La ficción es otra forma de narrar la realidad

Para un periodista experimentado como Diego Petersen Farah, la ficción no ha sido extraña a lo largo de su carrera —más de 25 años en el oficio— pues, comenta, “llega un momento en que los propios cánones del periodismo nos limitan para retratar la realidad”, por ello se hace necesario recurrir a ella “para narrar lo que a través del periodismo no se puede”.
Lo anterior representa un contexto latente en Los que habitan el abismo (Editorial Planeta, 2014), primera novela de Petersen en la que, a través del género negro, cuenta una historia que estuvo “revolotéandome en la panza” por años.
En la novela se relata cómo el subdirector de un periódico tapatío, tiene en las manos la primicia de una nota exclusiva, se trata de una investigación por fraude en que se descubre que el ataúd de una viuda carece de cadáver y, como el hijo de la muerta aparente es su amigo, termina involucrado en los hechos más de lo aconsejable; así, ayudado por un reportero de nota roja, entre otros personajes memorables —todos “construidos a partir de elementos que se toman de la realidad”—, este periodista enfrentará no sólo a una red de complicidades entre autoridades policiacas y militares con el narcotráfico, sino su propio pasado y sus consecuencias en el presente.
Reflexionar sobre el oficio
Diego Petersen asegura que “en periodismo debemos estarnos revisando en lo que hacemos de manera permanente; es una profesión muy demandante (y divertida), por eso tuve que inventar un personaje (Eduardo) para decirme todo lo que no me había podido decir a mí mismo, porque cuando uno está metido en esta dinámica existe muy poca reflexión sobre lo que hacemos y cómo lo hacemos”; así, la anécdota hizo necesario cuestionar cómo se aborda el involucramiento personal en una investigación periodística porque en ese contexto “las decisiones que tomamos tienen efectos siempre”.
Ahora bien, detalla, “el periodismo es ante todo un oficio, por eso hay otro personaje (Beto Zaragoza) que encarna eso, que lo ejerce y punto, no lo cuestiona, no implica dilemas éticos. Uno más, el subdirector del diario El Matutino (Manuel Reza), está involucrado con el sentido social que tiene este ejercicio y la crisis actual de las redacciones”; de aquí se desprende la necesidad de “un escenario” en el que viven “los personajes que padecen este momento de crisis en el periodismo, una situación compleja que no es para nada un lecho de rosas”.
Pero hay otro ámbito descrito a través de un personaje femenino (Ana), que “a su manera, como los otros, manifiesta la soledad y la falta de sueño, dinámicas que tienen que ver con las sociedades urbanas contemporáneas”, algo que explica en cierta medida el carácter “azotado” de sus protagonistas, que mantienen mucha interacción con otros “pero también aislamiento”, de modo que reflejan “una dualidad que oscila entre el convencimiento y la manera en que enfrentan, cada cual, sus fantasmas”.