Indicador Político

Cuando el amplio espectro centro-progresismo-neopopulismo neocardenismo-izquierda socialista-ultraizquierda  antisistémica necesitaba de una redefinición ideológica posterior a la reforma energética, el PRD de Los Chuchos fue a una elección para afianzar su poder y no para replantear el escenario político del partido.
El principal indicio de que las cosas andan bastante mal en el PRD fue la decisión de Andrés Manuel López Obrador de crear su propio partido. El drama de las fuerzas progresistas es el mismo de la izquierda: la falta de diálogo y la tendencia histórica a la fragmentación.
La izquierda mexicana nació socialista-marxista, luego fue pervertida por la Revolución Mexicana como la ideología dominante y finalmente quedó atrapada en las redes del neopopulismo como la no-ideología. No por menos, por ejemplo, el grupo dominante del PRD está en la Santísima Trinidad: el neopopulismo neocardenista-lopezobradorista, el pesetismo del Partido Socialista de los Trabajadores y el marxismo geriátrico del realmente (in)existente Partido Comunista Mexicano.
La elección de consejeros y dirección nacional del PRD se dio en un momento de definiciones: el colaboracionismo del partido con las reformas estructurales del PRI de Peña Nieto, la separación crítica de López Obrador del partido y la hegemonía ideológica de los priístas-expriístas de 1988 que se quedaron con el registro del Partido Comunista.
En esta mezcla de corrientes, grupos, tribus, ideas y posicionamientos, el PRD aparece como un partido-escoba o partido-atrapalotodo que sustituye la ideología por el reparto de posiciones políticas en la estructura del sistema. La definición del politólogo Otto Kirchheimer registró el hecho de que un partido necesitaba superar las alianzas ideológicas y sumar a un espectro mayor de fuerzas sociales, aunque en la práctica el PRD aparece más como un partido del lumpen social con tendencias al bonapartismo o cesarismo.
La conformación del PRD, después de las elecciones y luego de la separación de López Obrador, no es inédita sino que se ajusta a las evoluciones pragmáticas de los partidos. En el primer estudio moderno de los partidos políticos, el alemán Robert Michels encontró el defecto de los partidos, sobre todo estudiando a los partidos socialistas: su organización oligárquica o dominada por una élite hegemónica.
Luego de ser controlada por los ex priístas Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y López Obrador, el PRD fue jaloneado entre tribus menores hasta que el grupo de Los Chuchos —Jesús Ortega y Jesús Zambrano, ahora fortalecido con la tribu de las ligas de René Bejarano— tomo el control mayoritario, al margen de Cárdenas, Muñoz Ledo y López Obrador.
La maldición de Michels se va a cumplir con la dirección política de Los Chuchos: una élite oligárquica y hegemónica —por su alianza con dos tribus adicionales— va a decidir sobre candidaturas y reparto de posiciones de poder. Y a pesar de las amenazas de López Obrador, el PRD de Los Chuchos seguirá como el espacio partidista más importante para el reparto de cargos públicos por el manejo de las participaciones del Instituto Electoral.
La reconfiguración de alianzas ha llevado a todos los partidos a perder la identidad original de sus ideologías y a enarbolar proyectos de gobierno acomodaticios y sin compromisos. De ahí que todos los partidos —y el PRI, PAN y PRD lo prueban— hayan encontrado en el asistencialismo neopopulista el sucedáneo de la ideología, aunque sin modificar la clasificación social.
Con el dominio de Los Chuchos comienza una nueva etapa del PRD, con el temor de muchos que se convierta en una copia del viejo PST de los setenta que nació al amparo de la reforma política pero terminó como un partido paraestatal con lenguaje izquierdizoide.