El Principito

«El Principito» y sus razones para ser un clásico

Desde la dedicatoria que el autor francés Antoine de Saint-Exupéry colocó en su novela corta «El Principito» es evidente que apuesta por la narrativa que toca el tema de la infancia y que tiene como narratarios a los propios niños: sin embargo, en el tiempo en que escribió su relato no había una industria en forma alrededor de la literatura infantil, como sí sucede ahora, además el libro mismo ofrece una profundidad tal que su lectura no se puede ceñir sólo al público conformado por niños. Tal vez Saint-Exupéry no sabía en su momento que estaba escribiendo un clásico que también sería el precursor de los libros para niños, y es que a lo largo de más de medio siglo su texto se ha convertido en uno de los más vendido y traducidos en la historia.
Lo que sí sabía el autor es que estaba confeccionando un texto cuyo público no sólo serían los infantes, ya que cada párrafo de su obra está cargado con una profundidad que muchas veces se escapa o se vislumbra en una primera lectura en la infancia, pero que en una relectura ya en la etapa adulta se descubre en su totalidad. Esta es una de las riquezas que poseen los grandes clásicos: la capacidad de funcionar a niveles diferentes para así llegar a una variedad de lectores.
En palabras de Teresa Orozco, profesional en la literatura infantil y juvenil: «Para mí ‘El Principito’ una obra literaria que no tiene una determinación, y eso lo hace universal, no es infantil o juvenil: La universalidad de la literatura consiste en eso, que no caiga en un cajón, ninguna categoría que lo encierre en un lado. Si se dice que es para niños es difícil que un adulto la disfrute, pero en el caso de ‘El Principito’ no sucede así. El libro llama a la esencia humana en general, es un texto que habla sobre cuestiones y preguntas que tiene el ser humano en diferentes etapas de su vida. Yo no sé porque se ha catalogado como una obra sólo para niños; tiene muchas capas, creo que esa es la clave de una gran obra literaria, para que el lector con su bagaje cultural, con su historia personal se acerque y la descubra”. Parte de su valor literario radica en el contraste que hace Antoine de Saint-Exupéry de los personajes: las características de las que dota a cada distinto habitante según el mundo en el que está son arquetipos que sintetizan los modos de ser de las personas. Estos caracteres vistos bajo el punto de vista del Principito revelan sus debilidades y sus lados flacos, la mayoría de las veces pasados por alto por los personajes mismos que no se percatan de sus cualidades y defectos (incluso son personajes con contradicciones intrínsecas como el geógrafo concentrado tanto en las teorías pero que desconoce el mundo real).
El propio narrador junto con «El Principito» sufren un cambio del principio al fin del relato, pues es el común denominador de las grandes obras de la literatura universal: los personajes principales son distintos al final del libro en relación a cómo eran al comienzo, gracias al periplo que realizan en y que se narra en el texto.
La rosa es uno de los temas más recurrentes en la literatura, y por ello mismo guarda un simbolismo fuertemente cargado de representaciones tan variadas que van desde la sexualidad hasta la pureza. En el caso del escritor francés, la rosa en apariencia es sencilla en su forma física, pero es un detonador de la historia al ser un factor de aprendizaje para «El Principito» gracias a las enseñanzas que el Zorro, quien en un momento le comenta que la rosa es importante por el tiempo que él ha pasado con ella.
Esto es una prueba de que no es un libro tan sencillo como a veces se piensa cuando se refiere a la literatura infantil: Teresa Orozco considera que: «Se asocia con lo fácil y con lo simple cuando en realidad la literatura infantil tiene toda una complejidad al igual que la literatura para adultos, una buena obra puede gustar a niños y a jóvenes”.
«El Principito es un icono en la literatura universal, una muy buena carta de presentación de la literatura ante un ser humano, un buen comienzo de lectura ante un lector inexperto. Pero también es un texto al que se puede regresar, como en todo buen texto literario, hay pasajes, fragmentos y palabras que releemos desde nuestro punto actual y así dimensionamos eso que habíamos leído antes de acuerdo con nuestra experiencia», dijo Teresa Orozco.
PARA SABER:
Teresa Orozco es Fundadora de Asquilines, Centro de Literatura Infantil y Juvenil (Jesús García 2639), además de ser catedrática de la Licenciatura en Letras Hispánicas en la UdeG y directora de la Escuela Normal para Educadoras de Guadalajara.