Despiden a Vicente Fernández en emotivo concierto

Una ovación de pie, de casi un minuto, fue lo primero que vio Vicente Fernández al entrar al escenario del Auditorio Nacional, flanqueado por un mariachi de 13 elementos.

Su sola presencia enloqueció a los asistentes, que prácticamente ocuparon las cerca de 10 mil butacas del inmueble.

«Vengo con el corazón en la mano y lleno de melancolía por ser las últimas fechas que trabajo aquí en la capital», dijo con voz ligeramente entrecortada.

«Agradezco de todo corazón las oraciones que hicieron para que volviera a estar con ustedes, ¡mil gracias!», agregó tras interpretar «De un rancho a otro».

Arriba de El Charro de Huentitán, colgadas del techo, dos pantallas adornadas como si fueran marcos para fotografía, se sumaban a las dos laterales tradicionales y a la central que, como todas, seguían de cerca sus movimientos.

Chente demostró que lejos está aquella operación de fines de 2012 para extirparle un tumor canceroso en el hígado. Aquella vez canceló su gira, alejándose por casi un año.

Ayer ofreció el primero de 12 recitales en el inmueble de Reforma.

Si con «Hermoso cariño» hizo corear a los asistentes, con «Cien años» arrancó un alarido al recordar que Pedro Infante la hizo éxito.

«Seguiré dando lata, hasta que Dios me recoja», exclamó llevándose la mano al pecho.

El cantante que se quitó el sombrero, se acercó a la orilla del piso que han tocado otras figuras de la música y estrechó la mano de una mujer que se acercó primero tímida y después rápido para llevarse el recuerdo sensorial.

No se olviden de su amigo

El hombre de 74 años aprovechó el concierto para pedir por su amigo, Joan Sebastian, enfermo de cáncer.

«Ya sabía yo que estaba enfermo, pero cuando llegué me dijeron que había cancelado hoy todo por sus quimioterapias.

«Ahora pido que no se olviden de él y, así como lo hicieron conmigo, hagan un Padre Nuestro por mi amigo», dijo.

Luego caminó a un lado del otro del escenario, quedándose parado por algunos instantes en uno de los costados, mirando al público, para interpretar «Lástima que seas ajena», «Por tu maldito amor», sin olvidar «Cara bañada».

Llevaba una hora de concierto cuando se quedó sin su moño blanco de charro, lo desanudó y entregó a una mujer de la primera fila.

Después pidió al equipo de producción le quitara la pistola que portaba en el cinto. «Además, no voy a pelear, para qué quiero eso», bromeó.

Siguió de buen humor con sus músicos, que comenzaron los acordes de «Aunque me duela el alma» y él decidió quedarse quieto, mirándolos, arrancando la carcajada de todos.

«Vicente, te amo», se escuchó una voz masculina entre las butacas.

«Mujeres divinas», «Vale más un buen amor», «La misma», «Acá entre nos», cuya última parte fue cantada sin apoyo del micrófono, «Qué de raro tiene», «Nos estorbó la ropa» y «Bohemio de afición» fueron algunas de las canciones de la velada.

«Ya saben mi dicho, mientras no dejen de aplaudir y gritar, no dejo de cantar hasta que no desquiten lo que pagaron», dijo ante la algarabía del público, seguido de «Yo no me quiero ir». Luego siguió con «El adiós del soldado», «Ley del monte» y se preclamó con «El rey» y «De qué manera te olvido».