La Gran Guerra también fue en la cultura

Una muestra da cuenta de la preparación en el campo cultural e intelectual para la batalla
La Gran Guerra, de la que este año se cumple el primer centenario, se había preparado también en el campo cultural e intelectual: la élite pensante alemana se había dejado contagiar por una euforia nacional que ensalzaba la cultura del país por encima del resto y la ciudad de Weimar jugó un papel esencial en ese sentido.
Así lo documenta la exposición «Krieg der Geister» («la guerra intelectual») que puede verse hasta el 9 de noviembre en esa ciudad alemana, cuna de Goethe, el máximo exponente de la literatura germana.
La exposición muestra 450 objetos, entre ellos documentos, fotos, gráficas, pancartas, pinturas, libros, esculturas, trabajos plásticos y arquitectónicos e incluso propaganda literaria, sin olvidar secuencias cinematográficas, para mostrar las ideas de entonces desde distintas perspectivas.
La muestra comienza con el momento de la movilización y fiesta de despedida del batallón de Weimar, seis días después del inicio del a guerra. En una segunda instancia se ven reliquias de la cultura alemana, como un busto de Goethe que contempla la calavera de Schiller.
La muestra que versa sobre la primera gran contienda del siglo XX se centra en la idea de preponderancia que tenían los alemanes sobre su cultura y la especie de «conciencia misionera» germana que precedió y acompañó la después conocida como Primera Guerra Mundial, explicó la curadora Gerda Wendermann, del Nuevo Museo de Weimar.
La élite intelectual alemana en su conjunto se había dejado contagiar por esa euforia nacional, explica Wendermann. Entendían esa guerra como una «guerra santa» para defender la cultura alemana.
Sin embargo, los aliados liderados por Reino Unido y Francia difundían la imagen de los alemanes como bárbaros.
Las élites intelectuales de Europa defendían así, también mediante argumentos culturales, una guerra que terminaría con millones de muertos en Europa y sembraría la devastación y la miseria en el continente.
Y esa «guerra cultural» sobre la justificación de la guerra supuso un fenómeno único que no se produjo en ninguna otra contienda, señaló la comisaria.
El escritor francés Romain Rolland (1866-1944) ilustró bien ese salto de la «guerra intelectual» sobre la supuesta preponderancia de la cultura alemana frene a la «occidental» a las luchas sangrientas en los campos de batalla, al lanzar una pregunta a los intelectuales alemanes, un mes después de que estallara la contienda: «¿sois los nietos de Goethe o de Atila?»
Como bajo un espejo ustorio se condensaron ya antes de 1900 en Weimar las confrontaciones estéticas y político-culturales del momento, que constituyeron una especie de armamento intelectual de cara a la guerra.
«El crimen más grave de la cultura alemana es su desgarramiento (…) la falta de un punto medio» , dijo ya en 1905 el renovador cultural Harry Graf Kessler (1868-1937) .
La exposición de Weimar documenta ahora los debates públicos a base de citas y obras de ocho intelectuales de Weimar y de Jena, conservadores y aperturistas, nacionalistas y demócratas.
Entre las firmas se encuentran -además de Kessler- la del gran duque Wilhelm Ernst (1814-1865) , el investigador natural Ernst Haeckel (1834-1919) , el agitador antisemita Adolf Bartels (1862-1945) y la del filósofo Rudolf Eucken (1846-1926) , entre otros.
Pero Weimar no sólo fue importante en los albores y durante la guerra: tras la firma del Tratado de Versalles en 1918, la ciudad siguió siendo el punto de referencia cultural para los alemanes.
Friedrich Ebert (1871-1925) retomó las ideas de unidad al jurar un nuevo comienzo político en 1919: «Ahora el espíritu de Weimar, el espíritu de los grandes filósofos y poetas deben volver a llenar.