspira a ser un regimiento de palabras. Fuera el poeta que reinventa el lenguaje, fuera la metáfora que subvierte los significados, fuera los discutidores que riñen, los conversadores que opinan, los comediantes que provocan risa, los dibujantes que ridiculizan. El súbdito demuestra su rendición repitiendo las palabras muertas del poder».
Hugo Hiriart celebró la inteligencia de Jesús Silva-Herzog Márquez, su disertación sobre Octavio Paz y Alfonso Reyes, su reflexión sobre la palabra y en especial sobre la conversación.